Libros de ayer y hoy
Es posible que algunos recuerden la imagen de la mujer golpeada en público y que también, de manera pública, defiende “a su macho” cuando un extraño intenta impedir la golpiza.
“¡No se meta, es mi esposo y tiene derecho a pegarme!”, dice la mujer a aquel que intenta impedir que sea golpeada.
Los científicos del comportamiento lo llaman como “Síndrome de Estocolmo” –, y se define como una alteración emocional que lleva al secuestrado, al golpeado y al violentado –o violentada–, a terminar por amar al secuestrador, al golpeador o al violentador.
Pues esa imagen es la misma que de manera vergonzosa vimos en días recientes entre académicos, directivos y estudiantes de la UNAM.
En efecto, el presidente López Obrador los insulta, ofende y golpea de manera pública –incluso en cadena nacional de televisión–, y la mayoría de estudiantes, académicos y directivos guardan silencio.
Peor aún, no faltaron universitarios que incluso aplaudieron la golpiza presidencial y hasta insultaron a los críticos del presidente.
¿Imaginan la escandalera si Fox, Calderón o Peña hubieses insultado de esa manera a los universitarios?
Sí, se habrían parado de pestañas y habrían sido memorables las manifestaciones, los paros y cierres de escuelas; se habrían lanzado al vandalismo como ocurrió con los dizque “gasolinazos”.
Pero no, hoy la mayoría de universitarios callan a pesar de la golpiza, a pesar de que el “macho de Palacio” por el que votaron atenta contra la autonomía universitaria.
¿Volverían a votar los universitarios por su violentador?
Y lo mismo ocurre con los grupos feministas, a quienes López Obrador calificó de “moda neoliberal” para distraer a los ciudadanos.
Sí, grupos feministas que luego del insulto presidencial agacharon la cabeza y, de igual manera que la mujer golpeada del nuestro ejemplo inicial, no faltaron quienes salieron en defensa “del macho golpeador”.
En el extremo, algunas feministas recurrieron a maromas impensables para justificar el discurso presidencial contra la igualdad y se lanzaron contra aquellos que advirtieron del peligro fascista del retrogrado presidente López.
Feministas que votaron por Obrador en julio de 2018 y a quienes hoy su presidente violenta en “la mañanera” y que, luego de “la revolcada”, se levantan para defender a su “macho golpeador”.
¿Y qué decir de la golpiza a los defensores de la ecología, de los bosques, de la tierra y de quienes luchan por impedir el cambio climático?
Un centenar de ellos han sido asesinados en todo el país, en los primeros 35 meses del gobierno de AMLO y nadie dice nada; no pasa nada.
Y quizá lo más deleznable es el dizque Partido Verde, pisoteado, violentado y vapuleado todos los días y que se levanta, se sacude el traje verde y le aplaude a su presidente golpeador.
Pero sin duda las palmas se les lleva la llamada “izquierda mexicana”; espantajo que por décadas luchó por los derechos humanos, por la igualdad, por la defensa de los bosques, por la autonomía de la UNAM… y cuyos próceres hoy esconde la cabeza, voltean para otro lado y tragan sapos y serpientes en defensa de su “presidente de izquierda”.
Claro, defienden la pertenencia de López dentro de la geometría política de izquierda porque es la talega que les da de comer y manos libres para robar a manos llenas, a sabiendas de que Obrador es un fascista de derecha.
Lo peor del caso es que todos los sectores que a diario insulta el presidente Obrador, desde su púlpito mañanero, en realidad son rehenes voluntarios de su propio fanatismo.
Sí, muchos universitarios, muchas feministas, muchos ecologistas y muchos defensores de los derechos humanos son golpeados, sobajados, violentados y no sólo esconden la “violencia intrafamiliar que viven” sino que –igual que las mujeres golpeadas–, en público deben poner buena cara, sonreír y aplaudir a su “macho golpeador”.
¿A cuantos políticos, universitarios, líderes, activistas y militantes de izquierda conocemos en esa vergonzosa condición?
Al tiempo.