Líneas Quadratín
Crisis migratoria: una bomba que ya explotó, el problema se desborda
José Luis Camacho Acevedo
¿Es la violencia de pandillas en Centroamérica una crisis humanitaria?, se cuestionaba hace años un informe de ACAPS, organismo internacional que se dedica a evaluar las necesidades antes, durante y después de una crisis, además proporciona herramientas y conocimientos a los actores humanitarios para su actuación.
La crisis migratoria lleva varios años y era evidente que tarde o temprano explotaría, sucedió ahora durante del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y con terribles presiones debido a la reelección de Donald Trump.
El informe antes referido explica que la zona del Triángulo de Norte Centroamericano es considerada actualmente como una de las áreas más violentas del mundo debido a sus altas tasas homicidas, en promedio 66 por cada 100 mil habitantes según datos del Banco Mundial, esto a pesar de no encontrarse en un conflicto armado tradicional, por lo tanto se considera en estado de violencia epidémica.
“Los grupos de narcotraficantes y las pandillas callejeras ‘maras’ socavan al Estado y genera altas tasas de homicidios, reclutamiento forzoso y desplazamiento forzado”, detalla el reporte, al tiempo que asegura que las consecuencias que sufre la zona son comparables a las de una región que se enfrenta a un conflicto armado.
Estos grupos ejercen altos niveles de control sobre los principales centros urbanos, extorsionando a los ciudadanos y limitando sus movimientos, así como reclutando niños y adolescentes. La población no puede simplemente cambiarse de colonia debido a la extrema rivalidad entre pandillas, que los ‘ficha’ aunque no lo sean como miembros del grupo criminal que ejerce el poder en su lugar de origen.
Los familiares de los menores que están atrapados en este conflicto, no ven otra solución viable más que la migración hacia los Estados Unidos, aunque esto represente atravesar en muchas ocasiones sin compañía el territorio mexicano, con todos los riesgos que esto representa.
Este significativo aumento revela que los altos niveles de violencia en dichos países siguen actuando como el gran detonador para el desplazamiento de miles de personas, entre ellas miles de niños que por sus condiciones son posibles solicitantes de asilo, se puede decir que México ahora tiene entre sus fronteras una gran población de refugiados.
Precisamente un reporte del WOLA cuestiona las acciones del gobierno mexicano ante la evidente crisis que se vive en el TNCA, pues en primer lugar reconoce que en el pasado México se ha distinguido como un país receptor de personas refugiadas de distintos países en el mundo, pero ante esta problemática, en 2018 solamente reconoció a 413 personas provenientes de dichos países como refugiados de acuerdo con cifras de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR).
Sin este sistema de protección, México podría estar deportando a niños que al regresar a sus países de origen en Centroamérica estarían a merced de las pandillas y del crimen organizado. Lo mismo estaría ocurriendo con los menores mexicanos que huyen hacia los EU a causa de la violencia.
Hace unos días, unas imágenes realmente trágicas nos impactaron, se trata de un padre y su pequeña hija, quienes murieron ahogados al intentar cruzar la frontera cuando fueron arrastrados por la corriente. Esta es una de las decenas de graves historias que viven a diario a partir de esta crisis.
Lo que se necesita es verdadera voluntad política para aliviar esta problemática desde la raíz.