Trump tiene su modo
Aquí lo hemos recordado decenas de ocasiones. Sin embargo, la gravedad del tema obliga a repetirlo tantas veces como sea necesario. Y es que, en efecto, uno de los más efectivos reclamos callejeros formulados por las llamadas “izquierdas” mexicanas de los años 60, del siglo pasado, era el poderoso y potente grito de: “¡prensa vendida!”. Se trataba de una exigencia clara y frontal no solo a la prensa escrita sino a la censura de los nacientes medios electrónicos; radio y televisión. Casi tres décadas después, en las agitadas aguas político-electorales de 1988, ese formidable líder opositor y capitán de empresa que fue Manuel Clouhtier, abrió los medios electrónicos a la voz opositora, en la presidencial
de ese 1988, con un efectivo boicot al gigante mediático, Televisa. El bloqueo fue tan efectivo que, desde entonces y hasta 2018 los medios se habían mantenido abiertos a todos los partidos, a todas las voces y, en especial, a todas las tendencias de pensamiento. Sin embargo, aquella dizque izquierda que, en los años 60 reprochaba la cancelación de libertas básica a la “¡prensa vendida!”, hoy es la misma tendencia política que está en el poder presidencial y que, paradójicamente, se comporta exactamente igual que los gobiernos del viejo PRI. Es decir, que la falsa izquierda de Palacio somete, controla y compra a la prensa, a los medios en general y, sobre todo, a periodistas e intelectuales. Por eso, porque hoy muchos votantes mexicanos de nueva generación ignoran la historia de la “¡prensa vendida!” del siglo pasado, deben saber que López Obrador y su cártel criminal –llamado 4T–, parecen empeñados en volver a los tiempos del control de medios y de la verdad oficial. Y si lo dudan, apenas el día de ayer apareció, a los ojos de todos, el mejor ejemplo de la censura y del control oficial de la prensa, en particular y de la mayoría de los medios, en general. En efecto, a pesar de que el evento político electoral más relevante del domingo 14 de enero del 2023 fue el cierre de la precampaña de la opositora Xóchitl Gálvez, por lo menos siete de los 20 diarios de la mal llamada “prensa nacional” censuraron de su primera plana el evento de la hidalguense. Y por eso la primera pregunta: ¿Por qué razón, diarios como Excélsior, El Universal, Milenio, La Jornada, El Economista, El Independiente y Eje Central ignoraron, en sus portadas, el cierre de campaña de Xóchitl Gálvez, en el Distrito Federal? La respuesta la conocen todos: porque son medios sometidos, comprados y controlados por el poder presidencial. En efecto, el diario El Universal ha sido colonizado por el equipo de campaña de Claudia Sheinbaum, al extremo de que familiares del propietario de El Gran Diario participan de manera directa en la campaña de la ex jefa de gobierno y preferida de Palacio. El caso de La Jornada es ampliamente conocido por todos: se trata del diario oficial preferido de López Obrador. Y es que, contrario a su espíritu fundacional –de dar voz a los que no la tienen–, La Jornada se vendió desde hace décadas a los intereses de Obrador. Resulta que López colonizó La Jornada desde sus primeros años de vida, al extremo de imponer a su comadre, la señora Carmen Lira, primero como directora y luego como dueña del diario; una maniobra ilegal que, en los hechos, no fue más que un robo a los accionistas que hicieron posible el nacimiento del diario, hace 30 años. La Jornada, por cierto, ha recibido la nada despreciable suma de mil millones de pesos en publicidad del gobierno de AMLO, lo que convierte a ese diario en uno de los mayores saqueadores del dinero público de la historia, en la claudicante democracia mexicana. Es decir, La Jornada es hoy todo aquello que criticaron sus fundadores y es un diario con todas las “taras” contra lo que lucharon sus creadores. Los casos de Excélsior, Milenio y El Economista se cuecen aparte, ya que se trata de “medios palanca”. Es decir, diarios que, al mismo tiempo son parte de poderosos grupos económicos que mantienen negocios e intereses con el gobierno federal y los gobiernos estatales, sean del signo que sean. Por años, los poderosos grupos empresariales detrás de Excélsior, Milenio y El Economista han pactado, negociado y se han beneficiado, lo mismo con el gobierno de Fox, que con el de Calderón, Peña y hoy con López. Es decir, se trata de empresas de mercenarias mediáticos que usan el poder del medio para ganar negocios y la gracia del poder presidencial. A su vez, los diarios Eje Central y El Independiente nacieron como proyectos editoriales independiente, propiedad de periodistas cuyas carreras habían sido de crítica al poder, en cualquiera de sus formas. Sin embargo, el poder y los negocios pervirtieron a los dueños de esos medios al extremo de que hoy no son más que groseros aplaudidores del tirano de Palacio, en espera de migajas de poder. Lo peor del caso es que esa misma prensa oportunista y rapaz será la primera en aplaudir una eventual victoria de Xóchitl Gálvez y, en la hipótesis de que la hidalguense logre derrotar a la dictadura, medios como El Universal, Excélsior, Milenio, El Independiente, La Jornada, El Independiente y Eje Central, serán los primeros en hacer negocios con el nuevo gobierno. Y es que lo que realmente les importa es el negocio, el dinero, no la democracia y menos las libertades ciudadanas. ¿Lo dudan?
Al tiempo.