Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
RICARDO ALEMÁN
No es exagerado advertir del peligro potencial en que se encuentra la senadora Xóchitl Gálvez.
Riesgo de que el fanatismo que acuna la casa presidencial sea lanzado contra la integridad física de la más aventajada precandidata presidencial.
Amenaza de que el odio expresado desde Palacio –que ya se transformó en guerra sucia contra la empresaria desde medios oficialistas–, termine en un atentado en su contra.
Y no es exagerado porque en la historia de la humanidad siempre han existido consecuencias cuando, desde lo más alto del poder se señala, acusa, cuestiona o censura a un ciudadano.
Peor aún, en México siempre ha tenido consecuencias el odio presidencial; el señalamiento, cuestionamiento, acusación, o la censura a un político, a un medio de información, a un opositor o crítico del poder.
Incluso, vale recordar que el 10 de enero de 1997, el articulista Gastón García Cantú advirtió de ese riesgo y de sus consecuencias.
Así lo dijo en su artículo de primera plana en Excélsior de esa fecha: “Un presidente mexicano, por el poder de que dispone, al censurar personas o acciones, condena. Y la condena en nuestro sistema, termina en persecución.
“La libertad de expresión, cuya corona es la crítica, ha sido dañada irreparablemente… la defensa de la obra de un gobierno no puede convertirse en censura abierta porque se descendería en lo que ha sido rechazado: la dictadura. Los discursos presidenciales contra la crítica deben revisarse por salud moral”. (FIN DE LA CITA)
Además, abundan los ejemplos de la persecución presidencial a críticos y políticos en años recientes: como el mítico golpe a Excélsior, del 8 de julio de 1976, hace justo 47 años; el asesinato del más reputado periodista de la época, Manuel Buendía, cometido 30 de mayo de 1984, hace 39 años y la muerte nada clara de “Maquío” Clouthier, el 1 de octubre de 1989, hace 34 años, además de cientos de periodistas asesinados en México.
Pero están más cercanos en la memoria colectiva hechos vengativos y nada casuales ocurridos en la gestión de López Obrador, como la tragedia no aclarada en la que perdieron la vida la gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle; adversarios políticos del presidente y quienes se habían comprometido a ser los más severos opositores al dictador
Además, todos recuerdan la venganza lanzada desde Palacio contra Rosario Robles, a quien el presidente Obrador mantuvo en prisión por casi tres años, a partir de una monstruosidad legal. Venganza ordenada por el conocido odio del sátrapa López a las mujeres que se atreven a retarlo.
Y cómo olvidar el atentado al periodista Ciro Gómez Leyva, uno de los periodistas más respetados y clientes favoritos de López Obrador, cuyo intento de asesinato no sólo fue archivado por orden presidencial sino que, en el delirio de Palacio, hasta se intentó borrarlo de la conciencia colectiva.
Sin contar, claro, con los 75 periodistas asesinados en la gestión de AMLO y los más de cien luchadores sociales –defensores de los bosques, las selvas y la ecología–, que han perdido la vida a manos de matarifes que siguen las consignas de Palacio.
Pero el odio presidencial contra “la señora” –como le dice López a la senadora, empresaria y luchadora social–, Xóchitl Gálvez, va más allá de la consabida misoginia de Obrador.
Lo cierto es que se trata de una nueva venganza de Palacio, llevada a acabo por el propio presidente y cuya intención es desbarrancar, destruir y, si es posible, exterminar toda posibilidad presidencial de la exitosa empresaria hidalguense.
Y si dudan que López ha lanzado todo el peso del poder presidencial contra Xóchitl Gálvez, aquí un breve recuento de esa guerra descomunal.
1.- En los próximos días se cumplirán cinco semanas desde que López Obrador empezó a hablar a diario de la senadora hidalguense. Todo arrancó con una clásica calumnia presidencial, a la que Xóchitl respondió con una solicitud para hablar frente a frente con el tirano en su terreno; la mañanera.
López se burló de la empresaria y dijo que por ningún motivo le permitiría a la senadora el ingreso a Palacio. Entonces la senadora consiguió un mandato judicial para garantizar su derecho de réplica, lo que derivó en un choque frontal
2.- La escaramuza catapultó a Xóchitl en el ánimo ciudadano y le hizo cambiar de objetivo; de buscar la candidatura a jefa de gobierno de la CDMX, la hidalguense se propuso ser candidata presidencial.
Así, en medio de nuevas burlas de Palacio, en cuestión de horas Xóchitl siguió creciendo en las encuestas, al extremo de desatar no la preocupación, sino la alarma y el odio del oficialismo y del mismísimo sátrapa Obrador.
3.- Entonces vino lo que en Palacio creyeron sería el golpe mortal. Un fanfarrón presidente dijo que Xóchitl había sido la elegida “por el bloque conservador” para ser la candidata presidencial. El destape no consiguió su objetivo, sino todo lo contrario; llevó aún más alto a la hidalguense.
4.- Entonces López endureció el discurso y en su tono “chabacano” ordenó una investigación oficial de las empresas de Xóchitl. Es decir, el presidente que ordenó aniquilar al INAI, hoy pidió al INAI revelar la información de los gobiernos con los que la empresaria había colaborado.
De nuevo el odio, la calumnia y la amenaza oficiales chocaron contra la inteligencia. Y es que Xóchitl respondió que sus empresas “son tan chingones, que hasta su gobierno las contrata, presidente”.
Está claro que el psicópata de Palacio no parará hasta acabar con la senadora Xóchitl Gálvez, quien corre un serio peligro al viajar por la CDMX en bicicleta y recorrer el país sin los mínimos de seguridad.
Y es que la dictadura de López es capaz de todo. Y todo es todo.
Al tiempo.
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