Líneas Quadratín
En los corredores de Palacio se fragua un “fratricidio” político.
Es decir, que los hijos políticos del “rey de Palacio” pelean a muerte por la herencia política del padre.
¿Y cual es la herencia que desata la desalmada pelea?
Sí, la candidatura presidencial para el aún lejano 2024.
Y a pesar de que parece una pelea desigual, entre una hermana y un hermano, lo cierto es que la disputa es a muerte, entre los preferidos de Palacio: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.
Y se trata de una batalla temprana y temeraria porque los dos saben que es la última oportunidad; la última llamada.
Contienda que, sin embargo, podría dejar a los dos tendidos en medio de la plaza pública.
Pero vamos desde el principio.
Todos saben que quien mata a su padre es conocido como “parricida”.
Y el que mata a su hermano es señalado como “fratricida”.
Y también saben que, en política, el que a hierro mata, a hierro muere.
Y son obligatorias las definiciones porque hoy, en lo más alto del poder en México, en Palacio, se vive un intento temprano de “fratricidio”.
Es decir, la eliminación política de uno de los hermanos para, con ello, heredar todo el poder; el poder de Palacio.
Sí, los preferidos y más aventajados para competir por la sucesión presidencial adelantada en México, han iniciado una feroz escaramuza a muerte; guerra que, por necesidad terminará con la vida política de uno y, en el extremo, de los dos hermanos que compiten por la herencia del padre.
Y en ese combate sin tregua –pelea pública que han protagonizado, en ese orden, la señora Claudia Sheinbaum y su hermano de establo, Marcelo Ebrard–, los codiciosos hermanos pueden acabar no solo con su respectivo competidor sino con la manada completa.
Sí, porque si no existen reglas y si no aparece la sensatez del padre, los hermanos acabarán con todo y no habrá herencia política que disputar.
Así, por ejemplo, la hermana y jefa de la CDMX, Claudia Sheinbaum, lanzó el primer golpe; una filtración al reputado The New York Times, para exhibir a su hermano de gabinete, Marcelo Ebrard, como lo que siempre ha sido; un mal gobernante y un pillo de siete suelas.
El golpe pegó no solo “en los bajos”, del también canciller, sino en la confianza, la estabilidad y la credibilidad de todo el gobierno de Obrador
En otras palabras; la señora Claudia Sheinbaum también coqueteó con la posibilidad de un parricidio político; la eventualidad de matar al padre.
En el lado contrario, Marcelo Ebrard respondió con la misma fórmula; el intento de fratricidio –matar a su hermana de gabinete–, lo que, por casualidad, también se convirtió en un intento de parricidio.
Y es que Marcelo Ebrard movió sus tentáculos mediáticos para difundir una supuesta indagatoria en la que la familia de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, aparece con cuentas bancarias en paraísos fiscales.
Es decir, que según el canciller Ebrard, entre los preferidos de Palacio existen transas, corruptos y rateros que se llevan a los paraísos fiscales el dinero que saquen en el gobierno de AMLO, lo que convierte a Morena y al presidente en la peor escoria política.
Pero entre los políticos de la llamada izquierda, del PRD y ahora de Morena, no es nuevo que en cada elección algún político intente matar al hermano incómodo o al padre obstáculo.
Así, por ejemplo, hace 20 años, el 20 de diciembre de 2001, en el Itinerario Político titulado: “PRD: parricidio político”, documenté que el joven líder y jefe de gobierno del entonces GDF, mató a su padre político, para convertirse en el “mandamás” del PRD.
En efecto, López Obrador cometió “parricidio político” contra su padre, Cuauhtémoc Cárdenas, para apoderarse del PRD y de la candidatura presidencial de 2006.
Luego, AMLO cometió “fratricidio” contra Rosario Robles, su hermana de partido, a la que le debía todo y que había sido obstáculo para la elección de 2012. Incluso, hoy la señora Robles es la primera “presa política” de la dictadura de Obrador.
También en los previos a 2018, documentamos que Marcelo Ebrard no se atrevió al “fratricidio” político contra López Obrador, quien le pagó con el puesto de Canciller en el actual gobierno.
Sin embargo, el que sí cometió “parricidio político”, fue Miguel Mancera, el ex jefe de gobierno, quien llegó a la política y a la jefatura del GDF, gracias a Marcelo, a quien obligó a salir del país.
Otro “parricidio político” memorable fue el de Ricardo Anaya contra su padre político, Gustavo Madero, a quien no solo traicionó, sino que persiguió.
En efecto, en política, las luchas del poder y por el poder, incluye matar políticamente al hermano o al padre.
Y en el arte de los crímenes políticos, López Obrador es un maestro.
Al tiempo.