Cambio de coordenadas
Teresa Gil
Las canas salen de ganas de que a uno le salgan canas. Ese podría ser la verdadera interpretación de ese dicho popular y no la picaresca alburera que le quieren dar. Pero bueno, las canas se prestan a tantas cosas, que ahora grupos de mujeres discuten la prosapia del cabello blanqueado por los años, como parte de una toma de postura ante la vida, (La jornada 17 de enero 2022, página 14) cosa que a los laboratorios que se esmeran en crear tintes de diferentes colores, no parece gustarles mucho. Cualquier tema que se abre a niveles de algunos feminismos, corrientes que por fortuna no todas son iguales, entran a estratos de profundidad para calificar formas de vida en las mujeres. Las viejas historias de que ellas no podían entrar a las cantinas junto con los policías y los perros, según anuncios, por fortuna quedaron también en el pasado por ofensivas, pero ahora los arquetipos asoman su nariz, para crear estructuras que definen. Conozco a muchas mujeres que usan su cabello blanco y se ven muy bien y lo hacen creo que no por toma de conciencia, sino porque es más cómodo. No se gasta en tintes y sobre todo, no se exponen a una alergia en el cráneo que es mucho más serio.
DE LA RUBIA OXIGENADA EN DESCRÉDITO, A LAS SANTAS CABECITAS BLANCAS
Los colores en las personas se han prestado a discriminación y a repulsa, no solo por la piel, sino por el cabello. Aquella mujer que en el pasado usaba agua oxigenada, cuando la modernización de los tintes no aparecía, era vista con descrédito y señalamiento, así se tratara de una sencilla mujer que quería aparecer rubia. Por el contrario, a las madrecitas santas, que usaban rebozo y zapatitos bajos, las llamaban cabecitas blancas, en ese ascenso que tienen las mujeres en la vida, cuando ya la edad las arrasó. En estudios publicados en 2016 en México el 58 por ciento de las familias ya solían comprar tintes a lo largo del año. Y un estudio dado a conocer por el medio Daily mail en Inglaterra en 2018, señalaba que 8 de cada 10 personas al menos en ese país, se pintaba el pelo. Los ingleses curiosamente no preferían a las rubias, sino a las de castaño oscuro. En otro estudio de la revista Psicologicalstudies publicada en Francia, el color preferido era el rubio y el menos, el pelirrojo. Contradicciones se dan en esa superficialidad, en algunas mujeres que se pintan de rubio o las rubias auténticas de los países con mucha población blanca. Muchas que tienen repulsa por los negros y los indígenas, van a sus playas a dorarse la piel y a darse el color moreno, que contradictoriamente desprecian. Los morenos tienen esos colores envidiados sin necesidad de artificios. Independientemente del tema, en el cual dicen que dejarse las canas “empodera” (con el uso de esa desagradable palabra) discutir pintarse el pelo puede trivializar cuestiones y dar pie a la discriminación. Tan valioso es quien ostenta un cabello pintado, que la persona que se dejó el pelo blanco porque le dio la gana.
CABECITAS DE ALGODÓN Y LA ESTRATIFICACIÓN DE LA VEJEZ
Al presidente AMLO suelen llamarlo cabecita de algodón, por el pelo blanco que ostenta. El tono del cabello no demuestra sin embargo una edad senil. Hay personas cuyo pelo se blanqueó a temprana edad. La melanina que de acuerdo a expertos va desapareciendo con la edad, se acelera en las células llamadas melanocitos y puede sorprender incluso a personas muy jóvenes, recién salidas de la adolescencia. Diversos libros tocan el tema y curiosamente hay una variedad en los libros infantiles que distinguen a personajes por ese color. Uno se llama El cabello blanco de Jordi Sierra I Fabra, sobre un cabello blanco que quiere vivir su vida (Cauce libros, España, 2021). Hay otros que se llaman La niña del cabello blanco y El joven del cabello blanco. El escritor Ricardo Alcántara lanza en la editorial mil y un cuentos, la historia de El hombre del cabello blanco, casi todos de aventuras para niños y jóvenes. El cabello de ese tono pues, no es raro en las diferentes edades de la vida, ni se presta a menosprecio o revaloración, como algunos lo quieren ver. Solo José Alfredo Jiménez añoraba cambiar de color de pelo, para conquistar a un amor. Pero él murió a los 47 años.
CUANDO VIVAS CONMIGO
De mis ojos está brotando llanto
a mis años estoy enamorado.
Tengo el pelo
completamente blanco,
pero voy a sacar juventud
de mi pasado