Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
En México el debate, la deliberación política, se encuentra ausente, perdido en la inmensidad de la ignorancia política, del manoseo de las palabras, del pleito de lavadero o de la imposición posmoderna de las costumbres políticamente correctas. ¡Con la Edad Media nos hemos topado Sancho!
Sin embargo, en el horizonte de un futuro muy próximo se observa la construcción evolutiva de un modelo más racional de solventar la vida pública nacional, el bipartidismo. Es una fortuna para nuestro país que después del triunvirato de la corrupción nos encontremos ante dos fuerzas antagónicas que se disputan a la República desde dos modelos que reflejan la realidad social mexicana de toda nuestra historia. No estamos ante la disyuntiva ideológica de izquierda y derecha, menos frente a la confrontación de liberales y conservadores o de socialistas y neoliberales, sino ante una realidad antropológica que está incrustada en la historia cotidiana de México, las relaciones de poder culturales que han trascendido a la política desde hace mucho pero que se nos han olvidado, Limantur y Flores Magón están mas que vivos por el bien de la República.
La confrontación es una virtud, no un defecto. Estar confrontados nos obliga a la contrastación dialéctica, a la catarsis y al conflicto que son la esencia de toda evolución, por ello no hay revolución, es decir el rehacer la evolución, sin confrontación política, social, cultural y económica.
El Neoliberalismo como utopía del mercado, al igual que el Socialismo como utopía del Estado, se pensaron como el paraíso universal capaz de matar a la historia y a las contradicciones de la historia, pero la realidad ha puesto a cada uno en su lugar, sin socialismo no hay neoliberalismo posible, sin neoliberalismo no hay revolución socialista. Aquí, es donde aparecen las virtudes republicanas, no para opacar al conflicto sino para dotarlo de racionalidad normativa (constitucional) en la conformación de un sistema de partidos que sujetos a reglas impulsen la dialéctica del conflicto para la resolución de los problemas nacionales.
Por primera vez en la historia nacional dos mujeres que representan dos ideas antagónicas de República habrán de representar a estos dos méxicos que prevalecen en un solo México dialéctico: la renovación de la dialéctica del amo y el esclavo que se transforma en la dialéctica de los poderes de Cortés y Cuauhtémoc, una vieja realidad que con excelencia plasmó Samuel Ramos en su ensayo “El perfil del hombre en la cultura de México”.
Ya no es dable andarse por las ramas, la realidad está ahí y negarla no es más que necedad, hastío. Dos fuerzas políticas debidamente constituidas y formadas a lo largo del tiempo participan mayoritariamente de la preferencia electoral de la ciudadanía, el reto para Claudia o Xóchilt será la de convocar a un nuevo pacto político constitucional para transitar a una República donde la confrontación y la polarización se sujete a las reglas de una nueva civilidad política que haga florecer el debate y la deliberación que son la esencia de la Democracia.
En 2024 se producirá un paradójico fenómeno político, el poder ejecutivo estará a cargo de una Ciudadana, en tanto que el poder legislativo no tendrá una mayoría absoluta en favor de un solo partido. Ello obligará al Renacimiento de la Política con p mayúscula, a la generación de acuerdos desde la confrontación programática, al debate y a la deliberación racional. Ese y no otro, será el gran legado de Andrés Manuel López Obrador; haber quitado el velo de la fantasía positiva de un bien común atado a los intereses de la corrupción que bien vestida nos mostraba a una sociedad impoluta y falsa.
Entre muchas de sus virtudes, el bipartidismo nos ofrece la conformación de dos grandes polos políticos que representen a los dos polos sociales en los que se inserta la sociedad mexicana y a la incorporación a las democracias maduras bipartidistas (Estados Unidos, Canadá, Alemania, Gran Bretaña) que han demostrado solvencia ética y eficacia política. Un nuevo acuerdo de dos fuerzas políticas conductoras de un México del siglo XXI partícipe del desarrollo de las 20 economías mas relevantes en el mundo.
Para nuestra cena democrática de junio de 2024 hay un menú con sólo dos platillos: Morena o el Frente, una degustación más racional para una buena digestión culinaria. Por el bien de todos no hay más que dos opciones políticas (dos grandes mayorías que representan por fortuna a este México reñido) y con ello la polarización pactada que es la única que puede dotar a la República de la estabilidad y la transformación tan necesaria para las generaciones de este maravilloso siglo XXI.