El agua, un derecho del pueblo
Ricardo Monreal, líder del Senado de la República, en evento masivo en la ciudad de México anunció su determinación de luchar por la candidatura a la presidencia de la República. Información regateada por algunos de sus correligionarios y una parte de los medios de comunicación. Para nadie debe resultar sorpresa la determinación de Monreal, tampoco la buena recepción en importantes sectores de la política y la sociedad.
Monreal es un sobreviviente en la política e, invariablemente, ha superado a la adversidad, su compañera de viaje. Ahora, a pesar de la ingratitud del presidente, que pretende marginarlo de su legítima pretensión, sortea los golpes, se fortalece y crece el reconocimiento de muchos, dentro y fuera de los círculos afines al régimen. Se ha ganado no sólo aprecio, también respeto en tiempos de ausencia de prestigios en la política. La derrota del PRI y del PAN, el temor de las organizaciones empresariales y sociales, así como el liderazgo hegemónico de Andrés Manuel López Obrador ha impedido el surgimiento de opciones. Lo mejor que hay en la política está en el Senado y de todos los partidos, con Monreal a la cabeza.
Efectivamente, el espacio institucional con mayor ascendiente y representatividad del país es el Senado, donde también se está dando el debate sobre el presente y futuro del país, la contención al abuso del poder y se razona con mayor claridad. La pretensión del presidente de celebrar en una misma fecha la revocación de mandato y la elección intermedia allí fue derrotada, decisión obligada al salvaguardar la equidad en la contienda e impedir el manoseo oficial de los comicios, principios fundamentales de la democracia nacional.
El poder judicial federal y la Corte también han jugado un papel relevante en la salvaguarda de la legalidad y constitucionalidad ante la devastación institucional en curso. Sin embargo, son instancias de estricta legalidad, su tarea no es política, tampoco participar en el juego de la oposición. Debe reconocerse que en la actual circunstancia la lucha por la constitucionalidad de los actos de autoridad tiene efectos significativos para el Estado de derecho y para el sistema democrático.
Monreal ha hecho de la reconciliación su proyecto, un rechazo a la polarización. El saldo de más de un sexenio de enfrentamiento y confrontación es más que negativo. 2024 requerirá una convocatoria que incluya a la totalidad de las fuerzas políticas y los factores de poder, y a todos los mexicanos. El crecimiento económico, superar la violencia y la criminalidad, una mayor igualdad y equidad social, la rehabilitación de la infraestructura social, avanzar en la legalidad y abatir la impunidad y hasta dar continuidad a los logros en este gobierno requerirán de un liderazgo que haga de la reconciliación el futuro. Como tal, el mensaje de Ricardo Monreal es implacable frente al estado de cosas e impecable ante el porvenir.
Su ruta partidista parece ser la oposición; no es su elección ni su deseo. La cerrazón del régimen no le da oportunidad para competir por la candidatura de Morena, y es evidente que el dedazo apunta hacia Claudia Sheinbaum quien, con perfidia, optó por culpar a Monreal de los malos resultados en los comicios intermedios.
Conforme pasa el tiempo y a pesar de que la hostilidad del presidente y los duros del régimen no mengua, mayor es la fortaleza de Monreal, cuya habilidad y determinación torna la adversidad en capital para generar un liderazgo alternativo. Dos ejemplos: mientras Ebrard opta por el silencio y Sheinbaum por el sometimiento ante la embestida contra el INE, Monreal define posición, especialmente en cuanto a que el Senado no aprobaría una reforma inconstitucional. El otro ejemplo, su actitud ante la marcha en defensa del INE, al expresar respeto y llamar a escuchar el reclamo cívico del 13 de noviembre.
Es de esperarse que el senador Monreal persista en su empeño de ser candidato presidencial de Morena. Ha ganado significativas batallas a López Obrador en la renovación de la presidencia del Senado y en la acción ilegal y provocadora de la gobernadora de Campeche. Su pretensión es legítima; para muchos, la ruta obligada para dar inteligente continuidad al proyecto en curso. Para otros es la figura y la propuesta que la oposición requiere para prevalecer en 2024 y la mejor ruta al futuro: la reconciliación en el marco de un gobierno de coalición.