Líneas Quadratin
RICARDO ALEMAN
Algo muy grave está pasando en Palacio, en el gobierno de López Obrador.
¿Por qué?
Porque de manera repentina, parece que el presidente y todo su gobierno, tienen la cabeza en los pies.
Es decir, el gobierno de Obrador rechaza hoy aquello que por décadas exigió, cuando era oposición.
Y para entender la gravedad del tema, vale recordar que Obrador siempre exigió hablar con la verdad a los medios, y a los periodistas.
Hoy, sin embargo, Obrador aplaude a los medios, a la prensa y a los periodistas que mienten, engañan y ocultan la verdad y la tragedia en la que se ha convertido su gestión; un fracaso total.
Sí, la izquierda mexicana y Obrador siempre exigieron que tanto los presidentes como las instituciones del Estado dijeran la verdad; siempre reclamaron que llegaran al poder presidentes con ideas, preparación, objetivos, congruencia y, sobre todo, que hablaran con la verdad..
Curiosamente, ya en el poder, López Obrador es el presidente más mentiroso, el que reconoce que no prepara nada de lo que dice en sus ¨mañaneras” y se exhibe como el más incongruente y mas mentiroso.
Sí, parece que hoy el poder presidencial mexicano tienen la cabeza en los pies; parece que olvidó la congruencia, los principios y parece que no recuerda que se deben a la sociedad; que prometió que serían los mejores, los más honestos, transparentes y los más preparados.
Y vale recordar que durante buena parte de la segunda mitad del siglo pasado –sobre todo ente las décadas de los años 60 y 90–, la llamada izquierda satanizó –con toda razón–, a periodistas y medios, a los que acusaba de “prensa vendida”.
Y es que durante el gobierno de Días Ordaz y en las gestiones populistas de Luis Echeverría y López Portillo, menudearon los controles autoritarios a los medios, en general y, en particular, a la prensa y a los periodistas.
En esos años no había movilización popular o callejera sin el grito emblema de “¡prensa vendida…!”, y “¡prensa corrupta, ¿cuándo vas a decir la verdad?”.
Pero la anterior era solo una parte. El repudio popular a “las televisoras” era aún más extremo ya que Televisa y Azteca eran cuestionadas con mayor severidad, al grado de que la televisora de Azcárraga era motejada como “la caja idiota” y el estribillo callejero rezaba un sonoro: “Televisa te idiotiza”.
Años después, Televisión Azteca –de Ricardo Salinas–, fue motejada como “Azteca te apendeja”.
Más aún, durante las elecciones presidenciales de 1988, el candidato del PAN, Manuel Clouhtier, promovió “un boicot” contra la televisora de Chapultepec 18, ya que negaba la cobertura informativa a los candidatos de los partidos opositores.
En esos años todos los noticieros se volcaban a exaltar al PRI, en una abierta censura a los aspirantes presidenciales de oposición.
Por eso, el popular “Maquio” –como motejaban los panistas a su candidato presidencial–, encabezo marchas y plantones contra Televisa, frente a sus instalaciones, en las que portaba un tapabocas que simbolizaba la censura oficial, al tiempo que llamó a un boicot publicitario, para exigir que la televisora diera cobertura a su proselitismo presidencial.
Al final, las protestas terminaron cuando “las televisoras y las radios” cedieron y dieron cobertura a los candidatos presidenciales de oposición.
Eran los tiempos en que “El Tigre” Azcárraga –propietario de Televisa–, se autoproclamó “soldado del PRI” y “soldado del presidente–, lo que fue criticado con una severidad pocas veces vista, sobre todo por los grupos políticos de las llamada izquierda mexicana.
También eran los tiempos del florecimiento del semanario Proceso y de los diarios Unomásuno y luego La Jornada, que se habían convertido en los pocos medios que daban cobertura a los partidos y candidatos presidenciales opositores y que criticaban los excesos de los gobiernos del PRI y el clientelismo de sus candidatos al poder presidencial.
Hoy, sin embargo, el gobierno mexicano parece estar de cabeza.
¿Por qué?
Porque parece que el presidente tiene la cabeza en los pies, porque López Obrador no solo cuestiona la libertad de expresión sino a la prensa que reporta puntual sus fracasos y desaciertos, mientras que los otrora furiosos críticos de la censura oficial, aplauden la censura que promueve AMLO.
Es decir, resulta que un presidente que se dice de izquierda y que por décadas fustigó a la “prensa vendida” y exigió que la prensa y los periodistas dijeran la verdad, hoy se enoja y cuestiona a los medios porque dicen la verdad; porque cuestionan al poder presidencial de la dizque izquierda.
Sí, por increíble que parezca, al presidente Obrador –el que por décadas exigió a la prensa, a los medios y a los periodistas decir la verdad–, hoy le enoja, le molesta y le irrita que los medios digan la verdad sobre los fracasos de su gobierno y los crímenes de Estado producto de la pandemia.
Obrador llegó al extremo de satanizar a los medios, a los periódicos y a los periodistas que reportan el día a día y la evolución de la pandemia; que cuestionan el elevado número de muertos y, sobre todo, el fracaso de las políticas públicas frente al Covid-19.
¿Qué quería de los medios, de la prensa y de los periodistas, el presidente, en tiempos de pandemia?
Él mismo lo dijo; esperaba “solidaridad”.
Es decir, esperaba la complicidad de los medios, de la prensa y de los periodistas; esperaba que fueran “soldados del presidente” y “soldados de Morena”, como en los viejos tiempos de Azcárraga.
Pero el extravío presidencial llegó al extremo cuando el propio Obrador reconoció, el pasado miércoles, que en sus mañaneras habla sin saber de lo que habla; opina sin conocer de lo que opina y parlotea sin tener la información de lo que dice.
Sí, el gobierno de López Obrador tiene la cabeza en los pies.
Al tiempo.