Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Luego del gobierno fallido y del desastre económico, social y de seguridad pública del gobierno de López Obrador, es posible que la sociedad mexicana reaccione en las urnas del 2024 con un contundente: “¡fuera!”.
Y frente a tal escenario, también es previsible que el país enfrente uno de sus peores momentos de convulsión e ilegalidad de la historia.
¿Por qué?
Porque el siempre congruente López Obrador nunca aceptará una derrota y menos el fracaso de su gestión. Y entonces estaremos ante la posibilidad de un golpe de Estado y/o la implantación de una tiranía.
Y sí, hoy muchos dirán que exageramos, que “Andrés” es un demócrata y que “bla, bla y bla”; igual que dijeron en los primeros meses de 2018.
Pero si aún dudan de que desde el poder, Obrador prepara el asalto al poder, propongo un puñado de preguntas elementales para mover la duda.
¿Por qué respetaría AMLO una eventual derrota en el 2024, si nunca ha aceptado una derrota, ni en Tabasco ni en las presidenciales de 2006, 2012 y en muchas elecciones estatales?
¿Por qué el presidente mexicano de hoy respetaría la legalidad en el 2024, si no ha respetado la Constitución y ninguna de las leyes que de ella emanan, en todo su gobierno?
¿Por qué López Obrador aceptaría la victoria opositora, si en su diccionario y en su código moral y ético no existe la palabra derrota?
¿Por qué el dictador de Palacio jugaría limpio, en apego a las reglas que él mismo impulsó en materia electoral, si nunca ha jugado limpio?
¿Por qué no utilizaría dinero público para impulsar la victoria de Morena o incluso su propia reelección, si AMLO siempre ha usado dinero público obtenido del chantaje, la extorsión y la transa?
¿Por qué esperar que no utilizará su alianza con el crimen organizado para mantenerse en el poder, si siempre uso dinero sucio para llegar al poder?
¿Por qué le creeríamos a López Obrador la promesa de que jugará limpio en el 2024, si ha mentido cientos de miles de ocasiones; solo 80 mil mentiras desde que es presidente?
Lo cierto es que en México está en marcha la estratagema clásica de los populistas y los dictadores del último siglo; una estrategia que está a la vista de todos y que se niegan a verla sólo los ingenuos, los mismos idiotas que en 2018 votaron por AMLO y quienes apuestan a la complicidad con el dictador.
¿Y cuál es la traza de López Obrador para robar la elección del 2024?
Todos la conocen; es la formidable congruencia que a lo largo de 25 años ha mostrado López y que lo llevó al poder por la vía democrática y legal.
¿Congruencia de Obrador?
En efecto, el presidente mexicano de hoy es el político más congruente con la traición, con el engaño, la mentira, la transa, la hipocresía, la necedad y, sobre todo, con la doble moral.
Y es que igual que todos los populistas y dictadores de su talante, AMLO paso de ser el más exigente constructor de las reglas para la legalidad democrática y, una vez en el poder, se ha convertido en al mayor destructor de la legalidad y de la democracia.
Y en la historia, una mutación como esa sólo tiene el objetivo de aferrarse al poder eterno, sea a través de la reelección, sea por el Maximato.
Y esa realidad no lo ven sólo aquellos intelectuales, líderes y políticos opositores que no se han asomado a la historia de tiranías como las de Mussolini, Hitler, Gadafi y, sobre todo, a la más feroz y eficaz de todas; la dinastía de más de medio siglo en Corea del Norte, de donde curiosamente López Obrador copia buena parte de su doctrina.
Por ejemplo, en los hechos, Morena no es partido político y tampoco una organización democrática.
Morena es, en la práctica, el movimiento de un solo hombre, el guía, el iluminado y “amado líder” al que se debe pleitesía y quien –de tanto en tanto–, practica purgas ejemplares “de traidores al movimiento”, para que todos aprendan.
En Morena y en el gobierno de AMLO no hay ley que valga, salvo la sapiencia del “amado líder”.
Por eso, la más disparatada ocurrencia debe ser no sólo aplaudida, sino defendida con uñas y dientes, a pesar de que viole la Ley Suprema, que viole los derechos humanos, que riña con la ética y combata la propia historia de la dizque izquierda que dice representar Morena y sus gobiernos.
Por eso Morena y sus gobiernos –el gobierno de AMLO–, hoy son todo aquello que criticaron por años en rabiosas arengas en la plaza pública, en campañas electorales, en debates y en los medios de comunicación.
Por eso, porque López Obrador trabaja de manera incansable para la destrucción de la legalidad democrática –igual que trabajó incansable para llegar al poder por la vía legal y democrática–, hoy Morena, sus líderes, aspirantes presidenciales y su dueño violentan todas las reglas de la democracia y de la convivencia civilizada.
No hay Constitución, no hay resolutivo judicial, no hay Ley Electoral, no hay Codigo Penal, no hay reglamento… que valgan para López Obrador; quien violenta todo al extremo de acuñar la dictatorial consigna del poder absoluto: “¡no me vengan con que la ley es la ley!”.
Y si la deidad de Morena, si la encarnación del movimiento no se somete a la Constitución, a la Ley Electoral, al Código Penal, ¿por qué respetarían la Carta Magna y las leyes que de ella emanan, los aspirantes presidenciales llamados Claudia, Marcelo y Adán; por qué respetaría las leyes el más humilde de los acólitos de “la 4-T”?
Sí, vivimos los estertores previos al colapso del gobierno de Obrador pero, al mismo tiempo, frente a los ojos ciudadanos pasa el fardo de la ilegalidad y la violación de todas las reglas democráticas; fardo que convierte al presidente mexicano en una peligrosa fiera acorralada, capaz de todo.
Y que nadie se engañe, AMLO no soltará el poder por la vía legar y, en cambio, se aferrará con todo el poder de su ilegalidad –y a costa de la destrucción del país–, a su sueño de grandeza; un sueño que, al despertar a la realidad, tendrá a México en la ruina. Al tiempo.