Libros de ayer y hoy
La siguiente anécdota lo retrata de cuerpo completo.
La primera esposa de López Obrador murió prácticamente en el abandono.
En un hospital de alta especialidad del entonces Distrito Federal y luego de una penosa enfermedad, llegó el fin. Rocío estaba sola.
Días antes le habían avisado a López Obrador sobre la inminencia de la fatalidad. No le importó y siguió su agenda incansable.
El día final estaba en el aeropuerto capitalino, a punto de subir a un avión, cuando le avisaron. Molesto debió regresar.
Por eso, a quienes antaño conocieron a López, hogaño no les sorprende el desprecio que expresa por los marinos caído luego del operativo que terminó en la captura de Rafael Caro Quintero.
Es el mismo López Obrador que gustoso acude hasta Badiraguato, Sinaloa, para saludar a la madre de el criminal más buscado, el mismo que utiliza para todo a militares y marinos y el mismo que se niega a asiste a la ceremonia en donde los altos mandos de La Marina Armada homenajean a los 14 efectivos que perdieron la vida en el helicóptero siniestrado.
Sí, el mismo López Obrador que no entiende el significado y el valor de dar la vida por defender la patria; el mismo que, de manera pública desprecia la vida de todos los ciudadanos.
Sean niños o mujeres con cáncer, sea la epidemia de feminicidios, la muerte sin freno de defensores de los bosques y de los derechos humanos; sean miles de muertos a manos del crimen organizado, sea la muerte de periodista y hasta los cientos de miles de vidas perdidas a causa de la pandemia
Pero el asunto es peor cuando se confirma que, desde Palacio salió la instrucción de que se acallara toda posible especulación sobre la caída del helicóptero en donde viajaban los marinos que realizaron el operativo de captura de Caro Quintero.
Y también desde Palacio se apresuró la difusión de una narrativa que alejara toda hipótesis de que se pudo haber tratado de un atentado. En efecto, la narrativa impuesta desde Palacio fue en dirección contraria. Se trató de un accidente y punto.
Incluso, al presidente tampoco le importó decir que se investigaría el caso y menos le interesó estrechar la mano de las esposas, las madres y/o de los hijos de los marinos caídos, lo cual generó un serio enojo entre militares, marinos y guardias nacionales que, a diario, se juegan la vida por la defensa de las instituciones del Estado.
Pero tampoco es el único helicóptero perdido por la Marina y no son los únicos marinos caídos. En total se han precipitado a tierra seis aparatos, en hechos nada claros y que igual que el caso mas reciente, dejan no solo vidas perdidas sino señales de que se trata de ataques lanzados por los grupos criminales, contra marinos, militares o guardias nacionales.
Y para que no quede duda, se debe recordar que en ningún caso se ha llevado a cabo la indagatoria respectiva, a fondo, hasta agotar todas las posibilidades, a pesar de que abundan los indicios de que en todos los casos se pudo tratar de un atentado contra los marinos, por parte de grupos del crimen organizado.
Pero tampoco se trata sólo de la caída de helicópteros de marinos o militares. Al arranque del gobierno de López Obrador perdieron la vida la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso y su esposo, el senador del PAN Rafael Moreno Valle. también en un percance de helicóptero nada claro y con un fuerte tufo de venganza política.
En aquel momento el recién llegado presiente ordenó una investigación, en especial porque la familia de la gobernadora y los Moreno Valle se habían convertido en severos críticos de López Obrador, antes y una vez que llegó al poder presidencial.
¿Pero qué creen?
En efecto, por increíble que parezca y por absurdo que resulte, al naciente gobierno y a su presidente poco o nada les importó investigar una tragedia que, curiosamente, le dio otro gobierno estatal a Morena; el de Puebla, con el impresentable Miguel Barbosa..
El escándalo fue tal que, incluso, aquí revelamos que una fuente de Palacio nos confirmó que el propio López Obrador le ordenó al entonces titular de la secretaría de Comunicaciones que no se indagara nada sobre la tragedia en la que perdió la vida la gobernadora de Puebla.
Hoy, a casi cuatro años de distancia, nada se sabe, nada se ha investigado y parece claro que nada se sabrá de una tragedia con todos los ingredientes de venganza política.
Y también al arranque del gobierno de AMLO –el 18 de enero de 2019–, se enlutó todo el pueblo de Tlahuelílpan, en el estado de Hidalgo; un poblado ignorado por muchos hasta antes de una de las mayores tragedias y de mayor espantosas que se recuerde.
Resulta que en medio de la escasez de gasolina –provocada por la impericia de los nuevos funcionarios de Pemex y del propio gobierno de López Obrador–, en las inmediaciones de Tlahuelilpan se salió de control un ducto de gasolina que era pinchado por huachicoleros de la región.
Repentinamente la población tuvo alcance un río de gasolina y, de manera literal, se metieron al río con cubetas y todo tipo de recipientes para llevarse el combustible.
No intervino ninguna autoridad y sólo era cuestión de tiempo para que se produjera la tragedia; un estallido descomunal que convirtió en antorchas humanas a 136 personas.
Las imágenes fueron dantescas y estremecieron al mundo entero, menos al presidente mexicano, que tampoco acudió al lugar para reconfortar a las familias de las víctimas.
Al final, nadie pagó por esa irresponsabilidad, las familias de las víctimas quedaron en el olvido y, en cambio, el presidente Obrador utilizó la tragedia para anunciar una guerra contra el huachicol; guerra que pronto dijo haber ganado, a pesar de que todos saben que hoy, más que nunca, en México se saquea gasolina en todo el país.
La misma historia se repitió en la tragedia de la Línea 12 del Metro, en el tramo de la estación Tláhuac, en donde perdieron la vida una treintena de personas que, de nueva cuenta, fueron ignoradas por un presidente que desprecia la vida humana, la vida de los ciudadanos, de aquellos que le dieron el voto y en cuyo nombre se dice presidente.
Y un político que desprecia la vida humana, como la desprecia López Obrador, no merece el cargo y el nombre de presidente.
Al tiempo.