Libros de ayer y hoy
En este y otros espacios, desde hace tiempo hemos dicho que la conducta de López-Gatell es de corte criminal. Son palabras fuertes y afirmaciones delicadas. No menos que los más de 650 mil mexicanos que perdieron la vida, muchas muertes pudieron evitarse.
Que bien que unos dolientes de fallecidos, con el apoyo del aguerrido abogado Javier Coello Trejo, pongan la justicia a prueba. No fue una decisión fácil, requirió de la intervención del juez para que pudiera abordarse el caso. El primero en denunciar al señor López-Gatell debiera ser el presidente López Obrador por sus dos contagios. Siguió sus consejos y ahora vemos las consecuencias. Por cierto, no se puede saber a ciencia cierta si los problemas de salud de López Obrador son secuela de su contagio.
El presidente ha afirmado una y otra vez haber seguido las observaciones y recomendaciones de López-Gatell, no sólo respecto a su propia persona, sino con relación a las decisiones tomadas; todas a contrapelo de los lineamientos de la ciencia médica y claramente de la OMS. El desdén por las pruebas de contagio, el uso discrecional del cubrebocas, la minimización del riesgo asociado al contagio, la grosera manipulación de cifras, la exclusión de grupos demográficos de la vacunación y la obstrucción a que otras autoridades o particulares participaran de la solución son casos públicos y notorios de negligencia. A él mismo le atañe el no haber instalado al Consejo de Salubridad General en los términos previstos por la Constitución.
El médico responsable del cuerpo nacional falló por impericia, falta de previsión y negligencia; no es el responsable de la pandemia, sí de la pésima gestión. Es un experto egresado de las instituciones más acreditadas en país y el mundo. Todo es, menos un improvisado o ignorante. Eso mismo lo hace doblemente responsable. Con conocimiento decidió actuar de manera irresponsable y negligente. Nada hay que atenúe su responsabilidad, menos que lo absuelva.
Este año acabará la pandemia. Será de júbilo como el fin de una guerra, pero también de dolor al realizar el obligado balance de lo acontecido y de las muchas bajas, pérdidas y heridas. Será el momento para que el Congreso integre una comisión de expertos, no de políticos, que evalúe el desempeño de las autoridades y sus decisiones. Debe hacerlo con estricto rigor científico. Sin prejuicios, pero sin omisiones. Las recomendaciones deben traducirse en acciones concretas, incluso la asignación de responsabilidad criminal. Debe, asimismo, tenerse presente el futuro. Aprender la lección con todas sus implicaciones.
Una parte importante del trabajo a realizar es el referente a los números de la pandemia. Debe integrarse un grupo multidisciplinario de expertos que ofrezca una aproximación de los contagios, los decesos directamente relacionados y de los que ocurrieron precisamente porque la pandemia llevó a la saturación hospitalaria en detrimento de aquellos por enfermedades distintas al Covid-19.
Son muchos los que tienen base legal y, por lo mismo, pudieran sumarse a la causa que representa Javier Coello Trejo. Seguramente no habrá inconveniente para ampliar el espectro de la representación legal. Además, no se requerirá de gran cosa: documentar la que la causa de fallecimiento con el acta de defunción. Los deudos de los cientos de miles de fallecidos por presunta negligencia pueden sumarse; algunos en búsqueda de la reparación de daño, si eso se pretende, otros en demanda de una explicación y, en todo caso, de una consecuencia por la criminal gestión de la pandemia.
La acción penal contra Hugo López-Gatell es una oportunidad excepcional para acreditar el compromiso colectivo -sociedad, gobierno, autoridad jurisdiccional- en la lucha contra la impunidad. No es un linchamiento político, mediático o penal. Es dejar que la justicia cobre su curso. Y si el señalado incurrió en conducta criminal, como muchos hemos dicho, entonces que se desprendan las consecuencias legales a las que debe estar sujeto todo ciudadano, más aquel cuyas muertes se contabilizan en cientos de miles, algo así como un genocidio.
Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto