Cambio de coordenadas
Salir a caminar
Cuando me preguntan por qué debemos contar con buen diseño urbano, inmediatamente pienso “para poder salir a caminar o pasear”. Para mí, hay dos elementos de la ciudad que estas actividades sean una verdadera experiencia urbana.
El primero es la existencia de banquetas caminables. Sé que escribir la palabra caminable para describir una banqueta se lee ridículo; estoy casi seguro que a más de uno nos suena a pleonasmo, pero en estos tiempos, agregar la explicación nos hace al menos reconocer que en algún momento dejamos de hacerlas así.
Al parecer aún no nos creemos eso de la pirámide de la movilidad -esa que se pone de moda durante las campañas políticas- y que dice “primero va el peatón”; ya que al analizar las condiciones físicas de las banquetas, nos damos cuenta que lo último en que se pensó al diseñarlas o construirlas, fue en las personas que las utilizarían.
No hablo de las que tenemos en nuestros centros tradicionales, esas se han ido adaptando al paso del tiempo y poco a poco se han ensanchado y mejorado su geometría para tratar de dar un buen servicio; hablo de aquellas que hemos construido desde los años sesenta en desarrollos que ni siquiera cuentan con banquetas, otros en los que estas miden medio metro de ancho e incluyen postes en su recorrido. Hay lugares donde las raíces de los árboles mal elegidos han levantado las placas de piedra o concreto, haciendo imposible caminar cómodamente o lograr que pase una carriola o silla de ruedas.
Debemos exigir que sean lo suficientemente anchas para albergar al menos un espacio libre de obstáculos para que dos personas puedan caminar juntas tomadas de la mano, una persona en silla de ruedas pueda pasar con algún acompañante o unos orgullosos papás puedan empujar la carriola de su recién nacido. Deben contener una franja de servicios y mobiliario urbano, en la que encontremos bancas, lámparas que iluminen el camino, botes de basura, tapas adecuadas para los registros de instalaciones subterráneas y sitios de información. Por último, pero no por eso menos importante, una franja de árboles que den sombra a lo largo de toda la calle, que no rompan la banqueta y sean los suficientemente altos para no impedir la visibilidad hacia las fachadas de los edificios que deberían estar alineados a ellas.
Esto último me lleva al segundo elemento esencial para poder salir a caminar o pasear: las plantas bajas activas. La línea que divide entre el interior y el exterior o el espacio público y el privado ha sido objeto de un sinnúmero de estudios que comprueban que la vida social es más rica cuanto más permeable sea. Sobre esto ahondaré en mi siguiente participación.
Emmanuel González Anaya, Director del Departamento Regional de Arquitectura, Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro.
Twitter: @emmagon_