Cambio de coordenadas
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Si bien toda diplomacia es política, resulta que no toda política es diplomacia. Por ello las relaciones del nuevo gobierno estadunidense de Joseph Biden con el presidente López Obrador requerían de toques personales y no de intermediaciones pasivas. Toda diplomacia con el imperio es inútil y juega siempre a favor de la Casa Blanca.
En este sentido, el desplazamiento de la burócrata Martha Bárcena de la embajada de México en Washington era necesaria y con mayores razones cuando se la pasaba tratando de doblegar al presidente mexicano ante el debilitado y tibio Biden. El traslado de la relación bilateral a Palacio Nacional acotará de origen a las instituciones de inteligencia y seguridad nacional que suelen también intermediar por razones diversas a México.
El eje de las relaciones Biden-AMLO estará en los tres niveles de la seguridad; geopolítica-estratégica, por el papel de México ahora en el Consejo de Seguridad de la ONU y en América Latina, comercial por el Tratado y la inversión extranjera estadunidense que está siendo obstaculizada y criminal por el modelo Obama de otorgar carácter trasnacional a los cárteles que tienen su sede en México y dominan el mercado al menudeo en tres mil ciudades estadunidenses y que le otorgó a la Casa Blanca el derecho supranacional de operar de manera ilegal en México aún sin autorizaciones oficiales.
El dato mayor en materia de seguridad ha tenido un ajuste estratégico en la Casa Blanca: la militarización directa de la defensa nacional de EE. UU. con el general recién retirado Lloyd Austin como secretario de Defensa, eliminando la intermediación civil. El nuevo jefe del Pentágono viene de los comandos operativos en el medio oriente y de la lucha antiterrorista, carece de enfoques políticos de equilibrios y fue un mensaje de tambores de guerra en la política imperial estadunidense.
El general Austin ya anuncio que había entrado en contacto con sus homólogos mexicanos para redefinir la estrategia anti cárteles del crimen organizado de EE. UU., aunque sin entender –y fue su primer error de alta burocracia– que la política de seguridad en México la opera de manera directa el presidente de la república y que los militares aquí están subordinados al poder civil.
México envió mensajes directos a la Casa Blanca con las reformas a la Ley de Seguridad Nacional para someter a control a las agencias de seguridad estadunidenses que operaban con impunidad y abuso en México. El siguiente paso debe darlo la Casa Blanca: mantener o reformar la estrategia de combate a las organizaciones criminales trasnacionales en el modelo antiterrorista de Bush Jr.: aplastarlos en sus madrigueras, es decir en México. Ahora mismo hay en curso en México varias operaciones estadunidenses sin informar al país para capturar a cuando menos tres capos importantes, pero cuyo arresto y extradición podría aumentar la violencia delictiva.
La estrategia estadunidense contra carteles en México es contraria a la de eludir persecuciones que aumenten la violencia delictiva. Funcionarios mexicanos explicaron a funcionarios estadunidenses los fundamentos del modelo mexicano de construcción de la paz, pero la óptica imperial no entiende de razones y ha seguido hostilizando a cárteles en México.
La reconstrucción de las relaciones de seguridad en materia criminal es obligada después de las reformas mexicana para someter a control a agencias y agentes estadunidenses que operan en México y éste podría ser el tema central en la agenda del nuevo embajador mexicano designado Esteban Moctezuma Barragán. Pero para iniciar negociaciones, la Casa Blanca necesita no retrasar el beneplácito o rechazo a Moctezuma y a la vez designar a su propio embajador en México. El problema podría darse si el presidente Biden escucha a exdiplomáticos estadunidenses en México que han confrontado el estilo presidencial mexicano y que han acusado a México en Washington de la relación personal de López Obrador con Donald Trump.
El enfoque político de México en sus relaciones con EE. UU. va a chocar con el enfoque de seguridad nacional unilateral de Washington.
Política para dummies: La política es el arte de mantener distraído al adversario.
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