Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
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Por Carlos Ramírez
Como en política funcionan mucho las circunstancias, la crisis en las relaciones México-EU por los enojos del secretario del Departamentito de Estado tienen otros datos:
El presidente Biden estaría utilizando a su secretario de Estado para atacar a México por la negativa del presidente López Obrador a participar –como hace 2 años– en la Cumbre por la Democracia que tendrá la Casa Blanca los días 29 y 30 de marzo.
El presidente mexicano ha plantado cuando menos en dos ocasiones al presidente Biden: en diciembre de 2021 México no participó en la Cumbre por la Democracia que era la propuesta estrella del presidente Biden para cumplir con su amenaza en la Conferencia de Seguridad en Múnich de que Estados Unidos estaba de regreso en el liderazgo mundial; y en junio de 2022, López Obrador se negó a participar en la Cumbre de las Américas del presidente Biden porque el espíritu de exclusión de la Casa Blanca que era contrario a cualquier espíritu democrático.
La segunda Cumbre por la Democracia del presidente Biden está programada como un juego estratégico de seguridad nacional frente a la crisis del equilibrio mundial que provocó la invasión de Rusia a Ucrania, el efecto desestabilizador en la OTAN europea, la previsible alianza de China con la Rusia de Putin y el avance chino y ruso en América Latina.
La Cumbre por la Democracia del miércoles y jueves de la próxima semana formaría parte del intento de liderazgo forzado de la Casa Blanca con países asumidos con criterios democráticos y la reunión estaría copatrocinada por Costa Rica, los Países Bajos, la República de Corea (del Sur) y Zambia, basado en criterios bastante nebulosos de “gobernanza responsable transparente y respetuosa de los derechos”. En el fondo, sin embargo, las Cumbres por la Democracia quieren enviar el mensaje al mundo de que Estados Unidos está reasumiendo el papel de “líder del mundo libre”, en un lenguaje de la vieja guerra fría.
Como se está viendo en la crisis de relaciones bilaterales México-EU por los dimes y diretes entre el Departamento estadounidense de Estado –alias el Departamentito— y el presidente López Obrador, Biden ha visto cómo su incapacidad para gestionar una nueva relación con el Estado mexicano ya se convirtió de nueva cuenta en parte de la agenda republicana en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre de 2024, seis meses después de que México haya votado un nuevo presidente de la República y sobre todo por el escenario actual que prefigura en las encuestas con una nueva victoria del grupo lopezobradorista.
Los temas de la frontera migratoria, del narcotráfico y de las quejas de empresas estadounidenses en el escenario del Tratado de Comercio Libre son ya parte de la agenda republicana que está poniendo el juego electoral en las precampañas estadounidenses, sobre todo porque el expresidente Donald Trump –hoy el principal precandidato perfilado entre los republicanos y con altísima competitividad frente a Biden como candidato reeleccionista o cualquier otro demócrata– tiene el control de la Cámara de Representantes y una muy importante fuerza política en las comisiones determinantes de la política exterior en el Senado.
La amenaza del secretario de Estado Antony Blinken de que Estados Unidos sí tendría en la agenda la caracterización de los cárteles del narcotráfico mexicano como terroristas fue una victoria adelantada del discurso republicano frente a la impericia, fragilidad y debilidad de la gestión de las relaciones bilaterales en la Casa Blanca. No pasa desapercibido el hecho de que las amenazas tronantes de Blinken –que implicarían una invasión militar estadounidense a México– tengan al embajador americano Ken Salazar sudando a chorros sus negociaciones a favor de las políticas nacionalistas de López Obrador.
El comportamiento republicano del secretario demócrata de Estado en un tema que será prácticamente imposible de cumplir –los cárteles como terroristas– es más importante que las amenazas ineficaces de Blinken. Expertos estadounidenses en relaciones bilaterales estarían alertando a la Casa Blanca del costo para Estados Unidos del sentimiento nacionalista mexicano que está explotando el presidente López Obrador y que le está restando eficacia a los sectores opositores mexicanos que están clamando para que el Gobierno de Estados Unidos intervenga en las elecciones presidenciales de México en junio de 2024.
El único que puede salvar a Biden del conflicto con México es el embajador Salazar, pero a condición de que Blinken se dedique más a la crisis China-Rusia-Ucrania.
Política para dummies: La política es un juego de espejos.
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