Libros de ayer y hoy
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El modelo de reconstrucción imperial del presidente Joseph Biden ha colocado dinamita en los puentes bilaterales con México; y dependerá de la Casa Blanca si los hace estallar. Al final de cuentas, el más afectado será EU por el aislamiento geopolítico en la región latinoamericana y caribeña, los conflictos migratorios y de narcotráfico y las elecciones presidenciales estadunidenses de 2024 con un Donald Trump capitalizando los errores.
México no tiene mucho qué perder. El Tratado comercial seguirá vigente y tendrá que encarar conflictos en tribunales que pudieran durar años de litigios. La representante comercial estadunidense está asustando con el petate del muerto de 10,000 millones de dólares de daños, pero no se trataría de una cantidad a recuperar. Las agresiones comerciales de Washington afectarán la estabilidad económica de México y, de manera paradójica, se convertirán en presiones sociales en la frontera por el aumento del desempleo y la migración ilegal.
El factor estratégico que cambió el sentido del entendimiento bicentenario fue la guerra de Rusia en Ucrania a partir de la definición geopolítica de Biden en la reunión de Munich en enero de 2021 anunciando el regreso de Estado Unidos al liderazgo mundial. Washington necesita que toda América Latina y el Caribe, como en el 1962 cubano, rompa relaciones con Rusia, aunque más como mensaje que como decisión efectiva. Como el presidente López Mateos en 1962, México asume su autonomía diplomática en función de los intereses mexicanos. En aquella fecha la Casa Blanca amenazó con represalias e México, pero a la hora decisiva prefirió asumir la derrota diplomática.
El presidente López Obrador parece jugar con los mismos escenarios estratégicos extremos; a Washington le conviene un México estable con libre comercio que provocaciones que puedan ir anulando la validez del Tratado globalizador, sobre todo ahora que México regresó a ser el principal socio comercial de EU.
En términos de real politik, la aceptación mexicana de sanciones a Rusia en nada cambiará el escenario geopolítico mundial por el peso muy menor de México, a pesar, inclusive, de su participación en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sacar a Rusia de ese grupo de élite que mantiene el precario equilibrio mundial generaría más guerras de posiciones en zonas del mundo donde sigue latente el conflicto Rusia-EU.
La Casa Blanca está arriesgando la estrategia tradicional de tensión con México. El fracaso de la visita del comisionado de cambio climático John Kerry afectó más a EU que a México. En el fondo, a EU no le preocupa el peso de México en el cambio climático porque desde cuando debió de haber roto relaciones, pero la reconversión industrial mexicana requiere de fondos que EU no desea arriesgar.
El tema de las empresas afectadas por la ley eléctrica aparece como un alto riesgo en las relaciones bilaterales; el presidente López Obrador ha dado muestras muy claras de sus prioridades y en este sentido las amenazas no provocarán retrocesos en el efecto nacionalista de la anulación de contratos leoninos. Al final, el enfoque nacionalista forma parte esencial de las redefiniciones sistémicas del proyecto presidencial lopezobradorista que –y éste sería el mensaje más profundo– podría ser determinante en la sucesión presidencial mexicana en Morena.
El presidente Biden, a diferencia del presidente Trump, no entiende los resortes nacionalistas de funcionamiento de las decisiones mexicanas vis a vis los intereses estadunidenses. Trump amenazó en 2020 con castigos arancelarios para obligar a México a contener las caravanas de migrantes, pero no fue más allá de su objetivo bilateral. Biden, en cambio, quiere toda la enchilada y se está encontrando con la obstinación de un presidente mexicano que sabe cómo contener los afanes de dominación de los estadunidenses.
La respuesta directa del presidente López Obrador a Kerry y a la representante comercial Katherine Tai dejó a Biden sin argumentos y fortaleció el ánimo nacionalista de las relaciones bilaterales que el presidente Salinas de Gortari había entregado a la Casa Blanca para firmar el Tratado en los términos estratégicos del Memorándum Negroponte que aquí se ha recordado y que le dio enfoque geopolítico a las relaciones comerciales:
“La propuesta de un TLC es de alguna manera la piedra que culmina y asegura estas políticas (reformistas neoliberales de Salinas). Desde una perspectiva de política exterior un TLC institucionalizaría la aceptación de una orientación estadounidense en las relaciones exteriores de México”.
En este sentido, la ley eléctrica es un obstáculo para imponer la orientación estadunidense en las relaciones exteriores de México.
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