Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
El chisme difamatorio que vemos en México todos los días, escala otras latitudes cuando los personajes y las famas quieren ser aplacados con calumnias. El caso de Tutankamón tan llevado y traído en estos momentos, pretende dejar en la ignominia a Arthur Conan Doyle por su aseveración de que en la muerte del mecenas Lord Carnavon, hubo maldición de los faraones. Los que han leído al famoso escritor, creador del detective Sherlock Holmes, saben que en sus obras se han manejado cuestiones que por tener orígenes inciertos, se acomodan en algo espectral. En el Sabueso de los Baskerville por ejemplo, se parte de una leyenda sobre un monstruo que vaga por los pantanos para matar a la gente. Se trata de lo sobrenatural para que Holmes extraiga lo real, lo práctico en las investigaciones que hace el detective. Es precisamente la destrucción de la leyenda lo que da a conocer la realidad y el que salga la verdad concreta. Conan Doyhle retó a sus contemporáneos a responder porque algunos que visitaron las tumbas, estaban muriendo. Es una historia que se ha manejado mucho en Inglaterra.
LA MALDICIÓN DE LOS FARAONES EN REALIDAD ERAN BACTERIAS MILENARIAS
Científicamente se ha demostrado que quienes murieron o sufrieron graves enfermedades no solo por haber estado en la tumba de Tutankamón, sino en otras tumbas egipcias, se debe a gérmenes, bacterias conservadas en la humedad de las rocas y que pueden ser mortales en determinado momento. La noticia de los cien años del descubrimiento de la tumba, le ha bajado en parte al caso tan complejo de las elecciones en Estados Unidos y se convierte en acto distraccionista incluso para la complicada sucesión que se está en dando en Brasil por la reticencia de Bolsonaro. Los egipcios, por su lado se sientan en los acontecimientos de los cien años y seguirán los festejos de un acto que finalmente se atribuyeron los ingleses con su afán colonizador hasta para esculcar tumbas en tierras extrañas. Y los que fabrican historias y vulneran, arrastrando la vieja postura victoriana, se lanzan contra el plebeyo Howard Carter el descubridor de la tumba, considerándolo un mediocre que era despreciado por los ingleses. No es remoto que lo haya sido, pero la gloria de su descubrimiento no se la pueden quitar. El propio Tutankamón, un joven que muere a los19 años, se ve bajo la mira de los valores neoliberales y se le considera un faraón menor de la dinastía 18, que no igualaba a Ramsés II y que por su tumba se nota que era inferior en sus homenajes mortuorios. Lo singular es que el personaje es él , en este momento, aunque les pese a los evaluadores de identidades.
EL MÓVIL DE LA FICCIÓN ES UN RECURSO CUANDO SE BUSCA LA REALIDAD
A la par que se mencionaban los cien años del descubrimiento de la tumba de Tutankamón y hasta en foto el aguador Hussein Abdel Rassoul se convertía en personaje, se lanzó la presunta mentira de Conan Doyle, para darle de paso un llegue. En referencia al aguador, hay que considerar que es parte de la historia, porque gracias a su buena patada a sus 12 años, se abrió un orificio en el Valle de los Reyes, que descubrió la entrada a la tumba. Volviendo al escritor de suspenso, se recordó que dijo después de la muerte del mecenas George Edward Stanhope, lord Carnavon, por la infección causada por un bicho, que era la maldición de los faraones a los que tocaran sus tumbas. Creador de un personaje que va a la verdad de los hechos concretos, aunque se arrastre en el suelo en busca de huellas como lo criticaba Agatha Christie, vulnera sus posturas al hablar de maldiciones, han dicho. No es solo Doyle el que envuelve en algunas de sus historias casos inexplicables; forma parte de los autores buscar el toque de misterio en lo extraño, para poder exhibir después la inteligencia del que desbroza una madeja de oscuridades. El propio final de las novelas comunes que dejan al último la verdad de un caso, el famoso final feliz o trágico en el cine, es un llamado de atención, que da vida a un misterio que después no lo es. El sabueso de los Baskerville que mencionamos, mostraba el final de los enigmas en medio de paisajes sombríos, rocosos y senderos pantanosos que absorbían seres humanos y animales. Conan Doyle que también era un humorista, les jugó una broma y su críticos de ahora, están cayendo por sus calumnias, en su propia maldición.