Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
A pesar de las tragedias sociales que los mexicanos hemos vivido en los últimos cuatro años, muchos ciudadanos siguen creyendo en los milagros de la política y del poder.
A pesar del empobrecimiento de millones de personas; de la mayor mortandad a causa de la violencia criminal; de casi un millón de vidas perdidas por el manejo equivocado de la pandemia y de vivir la peor crisis económica en décadas, muchos aún creen que una manifestación callejera puede hacer la diferencia.
Creen, incluso, que un impensable acto de fe, como la movilización del 26 de febrero próximo, será suficiente para contener los inocultables afanes dictatoriales del más demencial en el poder; López Obrador.
Pero vamos por el principio.
Tienen razón las organizaciones sociales y las fuerzas políticas opositoras cuando dicen que los mexicanos que aspiran a mantener con vida la democracia, deben salir a la calle en defensa del árbitro electoral y contra el “Plan B” de Morena; un espantajo que busca “destazar” al Instituto y que pretende acabar con las elecciones creíbles, confiables y legítimas.
Sí, los ciudadanos del país entero deben desbordar las calles el domingo 26 de febrero para externar un repudio contundente al gobierno federal y al presidente, quienes insisten en destruir el corazón de la democracia electoral mexicana; las instituciones garantes de las elecciones libres.
Sí, es esencial el grito callejero desde todos los puntos del territorio nacional –y de los mexicanos que viven allende las fronteras–, para que el dictador entienda quien manda en una democracia como la mexicana.
Marcha que debe despertar no sólo a los ministros de la Corte, sino al Congreso y, sobre todo, al presidente, quienes por mandato constitucional deben poner fin a una conspiración que atenta contra la democracia toda.
Sí, todo lo anterior se entiende se puede cumplir sin mayor problema
Sin embargo, también es cierto que la protesta social es sólo una parte de la responsabilidad ciudadana frente a la urgencia de hacer todo lo necesario para defender la democracia.
Y es que –nos guste o no–, para detener los afanes dictatoriales de una pandilla criminal como la de Obrador, no será suficiente con una movilización masiva de ciudadanos dispuestos a defender la democracia.
Lo cierto es que tanto las organizaciones civiles, como los partidos opositores, están obligados a mucho más si es que en realidad pretenden contener lo que hoy está a la vista de todos.
¡Y qué es eso que muchos no alcanzan a ver a simple vista?
Que el presidente mexicano, López Obrador, apuesta por una crisis poselectoral que le permita un golpe de Estado para mantenerse en el poder.
¿Un golpe de Estado?
Sí, un golpe a la estabilidad de las instituciones del Estado y a la Carta Magna, ya que AMLO no dejará el poder por las buenas y menos mediante una elección confiable.
Lo cierto es que, por increíble que parezca, los ciudadanos todos deben olvidar los “sueños guajiros” de que la presión social de una marcha callejera será suficiente para que una pandilla de ambiciosos sin freno –como a pandilla de AMLO–, dejará el poder por la vía pacífica luego de elecciones democráticas.
¿Y por qué es un sueño confiar a ciegas sólo en la manifestación del 26 de febrero?
1.- Porque está claro que AMLO ya tiene lista su cuartada para julio del 2024. Sí, no dejará el poder porque declarará fraude y proclamará una victoria, a costa de lo que sea.
2.- Porque una vez que declare la victoria de Morena, militares, marinos y guardias nacionales saldrán en defensa del fraude y se encargarán de reprimir a todos quienes se atrevan a protestar, sea en la calle, sea en los medios de comunicación.
3.- Porque al tiempo que las fuerzas castrenses se encargarán de la represión desde el poder presidencial, el crimen organizado será responsable de sembrar el terror y el miedo en todo el país.
4.- Al tiempo, los dictadores bananeros de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia, entre otros, se encargarán de crear un bloque de apoyo al dictador López Obrador, en pago a los favores recibidos.
5.- Al final, el dictador Obrador se proclamará rey absoluto y estará listo para que su familia y su claque se encarguen de administrar al país, como lo hacen en Cuba, Venezuela, Nicaragua o Bolivia los hijos de los dictadores.
¿No lo creen?
¿Por qué, entonces, destruir al INE y recurrir al fraude, si AMLO está tan seguro de su victoria?
Sí, se prepara un golpe de Estado.
Se los dije, luego no se quejen.
Al tiempo.