Los límites de la complacencia
Estimado Lector te comparto mi obra “La escritora del mar”. Esta pintura fue realizada en la técnica del pastel sobre papel y representa el trabajo de mi querida amiga y musa de muchas obras: Tere Gil. Escritora, periodista abogada, luchadora social, pero sobre todo, una gran mujer.
En la actualidad en nuestro país tenemos una asignatura pendiente con las mujeres, ya que de acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en los últimos años en nuestro país más de 12 mil mujeres han sido asesinadas. Es importante señalar que las mujeres en el mundo han sido invisibilizadas o enviadas al olvido a lo largo de la historia escrita, ya que siempre se les ha otorgado un papel secundario, porque la historia se ha dictado con voz masculina.
El papel de la mujer es fundamental en la conformación de todos nuestros avances políticos, culturales, científicos y artísticos como humanidad. En lo relativo al arte, en lo particular, es de destacar el papel de mujeres como Ende, una de las pintoras más antiguas conocida en Europa y quien en el siglo X elaboraba manuscritos, en la técnica de tempera en el estilo Mozárabe, de los cuales se han conservado 24 copias de sus ilustraciones. Ella firmaba como pintora y servidora de Dios y se cree que fue una religiosa castellana.
Mucha obra artística de las mujeres está en el olvido, por varias razones. Una de ellas es porque no firmaron sus trabajos o usaron seudónimos masculinos. Tal es el caso de Sofonisba Anguissola (1535-1625) pintora italiana que fue dama de compañía de Isabel de Valois, en la corte de Felipe II, y que durante su vida realizó numerosos retratos de gran valía y que hasta hace muy poco le eran atribuidos a otros artistas de esa época. Otro caso similar es el de Teresa Diez, una pintora Gótica del siglo XIV en España y a quien recientemente se redescubrió, en el año de 1955, al atribuirle la obra realizada en el monasterio de Santa Clara de Toro, donde destacan las mujeres de una forma protagónica, motivo por el cual su trabajo estuvo oculto por tanto tiempo.
De mujeres ocultas por la historia del arte pasamos a un par de casos de reconocimiento que, por extraordinarios, merece la pena destacar. Uno es el de Lavinia Fontana (1552-1614), una pintora italiana tan famosa, que recibió del Papa Clemente VIII el nombramiento de pintora oficial y además obtuvo el reconocimiento académico más importante de la época, ingresando en la Academia de Roma. Su esposo el pintor Paolo Zappi, dejo de pintar para dedicarse al cuidado de su hogar y a sus once hijos. Otro ejemplo de reconocimiento en vida es el de Tamara Lempicka (1898-1980), pintora polaca, muy famosa en Europa y Estados Unidos, conocida como la “Baronesa del pincel”, por sus orígenes aristocráticos y que fue una de las grandes exponentes del Art Deco en el mundo. Lempicka fue reconocida en su tiempo como una gran retratista y una mujer del futuro por su estilo de vida moderno e independiente. Esta pintora murió en nuestro país, en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Si tienen oportunidad amables lectores, los invito a conocer el trabajo de esta artista universal, en el Museo Robert Brady, ubicado a un costado de la Catedral de la ciudad de la Eterna Primavera, donde están exhibidos un par de cuadros de su autoría.
Otro caso destacado en la historia del arte es el de Artemisa Gentileschi, pintora italiana, que vivió en el periodo Barroco, hija del pintor Orazio Gentileschi, amigo de Caravaggio. Artemisia Gentileschi fue violada por el pintor Agostino Tassi y ella, contrario a las costumbres de la época, lo lleva a juicio; Artemisia tuvo que someterse a un examen ginecológico, además declaro bajo tortura para probar que su testimonio era verdadero. En 1616, se unió a la Academia de Diseño de Florencia convirtiéndose en la primera mujer en hacerlo, su obra en general se le atribuyo durante mucho tiempo a su padre.
En México tenemos nuestras propias grandes mujeres y también nuestras propias grandes omisiones. Por ejemplo, la considerada primera muralista: Aurora Reyes. “Atentado a las maestras rurales”, fue su primer mural pintado en el Centro Escolar Revolución y el cual es casi desconocido para el mundo; o el caso de María Izquierdo, a quien se le había encargado realizar un mural para el Departamento del Distrito federal y Diego Rivera y otros pintores, exigieron que se detuviera su realización, pues una mujer no tendría las cualidades suficientes para realizar tal tarea. El mural quedó plasmado para la posteridad, tan solo en un boceto.
Es preciso destacar que en nuestro país, en el Museo Nacional de Arte (MUNAL), el cual custodia, exhibe y difunde la obra artística producida en México, entre 1550 a 1954 y que reúne en su colección cerca de 4000 piezas, que le dan el carácter de la colección pública de arte mexicano más importante del país, se cuenta con pocas aportaciones provenientes de artistas mujeres, entre ellas: una obra de Frida Kahlo “Paisaje urbano”, de 1925; María Izquierdo, “retrato de María Asúnsolo” de 1942; “Adán y Eva”, de 1945, de Lola Cueto, fotografía de Lola Álvarez Bravo, entre algunas pocas más.
Hoy que nos acercamos al primer cuarto del siglo 2000, es necesario más que nunca, reivindicar la aportación femenina, no solo en el mundo del arte, sino en todas las materias de la vida diaria, para darle su justo valor en la historia oficial, y con ello revalorar su participación en la construcción de aquello que nos da sentido como humanidad, más allá de una mirada patriarcal y reduccionista.