Libros de ayer y hoy
San Antonio. La montaña peligrosa y los deslaves
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Las fuertes lluvias que trajo este verano, han confirmado el peligro que siempre se detecta en
cerros que no han sido perfectamente contenidos. Los peligrosos deslaves ya han causado
muertes. Se está dando aquí en el país y en otros lugares enfrentados en estos meses a los
aguaceros. Y consumado por desgracia lo que se advirtió a mucha gente que escaló
montañas por falta de habitación y no tuvo apoyo o no lo pidieron. Ahora lo vemos en la
capital en zonas como las de las alcaldías Iztapalapa, Magdalena Contreras y Álvaro
Obregón. Solo en la primera se publica que pueden estar en riesgo 586 mil 658 habitantes de
206 colonias. Pero las quejas llegan de varios estados. México no es la excepción del uso de
los cerros para crear grandes conglomerados. Las imágenes mundiales de países con
grandes concentraciones en zonas elevadas son comunes y la historia nos habla de las Siete
colinas de Roma que aún se sienten en las subidas que uno da en la llamada Ciudad Eterna.
LA CARESTÍA DE RENTAS Y EL GEOCENTRISMO EMPUJAN A LOS CERROS
Muchas de las casas construidas en las zonas montañosa en las ciudades mexicanas, tienen
origen ilegal porque las zonas montañosas son federales. La situación y advertencia de
peligro sobre todo en las alcaldías mencionadas, ha sido permanente pero la carestía en las
habitaciones ha obligado a muchos sectores a poblar cerros. La oferta que hay en este
nuevo gobierno capitalino de ampliar la construcción de la habitación popular, puede resolver
esos problemas, pero hay que recordar que a la par que hay escasez de casas baratas que
obligan a enfrentar el peligro, se instala el llamado geocentrismo que ha desplazado de las
zonas habitacionales a la gente que ha vivido, incluso nacido en la capital. Son dos
problemas que deben enfrentarse a la par, cuanto antes.
FLAUBERT Y EL PELIGRO DE LAS MONTAÑAS EN LA LITERATURA
Gustave Flaubert siempre consideró La tentación de San Antonio (Editorial Cátedra 2004)
uno de sus libros cumbre, después, claro, de la novela Madame Bovary, sobre la que solía
decir: “Madame Bovary soy yo”. La historia del religioso retirado en una montaña de Tebaida,
al sur del Antiguo Egipto, se ha referido desde siglos atrás y hay incluso obras pictóricas que
diseñan las tentaciones que lo abrumaron, en una lucha terrible contra el diablo que no era
otra cosa sino su debilidad mental por la falta de alimentos. La obra refiere también en
inicios, el peligro de las piedras por la ubicación, en un chiname de barro y cañas. El retiro a
las montañas donde incluso se creaban conventos, era muy común en la antigüedad, igual
que en los bosques alejados del mundanal ruido. Aquí, ya lo hemos mencionado, se
instalaron conventos en lo que ahora es el Bosque de Chapultepec, antes de que fuera
seccionado para construir la casa del poder ahora convertido en centro cultural. El libro de
Flaubert publicado por primera vez en 1874 ocupó el tiempo más largo de creatividad del
francés, treinta años, cuando tres de sus cuentos que giran alrededor y que se publican en
la misma edición, los escribió en menos de un año.
LA MONTAÑA SE VENGA DE LOS QUE LA INVADEN SIN TOMAR PRECAUCIONES
En La tentación de San Antonio, obra que en sus orígenes fue de más de 500 páginas y
reducida finalmente a poco más de 150, se alude el peligro de vivir en la montaña, no solo
por la altura, sino por la soledad y la falta de sustentos. La descripción inicial en el libro de lo
que es el sitio donde vive San Antonio, advierte desde entonces que es un hombre mal
alimentado. Solo están en la mesa, aparte de su libro, una jarra de agua y un pan. La llegada
de las tentaciones que lo asuelan se plantean como un poema con la intervención de cada
una de las tentaciones, que son muchas; los siete pecados capitales, la lujuria, la gula, el
pecado de la carne y toda la lista. El último acto del santo, que debió ser el primero, que era
el de la alimentación, se da al final tal vez, porque vence a los que quisieron desviarlo de sus
propósitos. Más listo fue Mahoma, que para ir a la montaña, le ponía una condición: “Si la
montaña no viene a mi, yo iré a la montaña”, decía metafóricamente. Y la montaña prefirió ir.
Por eso yo escribí en mi libro Lo que no se dijo ( Groppe 2015):
Y cuando Mahoma
abrió la puerta
de su casa,
vio que una enorme
y generosa montaña,
había venido a él.