Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Para nadie es nuevo que “el berrinche” de Palacio por el éxito de la manifestación a favor del INE provocó dos nuevos manotazos de la consabida intolerancia presidencial.
Golpes en la mesa que no sólo sacudieron las paredes de Palacio sino que provocaron pánico entre no pocos de los cortesanos del rey.
El primero golpe fue un supuesto “Plan B” para imponer la Reforma Electoral por la vía de la violación constitucional.
Y el segundo, una respuesta aniñada con ropajes de “contramarcha” presidencial, del Ángel a el Zócalo de la capital del país.
Y es que está claro que “el rey” de las manifestaciones callejeras ya perdió la calle y –cual “niño caprichoso” –, hará todo lo necesario por recuperar su juguete preferido; incluso organizar una procesión de acólitos y aplaudidores.
Sin embargo, con sus desplantes autoritarios y dictatoriales, en realidad el presidente mexicano sólo confirma que –al final del sexenio–, “va desnudo” ante una realidad que, junto con él, exhibe la desnudez de sus fracasos y sus complejos.
Y es que a López Obrador le viene “como anillo al dedo” la fábula de Hans Christian Andersen: “El nuevo traje del emperador”, también conocido como “El rey desnudo”; en donde un niño ve pasar al rey desde la ventana de su casa y es el único que se percata que “¡va desnudo!”, realidad que el resto de los cortesanos y lacayos pretenden ignorar.
El mensaje es que la realidad no siempre resulta como muchos la quieren ver. Y, por eso, aquí empiezan las preguntas.
¿Para qué una manifestación callejera, organizada desde Palacio, con todo el poder del Estado, con todos los recursos políticos, públicos, logísticos y mediáticos?
¿Contra quién o contra qué imaginarios enemigos van dirigidas las protestas del presidente y sus lacayos de Palacio?
¿A favor de qué o de quién marcharán los miles de acarreados que serán movilizados –con el dinero público–, el domingo 27 de noviembre?
¿Qué obra, qué política pública, qué decisión de Estado del gobierno de AMLO ha resultado exitosa, como para ameritar una marcha de adhesión o respaldo callejero?
¿Para qué exhibir como payaso de circo a un mandatario enfermo, delirante, que apenas y se puede mantener en pie y que es incapaz de entender que el suyo hay sido el peor gobierno en muchos años?
¿Quién está detrás de esa perversión demencial de enfrentar al presidente con el pueblo; de provocar a los ciudadanos desde lo más alto del poder y de exhibir la desnudez del mandatario?
¿De quien es la mano perversa capaz de estimular desde el poder presidencial la división entre los mexicanos; de retar desde Palacio a la nación entera que día a día abre los ojos y que confirma que el de López Obrador es un gobierno que nada tiene para presumir?
¿De dónde Salió la idea de una confrontación entre el presidente y los ciudadanos –en lugar de buscar una reconciliación–, que al final de cuentas terminará por colapsar a López Obrador, a su gobierno, su partido y a todo el proceso electoral del 2024?
Lo cierto es que el presidente mexicano no sólo “va desnudo” sino que está atrapado en medio de los intereses perversos y perniciosos de un puñado de ambiciosos sin límite que día a día, las 24 horas y los 365 días del año se han especializado en el elogio y la lisonja al rey.
Aduladores profesionales y de tiempo completo que además de reforzar a cada minuto el culto al monarca deslizan locuras como la idea de la reelección; de la imposición de un Maximato; de destruir al INE para hacer fraude en el 2024 y que lo alejan de la realidad.
Una realidad alterna que, por esa misma razón, convertirá la manifestación callejera del domingo 27 de noviembre en una “procesión” más que una “manifestación”.
¿Y cual es la diferencia entre los sustantivos “manifestación” y “procesión”?
Como su nombre lo dice, una “manifestación” es una reunión pública, de reclamo o de protesta, en la mayoría de los casos organizada contra los abusos de autoridad o del poder.
A su vez, el también sustantivo “procesión”, es un acto de fe; una marcha de personas que caminan por un trayecto determinado, de manera ordenada y solemne con motivos ceremoniosos, especialmente religioso.
Y si estamos de acuerdo en que la del 27 de noviembre no será un acto de protesta o reclamo, sino la movilización de un puñado de acarreados para elogiar y halagar a López Obrador, entonces veremos “El nuevo traje del emperador”; veremos que va desnudo y que tiene que inventar una realidad alterna para recibir el aplauso de bufones, súbditos y lacayos.
Procesión que significará el suicidio político de López Obrador.
Al tiempo.