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MORELIA Mich., 6 de junio de 2020.- El mundo del atletismo podría ser idílico, pero las lesiones deportivas que acontecen al dedicarse en cuerpo y alma a esta disciplina de la carrera, suelen traer consecuencias incómodas para los corredores.
Las lesiones del atletismo no siempre son graves, pero si incomodan lo justo como para que haya que dedicarles tiempo, con el fin de que no se cronifiquen y no causen problemas mayores a la hora de correr.
Si situáramos las lesiones en una línea recta de colores, tendríamos en un extremo el color rojo con aquellas lesiones que son graves y que obligan a desistir del entrenamiento en atletismo, como por ejemplo, las fracturas de estrés.
En un punto intermedio podríamos situar las lesiones de color amarillo, aquellas situaciones en las que no existe una lesión como para dejar de correr pero tampoco el corredor se encuentra en plena forma.
En el extremo contrario estará la zona ver de lesiones, que incluiría aquellas que implican dolores transitorios y leves, pero que no impiden seguir con el plan de entrenamiento establecido.
Para cualquier corredor, situarse en la zona roja implica una serie de emociones negativas que podrían hacerle abandonar su meta, pero si al primer dolor se reacciona de la forma más adecuada, será fácil remontar y volver a instalarse en la zona verde, que es la que resulta confortable para cualquier corredor de atletismo.
Reduciendo los kilómetros a correr, analizar la intensidad de las carreras, comenzar un tratamiento de fisioterapia deportiva, o poner en marcha estrategias de prevención de lesiones como pueden ser realizar ejerció de manera regular y realizar estiramientos adecuados, pueden ser formas de alejarse de la zona roja eficazmente.
La zona amarilla resulta muy amplia sin que sea el deseo de los atletas, y es donde se albergan la mayoría de las lesiones que según la decisión que se tome respecto a ellas, podrán avanzar hasta la zona verde, o bien convertirse en lesiones de zona roja que obligarían a retirarse al corredor.
Dentro de la llamada zona amarilla existen siete lesiones principales que pueden ser cruciales en la vida activa de un corredor de atletismo, y son las siguientes: Síndrome del estrés femoropatelar, que se trata de una inflamación del cartílago rotuliano posterior, y que afecta a cerca de la mitad de los corredores que ejercen carreras de largo recorrido, al subir escaleras o pendientes y al estar sentados durante mucho tiempo.
Por otro lado, la tendinopatía aquílea, que consiste en la inflamación del tendón de Aquiles, y que ocasiona hasta un 12% de las lesiones de los corredores habituales de atletismo.
Molestias generales en los tendones, que suponen un 7% de la población de corredores afectada. La fascitis plantar supone un total del 15% de las lesiones más comunes, se trata de un dolor que recorre todo el pie desde la base del talón, y donde los tendones sufren microrroturas o procesos inflamatorios, que finalmente causan dolor agudo.
También la periostitis tibial es una lesión que con un cambio de calzado adecuado al tipo de pie que se tenga, se podrá superar con éxito, al mismo tiempo que aumentar el número de kilómetros de carrera también sería positivo.
El síndrome de la cintilla iliotibial o rodilla del corredor, consiste en una inflamación que comienza en la cadera y baja hasta el compartimento externo de la rodilla, y que suele ocurrir cuando se aumenta el número de kilómetros a recorrer de manera brusca, o cuando se entrena con muchas pendientes o en suelo de pista.
Por último, las fracturas por estrés son aquellas que acontecen por sobrecarga de entrenamiento, no por caídas o golpes, y los lugares más frecuentes son el calcáneo, los metatarsianos o la tibia. En estos casos, la gravedad de la lesión es tal que puede llegar a hacer que el corredor quede retirado de su entrenamiento durante una larga temporada.