Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
¿Qué se entiende cuando un candidato promete regresar a militares y marinos a sus cuarteles y, con el tiempo y ya en el poder, el mismo político decide incrementar la presencia de militares y marinos en las calles?
A ese cambio de postura algunos le llaman incongruencia y otros le dicen “engañar” y/o “mentir”.
Sin embargo para la Real Academia de la Lengua no es más que un grosero acto de mentir y engañar.
Ahora bien: ¿Qué debemos entender cuando el mismo político en cuestión dice que “cambio de opinión” sobre la militarización, al enterarse del tamaño de la crisis de seguridad y violencia “que heredó” y que, por tanto, vive el país?
Lo cierto es que no tiene la más elemental lógica y tampoco resulta creíble o comprensible que aquel político que conoció el país como pocos, a lo largo de 20 años, no se haya enterado del tamaño de la crisis de violencia.
Por eso, porque más bien parece otra de las mentiras descomunales de López Obrador, tenemos derecho a suponer que no existe tal “cambio de opinión” y menos en un político como López Obrador, que presume de su necedad, su tozudez y de su incapacidad para reconocer una equivocación.
Sin embargo, para el presidente mexicano tamaño “engaño” y tal “mentira” no son más que inocentes “cambios de opinión”. Sí, con ese nivel de cinismo y esa cachaza para simular.
Es decir, que estamos en presencia de una inexplicable mudanza de postura que, en el fondo, confirma lo que por años hemos denunciado aquí y en otros espacios.
Sí, que el presidente mexicano ya puso en marcha la peligrosa “elección de Estado” que su gobierno llevará a cabo en las contiendas electorales del 2023 y del 2024, respectivamente.
Y es que para afianzar su dictadura o su Maximato –esas son las dos vías que ha diseñado López Obrador para permanecer en el poder de manera indefinida–, las fuerzas castrenses serán no sólo fundamentales, sino el pilar de la represión de Estado.
Es decir, que desde hoy, el mandatario mexicano le anuncia a propios y extraños –al mundo entero–, que se apoyará en militares y marinos para seguir en el poder a pesar de violentar la Constitución y todas las leyes que de ella emanan.
Una dictadura de facto que, por ejemplo, ya goza del control del Poder Judicial y de la Suprema Corte –como lo vimos el día de ayer en el pleno del Máximo Tribunal–, que tiene en un puño al Poder Legislativo y, sobre todo, que mediante el chantaje y el dinero público controla a los grandes medios de prensa, radio y televisión, además de buena parte de los espacios digitales.
Lo cierto es que la militarización de todo el país, que hoy vemos ya como una amenaza de facto, siempre fue uno de los objetivos del dictador López Obrador; un objetivo que en su momento confesó a sus leales y que llegó a revelar al entonces embajador de Estados Unidos en México en los primeros meses de 2006.
Pero vamos por partes.
Lo primero que debemos entender es la razón por la que un presidente conocido como “el necio”, repentinamente dice que “cambio de idea”.
¿Es creíble tal explicación?
La verdad es que se disparó de manera peligrosa el costo político y de imagen a causa de la escandalosa exhibición de la incongruencia entre la promesa de campaña “de regresar a militares y marinos a sus cuarteles” y la dictatorial militarización que promueve desde Palacio el presidente mexicano.
Por eso, el señor López debió acudir a una de sus “maromas preferidas” a manera de control de daños: el cinismo de Estado.
Y así, como pateando un bote, el presidente amaneció “convencido de que podría convencer a los ciudadanos” de que cambio de opinión sobre los militares y los marinos, al cuarto año de su gobierno.
¿De verdad?
Primero vale recordar la convicción del candidato López Obrador, expresada en 2017, sobre el regreso de militares y marinos a sus cuarteles.
Así lo dijo en aquella ocasión: “Tenemos que ir sacando al Ejército de las calles. El Ejército no está preparado para esta función; es otro su encargo. Es defender la soberanía nacional y no debe seguir exponiéndose al Ejército, que es una institución que debemos cuidar todos; no socavar al Ejército”. (Fin de la cita)
Pero resulta que cinco años después de aquella declaración, AMLO cree que el Ejército si está preparado para la seguridad; que su encargo ya no será la soberanía nacional y que el Ejército ya no debe ser cuidado, sino socavado.
¿Incongruencia o engaño?
Ahora analicen ustedes la más reciente declaración de López sobre la necesidad de mantener a militares y marinos en las calles.
Así lo dijo: “Sí, cambié de opinión ya viendo el problema que me heredaron. ¿Cómo enfrentar el problema de la inseguridad? Sí sabía yo desde el principio y estoy absolutamente convencido que la paz es fruto de la justicia y eso es la base de la política de seguridad” (Fin de la cita)
Resulta, entonces, que el hoy presiente mexicano siempre fue un candidato equivocado; que vivió engañado por décadas, que todo su discurso era falso y que siempre se apoyó en meras fantasías.
Y si es así, todos podemos empezar a temblar.
¿Por qué?
Porque entones el señor López Obrador también se equivocó en sus pronósticos económicos, de salud, de pobreza, de empleo, de corrupción, de violencia, de inseguridad, de educación, de transparencia, de derechos humanos, de democracia….
Y entonces la conclusión es demoledora.
¿Ya entendieron por la clase de sátrapa por el que votaron para presidente en julio de 2018?
Al tiempo.