Líneas Quadratín
Hace unas tres semanas, el Presidente López Obrador se autoproclamó el “guardián” de las elecciones en nuestro país, para que según él, “se respete la voluntad de los ciudadanos para elegir libremente a las autoridades y que no haya compra de votos, condicionamientos, ni que se utilicen recursos públicos para favorecer a ningún candidato o que se falsifiquen actas”.
Quizá se le olvidó al Presidente que la organización de las elecciones es una función estatal, encomendada a la máxima autoridad en nuestro país en esa materia, que es el Instituto Nacional Electoral.
Constitucionalmente, se señala que los principios rectores de dicha función estatal son la certeza, legalidad, independencia, imparcialidad, máxima publicidad y objetividad.
Desde su fundación en 1990, bajo la denominación de Instituto Federal Electoral, la idea central para su creación provenía de la exigencia de los partidos políticos por erradicar la injerencia del gobierno en los procesos electorales y la poca credibilidad en los mismos.
Por eso, se necesitaba una institución que garantizara imparcialidad y que diera certeza, transparencia y legalidad en las elecciones federales.
Es cierto que el camino fue largo y tuvieron que pasar muchos procesos electorales para poder afirmar que la democracia se había instalado en nuestro país, y que había cambiado la máxima anterior que generaba incertidumbre en el proceso y garantizaba un resultado favorable para el gobierno, para pasar a una certidumbre en el proceso y esperar el resultado el día de las elecciones.
Este largo camino fue el que abonó el terreno para que las elecciones presidenciales del 2018 fueran incuestionables y dieran como ganador a quien hoy gobierna nuestro país, además de esa mayoría legislativa que muchos analistas políticos afirmaron que no se volvería a construir desde que el viejo partido hegemónico perdió la misma en 1997.
Durante muchos años la credibilidad y confianza depositada por los ciudadanos y los partidos políticos en el órgano electoral ha permitido el crecimiento de la participación política de los ciudadanos, por eso la reacción y respuesta del Presidente del Instituto Nacional Electoral ante la autoresponsabilidad que se impuso López Obrador fue contundente: “México ya tiene un guardián de las elecciones, un organismo autónomo que es garante de nuestra democracia”.
El tema no es menor, porque tratar de suplantar las funciones encomendadas al INE desde el 2014, me parece que se inscribe en el discurso de López Obrador del 2006 cuando afirmó “al diablo con sus instituciones”, haciendo por supuesto, clara referencia a la institución que organizó las elecciones en el 2006, el Instituto Federal Electoral.
Aquí, vale la pena recordar una de las mejores frases que pronunció el Presidente Vicente Fox desde Los Pinos como respuesta a esa expresión: “En el México democrático, el motor de la transformación es el voto de la ciudadanía, no el veto a las instituciones”.
Por eso, una gran cantidad de mexicanos y de organizaciones civiles se han manifestado a favor y en defensa del Instituto Nacional Electoral, ante la amenaza de suplantar sus funciones desde el poder político.
He tenido el gran privilegio de participar en tres momentos en la conformación del órgano electoral, primero como representante de la primera minoría del Poder Legislativo entre 1991 y 1994, en el primer Instituto Federal Electoral con las figuras de los Consejeros Magistrados; posteriormente como representante del PAN en 1994 y 1995, ya con los famosos Consejeros Ciudadanos, y hace unos años, como integrante del Comité Técnico de selección de los Consejeros Ciudadanos en 2017, propuesto por la Junta de Coordinación Política.
Por eso sé que es una institución necesaria para nuestra democracia, y por eso sé que el actual Comité Técnico de Evaluación tiene una gran responsabilidad al proponer las ternas que deberán votar los Diputados, para ser los nuevos Consejeros Ciudadanos del Instituto Nacional Electoral.
Debemos confiar más en el INE para que sea el garante de las elecciones que en López Obrador como guardián de las mismas, ya que parece que lo que verdaderamente sabe hacer, es ser el guardián de los intereses de su amigo “Donal Trun”.