Líneas Quadratín
Unos columpios listos para balancear la imaginación de cuanto niño se acercara. Una resbaladilla de mediana altura, suficiente para provocar vértigo y mariposas en la pancita, y eso que la caída libre sólo es de metro y medio. Bancas y mesas de concreto dispuestas a recibir familias, amigos, novios, padres que ven jugar a sus hijos. Un mundo ideal debajo de un puente. Una idea brillante para recuperar espacios. Ese sábado todo era negro.
Existen leyendas acerca de lo que sucede debajo de un puente. Viven gnomos, toman forma las fantasías más asombrosas. Lo que nadie nunca me había dicho, era que en México también esos puentes son usados por demonios, por monstruos grotescos, por gente enferma que los ocuparía para abandonar el cuerpo de una bebé.
¿Qué pudo haber hecho una bebé de aproximadamente un año para terminar dentro de una bolsa? Ultrajada, violentada, muerta. Es increíble como la justicia cabe dentro de un envoltorio, se abandona bajo un puente y nos enseña el inframundo más aterrador. Y es que esa bestia, vive libre entre nosotros, quizá sin despertar sospecha alguna.
La semana pasada conocí a Frida Guerrera, una mujer valiente y “necia desde chiquita”, como le reconocía su mamá (contado por la propia activista) es del tipo de ser humano que necesitas a tu lado en los momentos difíciles. Me la presentó el célebre Pedro Carrizales “El Mijis”, un pacificador de pandillas, un hombre con el valor de meterse a los lugares más peligrosos para convencer a jóvenes y niños que es mejor vivir en paz. Hoy recorre el país en bicicleta, en su mochila sueños y hartazgo a la política. Con ruedas ligeras, pero raíces profundas.
Frida me relató el caso de #LaBebaDeAragón. Una niña de aproximadamente un año, encontrada en una mochila, violada y con signos de tortura. Ante la determinación de Frida por resolver el caso, como ya antes lo ha hecho con otros, me quedé pasmado, con unas ganas excesivas de hacer algo, y es que nadie puede ser indiferente ante esta realidad. Me movió todas mis entrañas, como padre, como familiar de niños inocentes acribillados, como mexicano que ve como su país, todos los días, se vuelve más peligroso para los niños.
Ofrecí una recompensa de 100 mil pesos, más allá de buscar retribuir económicamente, era una manera de incentivar la participación de la gente. Que voltearan a ver que existía una realidad que nos podría alcanzar a todos, por ello, era y es tiempo de levantar la guardia, abrir los ojos, revisar si aún circula sangre por nuestro cuerpo y actuar. Celebro que esta acción haya motivado a la Fiscalía del Estado de México a también, ofrecer recompensa, pero sobretodo, que los llevara a actuar, si no, estoy convencido, el caso ya sería una anécdota más.
Pero la bitácora de un país se puede analizar en la manera en que cuida a sus niños. Hoy el saldo, no es a favor, y eso incluye a las autoridades, pero también a un sistema social que los ha descuidado hasta la médula.
Podemos afirmar que ser niño en México es una etapa de alto riesgo. Por citar algunos ejemplos, la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), en un comparativo del primer trimestre de 2019 con el de 2020, hecho por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), refiere que se incrementó 24% la violencia contra niños.
Hasta hace unos años, se tenían identificados aproximadamente a 70 mil menores de edad siendo explotados sexualmente en México, señaló la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en el informe Día mundial contra la trata de personas.
Durante los primeros cuatro meses de este año se reportaron 31 raptos de menores de edad (11 más comparados con el año pasado), no son pocos los anuncios de Alerta Amber que circulan en redes sociales y medios tradicionales. Cada niño desaparecido deja huérfana de amor a toda una familia, debe ser de las peores sensaciones que puedan existir.
Cifras vertidas también por Redim, entre 30 y 35,000 niñas, niños y adolescentes han sido reclutados por bandas criminales, y el 70 por ciento ha sido abusado. Antes, entrar al crimen organizado era símbolo de vida en abundancia, pero posiblemente corta, hoy no hay ningún aliciente, los niños aprenden que la vida vale unos cuantos pesos para ser cobrados.
Pero también existe una violencia institucional, la que padecen por ejemplo los niños con cáncer. Las imágenes de sus papás pidiendo al gobierno tratamiento para sus hijos, deberían llevarnos a la acción más intensa como sociedad. Ahí deberíamos estar todos unidos, alrededor de una causa que podría padecer cualquiera de nosotros. Por eso duele hasta el alma, que la esposa de nuestro Presidente haya dicho que “no era médica” para lavarse las manos del problema. El día que entienda que es problema de todos, funcionario o no, médico o no, estaremos más cerca de una sociedad realmente solidaria.
Casos hay muchos y todos los días crece la lista de espanto. En la masacre a mi familia murieron 6 niños y 3 madres, en total quedaron 25 huérfanos, que por más esfuerzo que realicemos, no podremos sustituir el amor de una madre.
Debajo del puente éramos un ciento de personas; muchos policías sólo presentes para narrar a sus jefes lo que hacíamos o dejábamos de hacer. Imaginen que nos hubiéramos concentrado miles, cientos de miles de personas, que a todos los que conmovió el mordaz hallazgo se hubieran manifestado, no tengo duda que hoy, las autoridades ya tendrían información.
Mientras sigamos buscando, no descansemos. La bolsa quedó entre la resbaladilla y una banca. Con la sombra del puente de una zona popular. Estoy seguro que la beba ya juega en el cielo, ya no recuerda la violencia… ya no duele, ya no hace frío.