Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Pasaron 20 años y la historia se repite.
De nueva cuenta López Obrador comete parricidio político para lograr sus ambiciones de poder, sin límite.
Antaño, como recuerdan –en 2001–, López cometió parricidio político para enfilarse a la eterna candidatura presidencial.
En ese tiempo y a los ojos de todos, promovió la muerte política del padre que le dio todo para construir su liderazgo.
Hogaño, como saben –en el naciente 2023–, Obrador vuelve al parricidio político y dobla al padre al que le debe todo y lo obliga al deslinde del naciente colectivo Encuentro Por México.
Y es que apenas la mañana de ayer, con todo el poder presidencial, López colocó a Cuauhtémoc Cárdenas entre sus adversarios –por cometer el delito de aparecer en un colectivo preocupado por la buena marcha del país–, lo que horas después provocó el deslinde público del tres veces candidato presidencial.
Cárdenas argumento “consideraciones de carácter político”, a pesar de que en un comunicado dice estar convencido de que el debate resulta esencial para resolver los principales problemas del país.
Lo curioso es que el deslinde de Cárdenas vino pocas horas después de que el presidente Obrador lo calificó como uno de sus principales enemigos.
Y por eso las preguntas. ¿Por qué, Cuauhtémoc Cárdenas no se desmarcó en el primer momento, cuando la prensa y el peso mediático lo colocaron como la figura central de ese movimiento social?
¿Por qué razón, ninguno de los “abajo firmantes” deslindó a Cárdenas, si es que sabían –como también explicó al tres veces candidato presidencial–, que ya no era parte de la convocatoria pública para cambiar a México y para defender la democracia?
Lo cierto es que el parricidio que hoy cometió AMLO –a diferencia del parricidio de 2001–, es, en los hechos es uno más de los consabidos “mensajes ejemplares” de López Obrador.
En efecto, con todo el peso del poder presidencial, López mandó un potente mensaje público no sólo a Cuauhtémoc Cárdenas, sino a todo aquel que se atreva a oponerse a su delirante liderazgo.
Mensaje que se debe entender de la siguiente manera: “El que no esté conmigo, está en mi contra; sea Cárdenas o sea el mismísimo creador”.
Y es que, a querer o no, Cárdenas no solo es el padre político de AMLO sino una de las figuras clave de la lucha por la democracia mexicana.
En realidad, Cárdenas –junto con Muñoz Ledo–, es el precursor de la lucha contra el PRI desde dentro; el creador del Frente Democrático Nacional que impulsó su candidatura presidencial en 1968 y el motor de la lucha contra el fraude que operaron Carlos Salinas y Manuel Bartlett.
En rigor, las luchas político electorales de Cárdenas y de un puñado de mexicanos ejemplares sembraron la cultura democrática mexicana, el IFE, antecedente del INE, que hoy pretende destruir el dictador López.
Por eso, cuando apareció la figura de Cárdenas en el naciente colectivo Encuentro Por México –iniciativa que reúne a líderes de todas las tendencias políticas, que se define como apartidista–, muchos entendieron el tamaño de la traición a la que han llegado López Obrador, su gobierno y su partido; una traición que lo convierte en la versión moderna de Carlos Salinas.
Y es que Encuentro Por México es un grupo ciudadano que desde su gestación y en su propia definición aparece como una demoledora críticos a las ambiciones sin freno de Obrador, de su gobierno fallido y, sobre todo, resulta una potente voz contra la grosera tiranía en que se ha convertido la gestión del tabasqueño.
Por eso, cuando le preguntaron a Obrador si Cárdenas era su adversario al aparecer como figura preponderante en el Encuentro por México, dijo que sí, que su padre político se había convertido en su enemigo.
Así la pregunta en la mañanera de ayer: “¿Considera a Cárdenas como parte de sus adversarios?”
Y así respondió Obrador: “En política sí, si el asume esta postura de este tipo, lo estimo mucho, lo respeto, lo considero precursor de este movimiento, pero estamos viviendo un momento de definiciones y esta ancheta está muy angosta, no hay para donde hacerse. Es estar con el pueblo o con la oligarquía, no hay más, no hay justo medio”. (Fin de la cita)
Pero tampoco es nueva la traición de AMLO a Cárdenas.
En el Itinerario Político del 20 de diciembre de 2001, titulado: “PRD: ¿parricidio político?”, documenté la lucha por la candidatura presidencial de 2006 y el parricidio que cometió Obrador.
Así lo dije: “arrancó la lucha por la candidatura presidencial de 2006 en el PRD, en medio de traiciones y ambiciones desmedidas y ante un fenómeno que no es desconocido en la política mexicana; el parricidio político.
“Y es que Cuauhtémoc Cárdenas, el líder moral del partido, el artífice del “necesariato” y el jefe indiscutible de la izquierda se ha convertido en el hombre a vencer… el jefe que será combatido por su hijo político: por López Obrador, al que llevó de la mano, al que cobijó, al que encumbró y quien hoy se ha propuesto no sólo hacerlo a un lado sino jubilarlo”. (Fin de la cita)
La historia se repite dos décadas después cuando, desde Palacio y con todo el peso del poder presidencial, AMLO manda un mensaje que todos conocen pero que pocos quieren ver: “el que se ponga enfrente será aplastado; llámese Cárdenas o llámese el rey del mundo”.
¿Así o más claro el dictador?
Al tiempo.