Libros de ayer y hoy
En los 80´s se estrenó una película juvenil, bastante popular, llamada Beetlejuice, en la cual se invocaba a un fantasma si se repetía su nombre por tres ocasiones. Claro que una vez presente, los problemas se multiplicaban y se convertía en una carga más, no en la solución buscada.
Me viene este pequeño ejemplo a la memoria, porque parece que el Ejecutivo actual quiere evitar la presencia de muchos “fantasmas” que persiguen al país, y la solución que encuentra, es evitar mencionar sus nombres.
No sabemos los alcances de ignorar los problemas, pero suena bastante peligroso. Igual de riesgoso en renombrarlos o simplemente desecharlos al basurero de la historia, con etiquetas de “neoliberales” o “conservadores”, como si así desaparecieran sus efectos nocivos en los ciudadanos, que finalmente es lo importante, cómo atenuar las repercusiones, llámense como se llamen.
Todo esto viene a colación porque hace unos días Andrés Manuel López Obrador señaló que era obsoletos seguir utilizando algunos términos como “crecimiento” y debía cambiarse por “desarrollo”, o en lugar de PIB (Producto Interno Bruto) hablar de “bienestar”, y en su punto más inspirado de nueva política gubernamental, pidió que en vez “de lo material pensar en lo espiritual”.
¿Cuál podría ser el problema? Suena bastante lógico su planteamiento. No podríamos oponernos a una estrategia encaminada al desarrollo de la economía, mucho menos negarnos a imaginar un país donde todos los habitantes vivieran en un estadio de bienestar, y que los valores guiaran todas nuestras acciones. Sin embargo, no existe evidencia que vayamos en la ruta para alcanzar ni los términos pasados ni los nuevos.
No es contra AMLO. Creo es una persona de buena voluntad y su mayor pecado radica en la omisión, en negarse a admitir que el país que imagina está muy lejano; además, es un rumor reiterado que no deja ayudarse. Por cierto, etiquetar a diestra y siniestra a sus adversarios y arropar de sobremanera a sus allegados, tampoco le ayuda.
Es en esta tesitura donde volvemos a hablar de uno de sus principales fantasmas. Desde que inició su gobierno él fue quien se impuso el ritmo de “crecimiento”, así es, el de “crecimiento”, palabra que hoy desestima, pero tiene su razón, si ya no existe el concepto, no lo pueden culpar de incumplimiento, y sería tiempo de definir nuevos estándares de medición.
Así pasamos de una previsión del 4% del crecimiento en promedio durante su sexenio, a optar por una valoración cualitativa; tal vez por eso es tan importante para él la votación para su revocación de mandato, de ganar, será por su estrategia de “desarrollo” que hoy tiene más tintes de asistencialismo que de una regionalización que impulse la calidad de vida de la gente, pero todo puede evolucionar.
En este marco tampoco le interesa hablar de Producto Interno Bruto, más cuando su propia Secretaría de Hacienda y Crédito Público señala que espera un déficit de 3.3% del PIB para las finanzas públicas en 2020.
Así que finalmente queda su llamado de transitar de lo material a lo espiritual, pero elige el peor ejemplo posible. Señala a los médicos como “mercantilistas” –claro durante el periodo neoliberal- y recuerda como anécdota que llegaba el paciente y lo primero que preguntaban era ¿qué tienes? Pero se referían a sus bienes materiales, no a los padecimientos.
Organizaciones de médicos le exigieron disculpas, y lo hizo. Buen detalle porque no son tiempos de realizar señalamientos que puedan herir a tu primer frente de batalla, estamos en la más grave emergencia sanitaria de los últimos tiempos, miles de médicos a diario arriesgan su vida, lo mínimo que podemos hacer es reconocerles.
En este marco, es como llegamos a un asunto por más peligroso. La violencia en México no ha disminuido, todo lo contrario. Marzo pasado resultó ser el mes más violento de la historia del país. Además, el Instituto para la Economía y la Paz, en su estudio anual Índice de Paz México 2020, señaló que las actividades delictivas se incrementaron de manera alarmante, la tasa de delincuencia organizada creció 24.3%.
Y si lo relacionamos, el mismo estudio reveló que el gobierno federal gasta 0.7% del PIB para fortalecer los sistemas de justicia y seguridad, en contraste con el promedio de los países Latinoamericanos que asciende a 1.5% del PIB, término que, en voz del presidente, ya debería ser obsoleto. Aquí vale la reflexión que no importa cómo nombre la referencia, pero se deben reflexionar las cifras y adecuarlas a una estrategia real y tangible.
Así que esperemos la estrategia no sea dejar de invocar fantasmas. Porque, aunque no se nombren, existen, y tienen bajo un pánico justificado, a millones de mexicanos. Otra opción es enfrentarlos juntos. Dicen que “si no quieres ver fantasmas no salgas de noche”, yo digo que, si salimos todos juntos, no importa la oscuridad, siempre tendremos las respuestas que el país necesita.