Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
La pregunta es reiterada.
Se escucha en comederos políticos, en tertulias familias y, sobre todo, entre las dirigencias de los partidos opositores.
Todos se preguntan: ¿Cuál es el siguiente paso, luego de la exitosa y nutrida marcha callejera de cientos de miles de ciudadanos, que salieron a las calles de todo el país el domingo 13 de noviembre en defensa del INE?
Una pregunta que pocos han respondido, ya que muchos esperan que el lunes 28 de noviembre, los lacayos de López Obrador en la Cámara de Diputados cometan el mayor crimen contra la democracia; la muerte del INE.
Lo cierto, sin embargo, es que la respuesta a la interrogante planteada la conocen todos aquellos ciudadanos que guardan en la memoria las más importantes gestas ciudadanas de las últimas cuatro décadas, para edificar la democracia mexicana, como hoy la conocemos.
Y la respuesta se llama “resistencia civil, activa y pacífica”.
Es decir, que además de movilizaciones como la del domingo 13 de noviembre, los ciudadanos debemos organizar eventos de resistencia civil ante los actos de autoritarismo de los gobiernos despóticos de Morena y, sobre todo, contra el despotismo de López Obrador.
Más aún, también existe la desobediencia civil frente a leyes que violan la Constitución que pretende imponer la dictadura lopista en materia electoral, a través de sus diputados en San Lázaro.
Pero además de la resistencia y la desobediencia civil –expresiones de repudio social que probaron exitosamente personalidades históricas como Gandhi y Luther King–, los ciudadanos debemos recurrir a la figura del “boicot” a los medios y a las empresas comerciales aliadas del dictador López Obrador y que traicionan el interés nacional.
Es decir, que los ciudadanos mexicanos debemos volver sobre nuestros pasos a la historia para repetir gestas históricas ya vividas y experimentadas y que derribaron las barreras del autoritarismo, del populismo y de la tiranía del partido único y la antidemocracia que impuso el viejo PRI en los años 60 y 70 y 80 del siglo pasado.
Y es que, por pura casualidad, el responsable de detonar la “resistencia civil, activa y pacífica”, fue otro populista en el poder, también de apellido López, quien en su Sexto Informe y frente al fracaso total de su gestión decreto la nacionalización de la banca y el control generalizado de cambio.
En efecto, el gobierno autoritario, déspota y nada democrático de José López Portillo no sólo llevó al país a la quiebra sino que catalizó el descontento social hasta niveles de rebelión social.
Por ejemplo, el mismo 1 de septiembre de 1982, en la Cámara de Diputados –en donde López Portillo rindió su último informe–, un incrédulo líder empresarial, de nombre Manuel J. Clouthier, entonces líder de la Coparmex, repudió la nacionalización de la banca y anunció el arranque de la lucha civil a favor de la democracia.
Así, a lo largo de buena parte del gobierno de Miguel de la Madrid –el sucesor de López Portillo–, “Maquío” Clouthier y otros capitanes de empresa se dieron a la tarea de organizar a la sociedad civil y al empresariado, para impulsar la democratización del país, a través del Partido Acción Nacional.
Y es que en el gobierno de De la Madrid el operador de todo tipo de fraudes electorales era nada menos que Manuel Bartlett, secretario de Gobernación, quien orquestó el fraude electoral federal de 1985; los fraudes locales y estatales de 1986 en Chihuahua y San Luis Potosí y el fraude en Coahuila, en 1987.
Así, entre 1985 y 1988, el PAN primero y luego aliado con el PSUM y el PT, diseñaron una verdadera rebelión social llamada “resistencia civil, activa y pacífica”, que consistió en plantones de protesta en las capitales de los estados, la toma de puentes fronterizos; la movilización todo el país; el respaldo de la jerarquía católica con homilías críticas a los gobiernos priístas y el cierre de iglesias católicas; además del boicot a Televisa, Televisión Azteca, Telmex y muchas otras empresas aliadas del régimen.
Al final, ya en el gobierno de Carlos Salinas, la movilización rindió sus frutos; se reconocieron los triunfos opositores en el Congreso y en los niveles municipal y estatal.
Y esas luchas sentaron las bases para que en el gobierno de Ernesto Zedillo se pactara “la transición democrática”, que dio vida al IFE y a las elecciones libres, creíbles, legítimas, legales, equitativas y transparentes.
Décadas de lucha que la tiranía de López Obrador pretende sepultar, a pesar de que el propio AMLO fue producto de la protesta callejera.
Por eso hoy el único camino que tenemos los ciudadanos para defender la democracia mexicana, es el de la resistencia civil, activa y pacífica.
Una expresión social legítima que históricamente ha derrotado a todos los tiranos.
Al tiempo.