Líneas Quadratín
Como se dijo en la entrega anterior, un cínico Manuel Bartlett culpó de la “caída del sistema” –en las presidenciales de 1988–, al presunto “amasiato” entre el PAN y Carlos Salinas.
Como también se explicó, el presidente Miguel de la Madrid y su principal empleado, Manuel Bartlett, “manosearon” de tal manera la elección de julio de ese año, que fue imposible saber el tamaño y alcance del fraude.
Lo cierto es que en el Colegio Electoral de 1988, diputados electos, como Juan Miguel Alcántara Soria, demostraron que el “manoseo electoral” de julio de 1988 no sólo favoreció al candidato Carlos Salinas, sino al aspirante del Frente Democrático Nacional (FDN), Cuauhtémoc Cárdenas.
En efecto, Alcántara Soria ofreció las pruebas del “cochinero electoral” en la misma tribuna de San Lázaro –lo que se puede consultar en la memoria parlamentaria de la época–, ya que mientras que en las entidades más apartadas del sur y sureste del país se manipuló el voto a favor del PRI, en otras regiones el voto fue inducido a favor de Cárdenas.
SÍ, el viejo y el nuevo PRI de la época habían operado de manera tramposa en la contienda electoral del mítico 1988.
Y la mejor evidencia es una entrevista colectiva de prensa, de Luis H. Álvarez, entonces presidente del PAN –publicada el 22 de enero de 1983 en diversos diarios–, en la que reconoció que “era humanamente imposible saber quién había tenido la mayoría de los votos en la elección de 1988… es probable que Salinas, es probable, pero nada más eso”.
Luego, el jefe de Acción Nacional reveló que su partido “no se sumó a Cuauhtémoc Cárdenas, porque aquí entre nos, no teníamos la seguridad de que hubiera ganado… nos llegó información de cómo se ayudó a Cárdenas en Baja California, Michoacán y Veracruz. Él recibió votos producto de la alquimia, de la burocracia”.
Pero fue más allá al revelar las venganzas de Salinas: “¿Por qué creen ustedes que (Salinas) quitó a los gobernadores de Baja California, Michoacán y de otros lados? ¿Por qué persiguieron a “La Quina”? ¿Por qué Porfirio Muñoz Ledo se negó a que se abrieran los paquetes electorales de senador? Sí, todo fue un cochinero”, dijo el jefe del PAN en aquel año.
Frente al “cochinero” electoral de 1988, el PAN y su excandidato, “Maquío” Clouthier, emprendieron una post-campaña para denunciar el fraude electoral por todo el país; periplo que terminó en el Zócalo capitalino.
Sí, la noche del 16 de noviembre de 1988, ante un Zócalo pletórico –y una vez que Clouthier anunció el fin de su post-campaña electoral–, Luis H. Álvarez leyó ante la multitud el “Compromiso Nacional por la Legitimidad y la Democracia”.
¿Y qué era eso?
Poca cosa, era un pacto entre el PAN y el presidente electo, Carlos Salinas; un acuerdo que consistió en “legitimar en el ejercicio del poder” al “ilegítimo presidente” del nuevo gobierno?
¿Y a cambio de qué tal pacto?
A cambio de que Salinas iniciara “la transición democrática” y que en su programa de gobierno incluyera la parte sustantiva de las propuestas de Acción Nacional, en materia política, electoral, económica y social.
Reputados columnistas de la época, como el influyente Francisco Cárdenas, motejaron tal acuerdo como “las concertacesiones”.
Y es que, en efecto, se trató de un acuerdo político en donde el PRI y el salinismo concedieron todo lo que el PAN exigió, a cambio de obtener la legitimidad perdida.
Así, mientras que el PAN reconocería la presidencia de Salinas –que en rigor carecía de legitimidad de origen–, Salinas iniciaría la transición democrática, con nuevas reglas electorales, con un padrón nuevo y confiable, con credencial de elector con fotografía, con nuevas reglas electorales y, sobre todo que el nuevo gobierno dejaría en manos ciudadanas el manejo de las elecciones y aceptaría fuertes sanciones por el uso y abuso del dinero público y de la propaganda oficial para fines partidistas.
Incluso, en tal acuerdo también se pactó el germen de la CNDH y el restablecimiento de las relaciones entre México y el Estado Vaticano.
Pero no era todo, el gobierno de Salinas se comprometió a sacar las manos de las elecciones que en ese tiempo estaban en puerta: Baja California, Jalisco, Guanajuato y San Luis Potosí, entre otras. Y Salinas cumplió todo.
En efecto, luego de aquel mítico proceso electoral de 1988, más que “un amasiato”, Carlos Salinas y Manuel Bartlett, además de Manuel Camacho y Marcelo Ebrard, entre muchos otros, aceptaron una suerte de “cogobierno” entre el PRI y el PAN.
Dupla que luego fue motejada de manera maniquea como “PRIAN”.
Pero que nadie se escandalice.
¿Por qué?
Porque igual que el PAN en 1988, en 1996, López Obrador pactó un “amasiato” con el presidente Ernesto Zedillo.
Y esa historia se las platico mañana.
Al tiempo.