Libros de ayer y hoy
Ya está en el escritorio de López Obrador la postura oficial de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá sobre la reforma eléctricas que el presidente mexicano propone al Congreso.
Y se trata de un rotundo “no” por parte de los socios comerciales de México, quienes amenazan incluso con una fuerte sanción internacional que dejaría sin efecto buena parte del T-MEC.
Por eso, el montaje del propio presidente mexicano en la mañana del pasado jueves –21 de octubre–, cuando benevolente les dijo a los congresistas mexicanos que podían hacer cambios a la propuesta, pero sin afectar el sentido original de su iniciativa.
Así lo dijo: “Pues sí, si se aceptarían cambios, siempre y cuando se mantenga la esencia de la iniciativa. ¿Cuál es la esencia de la iniciativa? Que la industria eléctrica sea estratégica y propiedad de la Nación, de todos los mexicanos y que la generación, la distribución de la energía eléctrica, no tenga propósitos de lucro”.
Lo cierto, más allá de la retórica presidencial “engañabobos”, es que la reforma eléctrica de López está condenada a muerte, en especial porque no alcanza siquiera los consensos mínimos entre los propios diputados y senadores de Morena y menos logra unificar a sus más importantes alidos en torno a su aprobación.
Peor aún, se trata de una enmienda constitucional que no pocos “animales políticos” –en riguroso sentido aristotélico–, ya utilizan como herramienta de presión y, en especial, a manera de moneda de cambio para impulsar sus afanes presidenciales en el catalizado 2024.
Por ejemplo, el senador “morenista”, Ricardo Monreal ya mandó los mensajes que considera obligados para inclinar la balanza del “dedazo presidencial” a su favor.
Claro, total apoyo a la reforma, a cambio de que “el dedo del señor” señale al jefe de los senadores de Morena como el elegido para el 2024; bendición a cambio de la garantía de que en el Senado, el partido oficial y los suyos empujarían con toda una reforma eléctrica que saben muerta y que pretende ser la bandera de AMLO para estar en la historia.
Y gracias a esa presión electorera, desde Palacio se decidió un repentino cambio de señales y el propio Obrador dijo que aún no había nada para nadie
en el relevo presidencial del 2024 y menos existía un favorito; en alusión a su abierta inclinación favorable a la señora Claudia Sheinbaum.
Así lo dijo el martes 12 de octubre: “No tengo ningún preferido, o ninguna preferida hablando en términos de pluralidad y de género”.
Sin embargo, los verdaderos misiles contra la reforma de López vienen de fuera, en especial de Estados Unidos y Canadá, cuyos gobiernos han reaccionado no sólo por canales diplomáticos sino, sobre todo, a través de los sus congresos y de las empresas que se verían afectadas.
Por ejemplo, en el reciente encuentro de López con John Kerry –19 de octubre–, el enviado presidencial de EU para el cambio climático le hizo llegar un mensaje claro al mandatario mexicano: el gobierno de Biden “no comparte la Reforma Eléctrica” de AMLO.
A su vez, congresistas norteamericanos mandaron una carta al embajador de EU en México, Ken Salazar, en la que señalan que las acciones que ha tomado el gobierno de Orador –con la iniciativa eléctrica–, afecta a los productores de energía estadounidenses a favor de las empresas estatales, como la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Consideran que algunas medidas del Gobierno mexicano sobre las energías renovables son un ejemplo sobre los problemas que les preocupa.
Así lo dijeron de manera textual: “Una apropiada implementación del T-MEC es una alta prioridad y los Estados Unidos debe comprometerse en todos los niveles de Gobierno para asegurar que el pueblo estadounidense pueda cosechar todos los beneficios de este importante acuerdo.”, reiteraron los congresistas.
A su vez, las cámaras de comercio canadienses tienen listas decenas de demandas contra el gobierno de México por incumplimiento del T-MEC, mismas que procederán un minuto después de que el Congreso mexicano decida aprobar la Reforma Eléctrica.
Sí, una enmienda constitucional que está condenada a muerte, a pesar de las presiones del locuaz presidente Obrador.
Al tiempo.