Líneas Quadratín
Así respondió un político de estrecha cercanía con Palacio –cercano a López Obrador y a Morena–, a la pregunta directa sobre el fondo del mensaje presidencial, de que los periodistas críticos debían –debíamos–, prepararnos para cooperar con su gobierno.
No dijo más el político. Sin embargo, el viejo refranero popular tiene una mejor respuesta: “¡Al buen entendedor, pocas palabras!”.
Y, en efecto, en pocas palabras, la conclusión es que un furibundo y autoritario López Obrador no tolera más la crítica a los fracasos de su gestión y, por tanto, su reacción es propia de un dictadorzuelo de pacotilla; “el terrorismo fiscal ejemplar”.
¿Y qué significa eso…?
Que en cualquier momento veremos las dictatoriales persecuciones presidenciales –como la que lanzó el poder contra Rosario Robles–, pero contra dueños de medios y contra periodistas críticos.
Pronto veremos la venganza del presidente Obrador –disfrazada de persecución fiscal–, pero ahora contra las empresas de medios que, a pesar de todo, aún sostienen a los pocos críticos.
Veremos el terrorismo fiscal contra los periodistas que siguen en la línea crítica; contra intelectuales, contra pequeñas páginas digitales y hasta contra los influyentes críticos de redes sociales.
Si, veremos la persecución fiscal –llevada al extremo de la prisión–, a manera de sanción ejemplar –mensaje de terror–, que es el típico recurso de las dictaduras populistas, de todas las latitudes, para callar a la prensa libre y a los disidentes, sean periodistas, sean políticos.
Pero vale preguntar: ¿Por qué Obrador recurrirá el terrorismo fiscal?
Porque la desesperación oficial muestra a un López Obrador fuera de sí, no sólo víctima de su propia derrota moral, sino de una derrota mental y hasta emocional que lleva a su gobierno al colapso.
Pero hagan ustedes mismos el juicio de lo que dijo Obrador, apenas el pasado 2 de julio, en su arenga contra los críticos de fallido gobierno.
Dijo a sus críticos: “que se vayan preparando porque estoy buscando la manera de que cooperen, porque para ellos atacarme es una empresa lucrativa.
“¿Cuánto les dan para atacarme…?
“Ganan por eso, entonces deberían de cooperar con algo… de lo que les pagan, porque son prensa vendida o alquilada, que ayuden en algo…
“Ya no digan un millón, si son 500 mil, que nos den 50 mil…”.
El mensaje es claro. ¡A prepararse, señores críticos del fracaso de AMLO, para entregar “un moche” al propio presidente López Obrador!
¿Y por qué pagarle “un moche” al presidente mexicano?
No, que nadie se equivoque. Lo cierto es que Obrador no dice nada sólo por ocurrencia momentánea; tampoco cree o imagina que, en realidad, quién sabe quién les paga, quién sabe cuántos millones, para quién sabe qué intereses perversos.
No, el presidente mexicano no busca “un moche” y tampoco regalías por la crítica a su fallido gobierno. Y menos pretende compartir los pingües negocios de la supuesta o real corruptela periodística. No, el presidente Obrador busca venganza, a secas.
Venganza contra los críticos que no se pliegan a sus locuaces decisiones de poder; venganza contra aquellos que por un lado aplauden sus locuras y que, por el otro lado, cuestionan y ridiculizan esas locuras.
Venganza porque cada día son más los críticos a los que no puede someter a su antojo; venganza porque cada vez son menos los aplaudidores –incluso de su claque–, que lo respetan y lo defienden y, venganza porque cada vez son más lo que confirman el fracaso llamado “Cuarta Transformación”.
Venganza porque si la crítica sigue como hasta ahora, en un año, en julio de 2021, Morena podría ser arrasada en las elecciones intermedias.
Por eso, la boba advertencia a sus críticos, de que se preparen para darle un moche al presidente, que no es más que una metáfora de la persecución de fondo; el terrorismo fiscal.
Pero ese tipo de persecuciones tampoco son una novedad. No, muchos presidentes la han ejercido; desde Echeverría, que se robó el diario Excélsior, pasando por López Portillo, que les gritó a los dueños de medios que “no les pago para que me peguen” y, hasta el tolerante y demócrata Ernesto Zedillo.
En efecto, Zedillo amagó con llevar a prisión al dueño de El Universal, Juan Francisco Healy Ortiz, a quien detuvo en un montaje espectacular y lo persiguió con el método del terrorismo fiscalmente. Al final, Juan Francisco no piso la cárcel y nunca se sometió al poder presidencial.
Hoy, AMLO amenaza con repetir la historia; el terrorismo fiscal contra los críticos de su fallido gobierno.
¿Lo permitirá la aún niña democracia mexicana?
Al tiempo.