Líneas Quadratín
Con una ingenuidad que raya en la estulticia, el más votado de los partidos de oposición en México, el PAN, sorprende “a su clientela” con el cuento de un supuesto “dialogo” con el gobierno de López Obrador.
Y se trata de un presunto diálogo porque más bien se trata de una vulgar claudicación; un intento “embozado” por avalar la dictadura de López a cambio de migajas.
Incluso el aparente esfuerzo negociador de los jerarcas panistas con el gobierno federal fue aplaudido por el propio Obrador –lo que confirma el tamaño de la claudicación–, quien le mandó un mensaje al PRI, “para que aprenda” las artes de la sumisión al poder absoluto.
Pero vamos por partes.
¿Por qué el presunto diálogo entre el PAN y el presidente López es un acto de candidez que no “moderniza” sino que “moreniza al PAN?
Porque sólo los político ciegos, sordos y candorosos –como los del PAN–, pueden creen en la palabra de un presidente, como López Obrador, que en sólo 36 meses ha dicho tantas mentiras como muertes violentas ha producido su gobierno.
Porque sólo políticos ingenuos y ambiciosos sin límite, como Santiago Creel y Marko Cortes, pueden creer en la palabra de un presidente que, como candidato, no solo cosechó la mayor cantidad de votos, sino que a tres años es el campeón en las promesas incumplidas.
Porque sólo dirigentes, legisladores y políticos estultos, como los del PAN, pueden esperar que resulte positivo el diálogo con un mandatario que persigue a su ex presidente partidista y ex candidato presidencial, Ricardo Anaya, al que amenaza con llevar preso.
Porque sólo la estulticia política de Marko Cortes y de Santiago Creel, entre otros, supone que puede resultar productivo un acercamiento con el presidente cuyos crímenes de Estado escandalizan al mundo.
Porque sólo a los políticos de utilería, como los panistas, se les ocurre una alianza con el gobierno que arruina al país y a millones de mexicanos.
Porque en lugar de un dialogo y una alianza, los líderes del PAN, sus legisladores y sus simpatizantes debieran ser lo principales promotores de un juicio político contra el gobierno criminal de López Obrador; un mandatario culpable de por lo menos un millón de muertes, entre fallecidos por la pandemia, por la violencia, por feminicidios, por la carencia de medicamentos contra el cáncer y porque alienta el imperio criminal en más de la mitad del país.
Y porque sólo un puñado de políticos irresponsables –como Marko Cortés y Santiago Creel–, siguen los pasos de sus ex presidentes de partido, Germán Martínez y Manuel Espino; quienes al primer billete que les metieron a la boca traicionaron el ideario del PAN y se volvieron convencidos populistas que aplauden a rabiar al dictador López.
Pero si no son suficientes las anteriores razones –para entender que el diálogo entre el PAN y la dictadura de López es una auténtica estulticia–, entonces vamos al concepto de oposición.
El PAN es uno de los más antiguos partidos opositores; es padre fundador de la oposición y semilla de la naciente democracia mexicana.
Pues el diálogo con el tirano de Palacio no es otra cosa que la negación de lo que significa no sólo un partido opositor sino el peso histórico del Partido Acción Nacional.
Y es que la ingenuidad de los “capos” del PAN llega a tal extremo que suponen que luego de traicionar el concepto de partido opositor y de sepultar la historia de Acción Nacional, los ciudadanos seguirán creyendo en líderes que grita a los cuatro vientos que se vendieron al mejor postor.
¿Se vendió el PAN al mejor postor?
En efecto, los jefes del partido azul claudicaron de su papel histórico de oposición y hoy se han doblado a los intereses del sátrapa gobierno de López Obrador, gobierno al que se sumarán para destruir la democracia.
¿Qué habría dicho Gómez Morín, el fundador del PAN, frente a la claudicación del panismo frente al populista López?
Y si aún lo dudan, van las prueba del ácido.
La dirigencia panista de Marko Cortes se pudrió cuando utilizó los mismos métodos golpistas de Morena y de AMLO para reelegirse y para imponer a sus amigos en candidaturas a puestos de elección popular.
En pocas palabras, el PAN no vive un proceso de “modernización”, sino de “morenización” que lo aleja de su papel histórico como padre de la democracia partidista.
Al tiempo