Poder y dinero
La aprehensión de familiares cercanos a José Antonio Yépez Ortiz El Marro, jefe del Cártel de Santa Rosa de Lima dedicado al huachicoleo, el cerco al propio capo y los dos videos llorando sus desventuras y amenazando con incendiar el infierno han mostrado que el Estado tiene todavía la fuerza para imponer su hegemonía sobre el crimen organizado.
En todo caso, el fondo del caso de El Marro tiene que ver más con una estrategia no conocida de persecución, arresto y desmantelamiento de cárteles y de las presiones estadunidenses. Si se sabe leer con cuidado el escenario estratégico, el Estado va tras Nemesio Oseguera Cervantes El Mencho, jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación, y tras de Ovidio Guzmán López, uno de los hijos de El Chapo Guzmán que encaró el poder el Estado para librarse de arresto con fines de extradición en octubre pasado.
Esos tres cárteles rebasaron sus tareas de tráfico de drogas y buscaron asentarse en estados territoriales de la soberanía del Estado para convertirse en mini Estados en funciones criminales. La expansión violenta del CJNG en varias zonas de la república adelantaron los indicios de desplazar al Estado constitucional y crear espacios segregacionistas.
En estos tres cárteles no aparece ningún pensamiento estratégico guerrillero, es decir, un modelo de asentamiento político o de beligerancia, sino tan sólo la conquista de territorios para traficar droga y controlar micro economías. El lenguaje de odio de El Marro en los videos de respuesta al arresto de familiares de su primer círculo evidenció sólo a un individuo violento y desesperado, pero sin enfoques estratégicos. Buena parte de la violencia criminal en Guanajuato procedía de los conflictos y avances de El Marro y de la consolidación de una sociedad sólo de violencia.
El Mencho y Ovidio andan en las mismas condiciones: son jefes escaladores por circunstancias, saben manejar sicarios y no miden los efectos de la violencia. Los videos del CJNG han sido analizados sólo en función de un desafío de fuerza contra el Estado por invadir territorios institucionales y por hacer acopio de armas mayores a las policías, pero menores a las militares.
Ninguno de los tres capos ha ofrecido una idea clara de una estrategia de sustitución del Estado, sólo con algunas zonas donde vigilan, reparten beneficios y ponen a la sociedad a su servicio con salarios atractivos. Su lenguaje de violencia es preocupante porque El Marro ha acudido ya a acciones típicas del terrorismo, como los coches-bomba. Y Ovidio amenazó al poder militar del Estado con estallar camiones-bomba en zonas habitacionales castrenses para evitar su arresto.
La orden de arresto con fines de extradición contra Ovidio sigue vigente y la crisis de octubre fue producto de una estrategia fallida de seguridad del gobierno federal. El mensaje ya fue enviado en declaraciones oficiales y las fuerzas de seguridad están operando escenarios de inteligencia para localizarlo, arrestarlo y neutralizar la violencia de venganza.
El caso de El Mencho carece de información confiable. Lo único cierto es que de seguir vivo estaría en las mismas circunstancias de El Chapo después de su segunda fuga de 2015: a salto de mata, sin capacidad para dirigir operaciones drogas, desconfiando de todos por las recompensas y con reacomodos de liderazgos en su cartel. Tras de su tercera captura en 2016, El Chapo fue extraditado a los Estados Unidos y sentenciado a cárcel de por vida.
La captura de los familiares de El Marro, el arrinconamiento del capo para una inminente captura y las amenazas de violencia como venganza van a poner a prueba la fuerza del Estado y sus instituciones de seguridad. En los hechos, El Marro no es un delincuente menor y sus reacciones violentas atentan contra el Estado y sus tareas de mantener la seguridad y la paz, pero tampoco constituye una figura amedrentadora del Estado. En el caso de El Mencho involucran niveles de seguridad nacional porque la DEA tiene abierta la Operación Python contra el CJNG en los EE UU y en México, lo que escala áreas de seguridad del Estado.
A los cárteles se les dio la oportunidad de ocultarse y de desactivar la violencia de sus actividades delictivas, pero ahora están comenzando a encontrarse con el Estado como la institución garante de la seguridad.
Política para dummies: La política es el juego de estrategias, no el choque de batallones.
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