Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Sin duda que son puntuales y merecidos buena parte de lo méritos y reconocimientos expresados por la comunidad periodística, política y literaria mexicana a favor de Carlos Payán, el fallecido fundador de La Jornada.
Sin embargo, si partimos de las luchas y las enseñanzas que a favor de la libertad de expresión, del periodismo libre, de la democracia y contra los gobiernos autoritarios y déspotas que dejó Carlos Payán, el héroe que muchos quieren ver, en realidad se transforma en uno más de los villanos que ayudó a edificar la tiranía sexenal que hoy vivimos.
Sí, Payán fue pieza clave en el empoderamiento de López Obrador hoy convertido en la mayor amenaza de la democracia, de las libertades básicas y, sobre todo, la mayor amenaza al periodismo libre e independiente.
Y si de rigor se trata en la observación y el análisis del resultado de la obra periodística de Payán, basta ver lo que hoy es el diario La Jornada.
Sí, una conclusión rigurosa apunta a que La Jornada es todo aquello contra lo que luchó el incansable defensor de la democracia mexicana, Carlos Payán; y el diario que fundó es todo menos la casa de la libertad de expresión y del periodismo independiente y crítico frente al poder despótico.
En efecto, bajo el timón de Carmen Lira –la directora que de manera poco clara impuso Carlos Payán a su salida del diario–, La Jornada de hoy no es un diario independiente, sino la mayor agencia de propaganda de la vulgar dictadura “bananera” en que se ha convertido el gobierno fallido de Obrador.
Sí, les guste o no a los empleados de La Jornada –verdaderos lacayos del poder presidencial–, en esa empresa dizque periodística ya no se hace periodismo, tampoco se formula la menor crítica al poder público y político y menos se guarda la sana distancia mediática frente al gobierno en turno.
¿Y por qué en La Jornada ya no se hace periodismo, no se practica la crítica y no existe la distancia exigida en un diario frente al grupo en el poder?
Por una razón elemental; porque durante buena parte de los 39 años de vida de La Jornada, esa empresa editorial que nació como propiedad de los periodistas, también fue la casa del actual grupo en el poder.
Sí, pocos saben que La Jornada construyó al líder social y político llamado López Obrador, con todas sus taras ideológicas, con su gusto por el cash en sobres amarillos y con esa doble moral dictatorial que hoy le caracteriza como presidente.
Pero en La Jornada también nacieron, crecieron y se enriquecieron hasta niveles de impudicia no pocos de los principales asesores políticos de la dictadura de AMLO; de La Jornada abrevaron impostores aliados del crimen como Epigmenio Ibarra, el siempre lambiscón “monero” motejado como “El Fisgón” y el mayor de los oportunistas, el guatemalteco Pedro Miguel.
En La Jornada de Carlos Payán gozaron de lisonjas y privilegios políticos, económicos y editoriales, vividores de causas históricas como Pablo Gómez, cuya prole –de una veintena de zánganos–, hoy le cuestan al dinero de los contribuyentes casi dos millones de pesos mensuales.
Lo cierto es que desde el amanecer de la vida del diario La Jornada, Carlos Payán jugó “el juego del poder y la política” y llevó al diario a momentos vergonzosos para su historia.
Y para aquellos que no lo saben, aquí cuatro momentos que retratan al verdadero Carlos Payán como director de La Jornada.
1.- En 1986, luego de meses de penurias económicas por un boicot económico decretado por el gobierno de Miguel de la Madrid, un grupo de directivos de La Jornada “engancharon” al diario a la precandidatura de Carlos Salinas. El escándalo estalló cuando el sindicato de la Jornada (Sitrajor) descubrió el acuerdo secreto y ordenó un paro. Payán salvó la cabeza mediante el sacrificio de importantes directivos.
2.- Pocos años después, en el gobierno de Salinas, La Jornada ya era una “poderosa palanca” en manos de López Obrador para las extorsiones al gobierno federal, como lo revela el Diario de los Debates de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión del 11 de febrero de 2004.
En esa fecha, el senador por el PAN, Juan José Rodríguez Prats, le preguntó al diputado Manuel Camacho Solis que dijera “si o no” en 1992, durante el gobierno de Carlos Salinas era extorsionado por Obrador para levantar los plantones en el Zócalo.
Así lo preguntó: “¿Diputado, sólo dígame, sí o no, en su papel de regente del DF, entregó 9 mil millones de pesos a López Obrador en 1992?”.
Camacho respondió que sí entregó ese dinero a AMLO, junto con campesinos que habían tomado el Zócalo, para exigir una indemnización.
A su vez, en 2011, el hoy fallecido “mexicanólogo” George Greyson publicó el libro “Mesías Mexicano”, en donde confirmó, en voz de Manuel Camacho, que todas las movilizaciones de Obrador –que eran exaltadas como heróicas por La Jornada–, no eran más que una extorsión.
3.- El chantaje petrolero siguió hasta 1995, con Ernesto Zedillo, en donde aún bajo la dirección de Payán, el diario era el mayor propagandista de AMLO, convertido en un poderoso líder político que agitaba al país, al tiempo que chantajeaba cada vez más con el garrote mediático de La Jornada.
Así lo confirman las páginas 190, 191 y 192 del libro “Diarismo”, del periodista Marco Lara Klahr, quien narra la forma en que La Jornada fue parte de la propaganda y el montaje de la toma de pozos petroleros en Tabasco.
Lara acompañó a Tabasco al presidente del Consejo de Administración de la Jornada, Rodolfo F. Peña –ya fallecido–, quien era compadre de Carmen Lira, la actual dueña de La Jornada.
Así lo narra Lara: “Rodolfo Peña se hospedó en el Hotel Calinda Viva, de esa ciudad. Pasado el mediodía –cuando estaba por salir rumbo a la casa de Andrés Manuel–, intercambió unas palabras con una mujer acompañada de dos niños: la reportera Lourdes Galaz y los dos hijos de López Obrador, ella explicó que los llevaría de compras y luego al cine.
“Después de salir del hotel, Peña viajó rumbo a la casa de López Obrador, ubicada en el fraccionamiento Galaxias, en donde Rosa Icela Rodríguez comía apresuradamente en un rincón de la sala de la casa.
“Al ver entrar a Peña, Rosa Icela Rodríguez se puso de pie de un salto y saludó casi con gesto militar. Dijo: “Pues aquí estamos, al pie del cañón; no queremos que se lleven a Andrés Manuel; a ver cómo, pero no podemos permitirlo””.
“Los días siguientes, Rodolfo F. Peña recorrió los plantones ubicados en los accesos a los pozos mientras el reportero José Gil Olmos seguía los
acontecimientos afuera del Centro de Readaptación Social ubicado a las afueras de la capital tabasqueña.
“De las cinco personas que viajaron a Tabasco, trabajadores de La Jornada –Rosa Icela Rodríguez, Lourdes Galaz, Rodolfo F. Peña, José Gil Olmos y el narrador de los hechos–, únicamente uno cumplía un trabajo periodístico. Todos los demás eran militantes del movimiento de López Obrador. Y de eso han pasado más de 25 años”. (Fin de la cita)
Sí, Carlos Payán convirtió a La Jornada no sólo en el principal medio de propaganda sino de militancia y fanatismo a favor de López Obrador.
4.- Ya en medio de la lucha por la dirección de La Jornada, que terminó cuando Carlos Payán impuso de forma autoritaria a Carmen Lira para sucederlo en el cargo, Obrador volvió a utilizar al diario con fines políticos.
El lunes 3 de junio de 1996, La Jornada tituló así su nota principal: “Conspiran contra Zedillo: López O.”.
La nota se refería a una declaración que AMLO formuló en Misantla, Veracruz, el domingo 2 de junio, en donde dió a conocer la propuesta de un “acuerdo de unidad y apoyo político” al gobierno de Zedillo.
¿A qué diario y a qué periodista le interesaba la declaración de un político que hacía campaña perdido en la sierra de Veracruz?
Sí, a La Jornada, que se había embarcado en la penosa tarea de llevar a AMLO a la presidencia del PRD y, al mismo tiempo, en establecer una alianza con Zedillo, en abierta ruptura con Cuauhtémoc Cárdenas.
Así lo dijo Obrador en un pueblo perdido de Veracruz: “No queremos alianzas con el presidente Zedillo, deseamos acuerdos donde él se comprometa con el pueblo y con la Nación, y nosotros a construir una verdadera transición democrática… queremos acceder al poder, pero no sobre el cadáver de la República”. (Fin de la cita)
Y la respuesta de Zedillo fue una alianza que convirtió a Obrador en jefe del PRD, en medio de severas críticas de lo que muchos llamaron “la gran traición”. Por ejemplo, en su artículo de Proceso –número 1023, del 10 de junio de 1996, titulado “Lombardismo en el PRD”–, Heberto Castillo denunció: “Los bandazos del candidato a la presidencia del PRD, López Obrador”, y citó las incongruencias de un político que se decía de izquierda y pactaba con el PRI.
Al final, López se convirtió en jefe del PRD gracias al aval de Zedillo y a una nueva traición a su padre político, Cuauhtémoc Cárdenas.
Pero la alianza de La Jornada con Zedillo arrojó otro resultado; a las arcas del diario entraron ríos de dinero que manejaba a su antojo la señora Carmen Lira
Hoy La Jornada no es el diario propiedad de los periodistas que lo fundaron; la señora Cármen Lira, con el aval de Carlos Payán, modificó los fundamentos legales fundacionales y se apropió de la empresa Desarrollo de Medios, que ocupa la tercera posición de los medios mexicanos que en el gobierno de AMLO reciben dinero público; después de Televisa y Azteca.
En La Jornada no se hace periodismo, sino propaganda a favor de la dictatura de Obrador, mientras que la crítica al poder público fue sustituida “por la asesoría interesada” al gobierno de López; “asesoría” que llena los bolsillos de los “periodistas” de La Jornada
Sí, pocos se atreven a decir la verdad en torno a La Jornada; pocos tienen el valor de decir que el otrora dizque diario independiente en realidad murió a los pocos años de haber nacido; murio cuando fue asaltado por la mafia que hoy detenta el poder presidencial en México.
Y sí, los fanáticos de López pueden decir misa, pero no cambiarán la realidad y tampoco la historia de La Jornada.
Al tiempo.