Líneas Quadratín
Aquí lo hemos dicho desde hace años.
Lo dijimos, incluso, desde mucho antes de que López Obrador se convirtiera en candidato presidencial para la contienda del 2018.
El 7 de abril de 2014, titulamos el Itinerario Político, de entonces, de la siguiente manera: ¿Y cuándo matarán al INE?
Dijimos que por aberrante que pudiera resultar, obligaba preguntar sobre el futuro del naciente INE, ya que en la genética de los partidos y de los políticos –genética que los llevó a destruir al IFE--, existía una pulsión autoritaria, destructiva y nada democrática.
Es decir, que un tanto en broma y otro tanto en serio, entre los políticos de todos los partidos se jugaba una apuesta nada descabellada –en aquel 2014--, sobre la fecha de caducidad del INE que ellos mismos acababan de crear, para sustituir al IFE.
¿Y por qué apostar por la caducidad del naciente INE?
Por que si bien todos se decían fervientes practicantes de la democracia --demócratas de dientes para afuera, en aquellos años, igual que hoy--, también era cierto que todos querían el control del nuevo árbitro electoral, de manera especial el entonces PRD, en manos de López Obrador.
Y lo que dijimos aquel 7 de abril de 2014 --que al nacer el INE también empezaba la cuenta regresiva de su muerte--, parece cumplirse, de manera puntual, seis años después.
Y es que apenas ayer, ya como presidente, Obrador volvió a la carga para proponer la desaparición no sólo del Conapred y de otros órganos autónomos, sino que, sobre todo, el autoritario López ya no oculta sus pulsiones dictatoriales y nada democráticas y va por el control total del INE o, por lo menos, va por su desaparición.
Y el argumento preferido para proponer la desaparición del INE es el mismo que utiliza para destruir todos los órganos autónomos; que según AMLO no sirven para nada y que le quitan dinero al pueblo, como si el Instituto para el Béisbol, creado por AMLO, fuera de gran utilidad.
Lo cierto es que detrás del nuevo intento por destruir al INE, al Consejo Contra la Discriminación (Conapred), y a otros órganos autónomos, el propio presidente y su gobierno se inventaron un nuevo circo, ahora disfrazado de supuesta amnesia presidencial.
Pero no era amnesia y menos demencia senil del presidente.
Tampoco le preocupaba el supuesto “insulto” a la familia presidencial por parte de un comentarista de redes, crítico del gobierno federal y del presidente.
Y mucho menos se trataba de la presunta contradicción entre convocar a un foro contra la discriminación y, al mismo tiempo, invitar a quien –según la casa presidencial–, abiertamente discrimina.
No, el circo montado en Palacio en torno al Consejo Nacional para prevenir la Discriminación (Conapred) no fue más que un vulgar plan con maña; un plan para seguir con los afanes presidenciales para capturar y/o destruir al INE.
En efecto, se trató de un nuevo intento discursivo y mediático para pulsar el ánimo social a causa de la decisión presidencial de desaparecer a todos los órganos autónomos; pulsión oficial que se estrelló de nueva cuenta contra el infranqueable muro de la razón, en el caso del senador Ricardo Monreal.
Y es que el jefe de los senadores de Morena –y escudero presidencial en el Congreso–, se había empeñado, días antes, en desaparecer todos los órganos autónomos vinculados a la energía.
Los especialistas debieron darle una paliza en medios, para que reculara del nuevo intento dictatorial.
Por eso, frente a ese nuevo fracaso, apareció el escándalo en torno al Conapred. Y es que un exitoso crítico de redes, Chumel Torres, había sido invitado a un foro sobre la discriminación, precisamente organizado por el Consejo para Prevenir la Discriminación.
Entonces la casa presidencial montó un circo en torno a ese foro –como si no existieran más preocupaciones en el gobierno–, y Obrador aprovechó para ratificar que va por la desaparición de los órganos autónomos, en especial el IFE, al que se la tiene sentenciada.
Pero el circo mostró un rostro virtuoso que pocos vieron.
Sí, al cuestionar la irreverencia de Chumel Torres –calificada como discriminación–, la casa presidencial mostró su profunda vena autoritaria e intolerante para soportar una de las joyas sociales de la cultura democrática mexicana, de todos los tiempos.
Esa joya llamada crítica.
Y es que un gobierno que no entiende que el humor, sea en los trazos de los cartonistas, de los comediantes de carpa o de redes sociales no puede y no debe estar sometida a lo “políticamente correcto”.
Las armas del humorista crítico –se mediante el trazo, la vieja carpa, hoy llamado el Estand-Up Comed, o en redes sociales–, son precisamente la irreverencia, el sarcasmo, la burla y la ridiculización.
¿Imaginan a “Clavillazo”, a “Tín-Tan”, a “Cantinflas”, a “Los Polivoces”, al “Loco Valdés”; a los muchos comediantes mexicanos sometidos por lo “políticamente correcto” de la discriminación?
Al final, Obrador mostró de nuevo que lo suyo, lo suyo, es la intolerancia, la estulticia, la dictadura y la intolerancia.
Y, claro, que es capaz del mayor circo, con tal de destruir al INE.
Al tiempo.