Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Hace dos meses ocurrió el atentado, vil y proditorio, contra Ciro Gómez Leyva, uno de los comunicadores más importantes de México.
Y hasta la fecha lo realizado por las autoridades de la CDMX se puede resumir en que no han hecho nada.
Tienen detenidos a un grupúsculo de maleantes que presuntamente se dedican al narcomenudeo, según sus antecedentes penales, que ni siquiera han sido llamados a declarar sobre el atentado al comunicador.
¿Qué pasa con la investigación?
Versiones de radio pasillo aseguran que el atentado, que fue muy grave y en el que le tiraron a matar a Ciro, fue simplemente una acción para meterle miedo.
Yo descarto totalmente cualquier tipo de autoría del presidente López Obrador en tan grave suceso contra la libertad de expresión.
Pero entonces vuelve a surgir la pregunta clave: ¿Quién es la mano que meció la cuna armada de los agresores?
Unos agresores que por improvisados y de muy bajo nivel que hayan sido en la escala del sicariato que asola a México, deben obedecer a alguien.
El patíbulo contra los periodistas y medios de comunicación en que el presidente ha convertido a sus conferencias mañaneras está visto que le llenan su necesidad de desahogo en contra de los conservadores y los neoliberales que habitan en el mundo fantástico del presidente.
Los profesionales del antilopezobradorismo, que de tan identificados que están ni vale la pena mencionarlos, no han sido víctimas de atentados tan graves como el que sufrió Ciro.
Y esos francotiradores que un día sí y otro también, le tunden al presidente, apenas si sufren los denuestos incruentos de las descalificaciones que les lanza el primer mandatario desde la cachiporra inclemente en que han convertido a las Mañaneras sus “operadores”.
Le recuerdo al presidente el concepto que sobre la libertad de expresión tuvo el recordado Ignacio Ramírez, el Nigromante, para que apresure la investigación del atentado que sufrió mi compañero de años de lucha Ciro Gómez Leyva:
“Corta y contundente. Así es la frase que caló como una marca de hierro al rojo vivo a la sociedad del siglo XIX, y que encierra la esencia del hombre, escritor, poeta, servidor público y periodista Ignacio Ramírez Calzada.
Esa fue la esencia de Ignacio Ramírez Calzada, de origen guanajuatense quien se dedicó al periodismo orientado a la crítica del ejercicio público del poder.
Incluso sus familiares decidieron ocultar durante un siglo pasajes e historias de “El Nigromante”, considerados prohibidos en la época Porfiriana.
El ejercicio crítico en cada uno de sus actos, lo asumía hasta las últimas consecuencias. Influenciado por su padre, Lino Ramírez, amigo de José María Morelos y Pavón y Benito Juárez, así lo señala el académico de la UAEM y doctor en Filosofía y Ciencias de la Educaciónpor la Universidad de Barcelona, España, Alfredo Barrera Baca.”
¡Todos somos Ciro Gómez Leyva!