Libros de ayer y hoy
Indicador Político
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A pesar de las tensiones, desencuentros y estridencias, lo que ocurre en el caso concreto de la actual reforma eléctrica responde a un proceso natural de cambio de élite gobernante y de nuevo modelo de Estado. Para consolidar el neoliberalismo como reconstrucción del proyecto nacional, los presidentes Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto reformaron la Constitución con la mayoría del PRI y la alianza con el PAN.
Ahora que el PRI y el PAN son minoría, el presidente López Obrador necesita de llevar el perfil de su propuesta de Estado a la Constitución y para ello tiene que reformar las reformas neoliberales 1983-2018. Lo que sonó a amenaza de aprobar las leyes o reformará la Constitución es el paso obligado para que su proyecto de nación tenga vialidad. Como antes el PRI, ahora Morena tiene la mayoría absoluta. Y el debate se va a extender para mantener esa ventaja en la próxima legislatura.
La otra parte del debate también necesita un matiz. En los hechos, la propuesta general lopezobradorista se define como posneoliberal, es decir, nueva o hacia adelante del neoliberalismo anterior. Sin embargo, en la realidad se trata de una propuesta preneoliberal, es decir, regresar al modelo de Estado rector, dominante y hegemónico del periodo 1934-1982, caracterizado como populista (de masas con Cárdenas, autoritario con López Mateos y Díaz Ordaz, y sólo estatista con Echeverría y López Portillo), pero en los hechos como variantes de un modelo funcionalista: capitalismo de mercado con Estado predominante e intervencionista.
El modelo neoliberal aprovechó la mayoría priísta y la coincidencia de modelos ideológicos de conservadurismo económico de mercado (“Salinas me robó mi proyecto”, denunció el candidato panista Manuel J. Clouthier en 1988) para reformar la Constitución. En estos casi tres años de legislatura, el presidente López Obrador ha aprovechado su mayoría absoluta de Morena y calificada con aliados en la Cámara de Diputados y simple en el Senado. Pero el caso eléctrico lo obliga a reformar la Constitución de manera inevitable.
La crisis con la Auditoria Superior de la Federación es otro ejemplo de construcción de instituciones en función de la mayoría absoluta de su relevo: en 2018 el PRI y el PAN tenían más de 300 diputados y hoy Morena tiene más de 250. Por tanto, le corresponde tomar el control de los organismos autónomos del gobierno que funcionan como apéndices del Estado vía la designación de funcionarios con las mayorías legislativas. Y pasará con el INE, designado por el PAN y el PRI y hoy Morena es mayoría.
La amenaza presidencial de reformar la Constitución debe leerse no como intimidación, sino como un proceso formal inevitable: sin meterse en caracterizaciones de la 4ª-T, el asunto es de mayorías legislativas. El presidente López Obrador tiene el derecho ganado en las urnas de imponer su modelo de desarrollo a través de su mayoría y la oposición PRI, PAN, Movimiento Ciudadano y organizaciones sociales deben luchar por ganar más espacios legislativos y no llorar sus desgracias electorales porque la gente ya no vota por ellos.
La reforma neoliberal del Estado tuvo en Salinas de Gortari a su ideólogo: el Estado autónomo (discurso de 1985 en la UNAM sobre las reformas delamadridistas) de la contienda social, es decir, del Estado tecnócrata. Esas reformas disminuyeron la intervención directa y regulatoria del Estado, privatizaron la economía pública y empobrecieron la sociedad. Y lo hicieron desde sus victorias electorales, con todo y las impugnaciones.
La viabilidad del modelo de Estado del presidente López Obrador va a depender de una reforma del Estado. El nuevo modelo no es posneoliberal, sino que tiene todas las características de un modelo preneoliberal, es decir, una mixtura del Estado de Cárdenas a López Portillo. Pero esa reforma necesita de una reorganización total de las finanzas públicas, de las facultades legales del Estado, de la reconstrucción de una base productiva del gobierno y de políticas sociales más allá de las asistencialistas propias del neoliberalismo populista salinista.
Sólo con una reforma del Estado podría López Obrador trascender su sexenio. Por ello la elección de diputados, de gobernadores, de alcaldes y sobre todo de congresos locales es vital para la propuesta lopezobradorista. Ahí, en la próxima cámara de diputados y en la reforma constitucional del Estado, se jugará su existencia la 4ª-T.
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