Cambio de coordenadas
Sólo lo puedo decir de una manera: La consulta popular a realizarse el próximo 1° de agosto es absolutamente necesaria. Tiene todas las fallas habidas y por haber, además aplaudo todas las voces críticas -incluso las alucinantes-; sin embargo, el significado detrás de la consulta es más importante que los resultados. Intentaré explicarme.
Primero, la pregunta. Es completamente cierto que la ‘pregunta’ ampliada y corregida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación es un sinsentido mayúsculo. La mera interrogación sobre si se deben o no ‘hacer acciones pertinentes con apego al marco constitucional y legal’ es un despropósito para las autoridades cuya exclusiva función es precisamente aquella. Tienen razón -aunque parcialmente- quienes afirman que la aplicación de la ley vigente no debe ponerse a consideración popular; sólo hay que recordarles que, en una democracia, la participación ciudadana y la representación popular justamente configuran la ley, sus alcances e incluso las ocasiones en que se puede excusar su aplicación.
Consultas de esta naturaleza casi siempre se homologan a la amnistía; solo que, a diferencia del indulto (mecanismo de gracia otorgado por una autoridad personalizada en un funcionario o líder), la consulta pública se ha usado en otras naciones para moderar la acción de la ley a favor de la construcción de paz o reconciliación. Algo que México requiere con urgencia.
Segundo, el momento. Las crisis sanitarias, económicas y de inseguridad en México parecen alcanzar niveles no vistos. No importa cuán nocivas, destructivas y corruptas fueron las administraciones anteriores, es claro que las gestiones actuales están completamente rebasadas: en gran medida por la falta de profesionalismo en la operatividad, pero también por el excesivo centralismo que prioriza la pureza ideológica antes que la eficiencia. Una consulta para investigar y juzgar a delincuentes del pasado es la última de las preocupaciones que tanto el gobierno como la ciudadanía deberían tener. El histórico apoyo de más de 30 millones de mexicanos en 2018 al proyecto de López Obrador habría bastado y sobrado para legitimar la formal persecución de traidores y defraudadores de la nación.
Me parece que, para cualquier persona sensata, el gasto de 528 millones de pesos en la consulta popular es un lujo que no se puede dar una nación cuyo sistema de salud agoniza, cuya economía sufre o cuya seguridad palidece por presiones criminales internas y diplomáticas externas. Como sea, hay que reconocer que el gasto actual para la consulta es casi tres veces menor que el solicitado originalmente por el INE.
En conclusión, es cierto que la pregunta es inútil y el momento para la consulta el más desafortunado, pero estoy convencido de que el ejercicio es necesario. Las consultas, los plebiscitos, referendos y demás mecanismos de escucha de la opinión ciudadana principalmente miden la temperatura de las inquietudes sociales. Casi todos estos mecanismos tienen -o deben tener- mínimos para su realización (una autoridad o un ciudadano puede convocarlos con cierto número de adherentes individuales o gremiales), pero también mínimos para obligar a las autoridades a acatar el mandato popular (un porcentaje específico de votantes y una mayoría representativa de tal porcentaje).
Sin embargo, la experiencia en otras naciones nos indica que incluso si no se alcanza la votación mínima o aun cuando la ciudadanía rechaza la propuesta en cuestión, la participación o falta de esta ofrece una estampa bastante útil de la conciencia ciudadana, de sus verdaderas preocupaciones o de la indiferencia ante ciertas agendas. Hay casos en los que, la voz de unos pocos conmueve a las autoridades (no por conciencia sino por cálculo) para responder paralelamente a los disgustos y reclamos que manifestaron en una consulta inútil o perdida.
Hay futurólogos que desde ahora apuestan que los simpatizantes de Morena y López Obrador votarán masiva e irreflexivamente por el sí en la próxima consulta; y que los opositores no votarán e intentarán boicotear el ejercicio popular. Dicen que es reflejo de la polarización que le resulta útil al mandatario; lo que no dicen es que su posición también alimenta la polarización que les es igualmente útil para sus incesantes diatribas al presidente.
Me preguntó qué pasaría si la consulta popular llegara a alcanzar altos niveles de participación y, aún más, si el ‘No’ obtuviera una sólida representación ciudadana. Tanto el gobierno como la oposición saben que su trabajo es más sencillo en un contexto polarizado, en blanco y negro, de héroes y villanos; pero ¿qué sucedería si la consulta popular es un éxito y la ciudadanía asumiera estos ejercicios como una verdadera voz democrática participativa? ¿Qué sucedería si esa misma ciudadanía da una negativa a la agenda de venganza o distracción política? ¿Qué pasaría si la consulta se confirma como un ejercicio libre del pueblo, a pesar los malabares lingüísticos de la Corte, a pesar de los siempre abultados presupuestos solicitados por el INE, a pesar de la maña de la Presidencia y a pesar de los perversos políticos oportunistas? ¿No sería eso madurez democrática ciudadana? ¿No es esto claramente necesario para evitar vaivenes autocráticos futuros?
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe