Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Chúcata. Buen Fin para boyantes. Precios impositivos
No dudamos que es un gran esfuerzo pero las principales ofertas del Buen Fin se cargan a productos electrónicos y de línea blanca. Los consumidores menores que son los que hacen el consumo cotidiano solo en ciertos casos tienen a disposición un descuento. Hay refrigeradores que por su enorme tamaño pueden dar cabida a un elefante. Tan exagerados son. Quizá dependerá de las tiendas, pero la gran mayoría tiene sistemas impositivos en precios, que obligan al cliente a hacer compras masivas. Es absurdo en un país en el que la gente en su gran mayoría, es de clase media baja y proletaria, que casi es lo mismo. El viejo sistema de dar un descuento por porcentaje se usa muy de vez en cuando y en la cotidianidad todas esas grandes tiendas le cargan al consumidor cosas que no precisa. Este, por necesidad y el descuento, se aviene a comprar las tres y a veces hasta cuatro cosas de un mismo producto que en su mayoría no necesita. Ese cuatro por tres por ejemplo, da solo un 25 por ciento, pero arrincona al cliente a tener en su casa una bodega. Buena parte de los productos está funcionando así, en este Buen Fin ¿Verifica la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), ese sistema?
NO HAY BARATA EN PRODUCTOS DE NECESARIO CONSUMO, EN GRANDES TIENDAS
Al parecer las cosas frescas y los productos de primer consumo de la gente, no entran en el Buen Fin. La barata en productos del hogar, cuando los hay, son de los que pocos se venden. De hecho muchas de estas campañas tienen ese fin (no tan bueno) el de sacar lo que se queda rezagado. Para cubrir las deficiencias de esta campaña, las tiendas pusieron sus propias ofertas. Pero muy ramplonas. En tiendas de auto servicio que visité, fuera de algunos descuentos en pescados baratos como la mojarra, cerdo congelado y costillas de grasa para asar, las buenas carnes y pescado y mariscos, son negadas. Y esas marcas fifís que en realidad tienen productos comunes como la avena, se yerguen ajenas y soberbias y se termina comprando el paquete barato que tiene la firma comercial. Eso se ve en productos para el hogar como los de limpieza y los lácteos que lanzan los llamados yougures griegos en un descuento poco atractivo, sin que los demás productos sean tocados. No se puede pensar en una gran barata anunciada con tanto despliegue que deje casi en el limbo a todo un sector como ese. Una vuelta a los sectores de farmacia, arreglo personal y juguetes, la selección es la misma. Poco atrayente. En ropa, busqué un chaleco largo, pero tuve que comprar dos para tener derecho al descuento. Y una agüita micelar que tenía la octava parte de descuento ¡de 80 pesos a setenta! Ese fue mi Buen Fin.
EL CONSUMIDOR COME CHÚCATA CON EL BUEN FIN. HAY QUE CAMBIAR OFERTAS
Comer chúcata en el norte, es ir a lo pegajoso, ir a saborear la goma pegajosa del mezquite. Pero también es una forma de molestar a alguien. Enviar a alguien a la chúcata en Sonora es mandarlo a volar sin miramientos, cosa que quizá sintieron muchos consumidores que no encontraron lo que querían en el Buen Fin. Pero reconsiderado el término después de conocer las extraordinarias dotes que tiene el humilde mezquite, le ha dado a la palabra una connotación diferente. Y la destacada poeta nacida en Bacobampo. Alicia Hinojosa García, usa el término de origen cahita, para dar nombre a uno de sus excelentes libros.
Escribo, porque soy pequeña (dice)
y mi voz
no se escucha fácilmente.
Y su poesía se desliza por un desierto del que se ha apoderado para exhibirlo al mundo. Alicia es egresada de Trabajo Social de la Universidad de Sonora y ha sido de todo en su existencia, apoyo a niños de condiciones diferentes, dirigente social y cultural, funcionaria, analista en medios sonorenses entre ellos El Imparcial y directora del semanario La raza en Yuma, Arizona. Es una poeta reconocida como lo demuestra en este bello libro, Chúcata (Oasis ediciones 2007) que presentamos, entre varios que tiene. La edición con prólogo de Manuel Cuen Gamboa, se nutre de casi 60 poemas en los que su apasionado amor a esa tierra misteriosa que resalta en una vida múltiple que pocos descubren, le hace decir. “Del desierto he venido. Montada en viento ligero, semilla liviana y sola”. Y en ese largo recorrido en donde “las palabras son símbolos que expresan la vida que nos forma”, llega a la dulzura que exhala el mezquite y con ella da nombre al libro, Chúcata. Ahora, en su primer verso
Llora…
Llora el mezquite viejo
su chúcata de oro
suaviza con sus ungüentos
las grietas prietas del tiempo.