Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
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Por Carlos Ramírez
Los focos de alarma se han prendido en el sistema político de Estados Unidos por el activismo atrabancado de Donald Trump, pero en realidad la democracia estadounidense se está agotando por cinco problemas pragmáticos: la acumulación de la riqueza como objetivo, la falta de representación social de sus políticos, el consumo de drogas como un falso derecho a la libertad, la competencia económica, nuclear y política de Rusia, China, Corea del Norte e Irán y la configuración de una nueva mayoría social que está harta de los políticos.
La presencia y liderazgo de Donald Trump no debe ser considerada una anomalía social, sino un producto histórico de las contradicciones sociales y de clase de una economía que deslumbró por su riqueza pero que ha decepcionado por una distribución social que está haciendo crecer de manera peligrosa el volumen de marginados del bienestar.
Las elecciones intermedias en Estados Unidos que se celebrarán mañana martes 8 de noviembre serán un recordatorio –otro más– de que la crisis estadounidense es de sistema/régimen/Estado y de un modelo económico que cada vez está reduciendo su cobertura de bienestar. El despilfarro del presidente Biden con dinero regalado para paliar el efecto de la pandemia, aunque a costa de despertar el fantasma de la inflación, ni resolvió la crisis social ni tampoco ayudó a estabilizar el desequilibrio social.
El sistema estadounidense está crujiendo en sus amarras porque no tiene capacidad para atender la desigualdad social de sus habitantes y siguen llegando oleadas de cientos de miles de migrantes deslumbrados por la facilidad de conseguir dólares y ayudar a sus familias en sus lugares de origen, reventando el territorio estadounidense en sus fronteras porosas y ya controladas por el crimen organizado.
Estados Unidos como potencia supuso que la derrota soviética en el corto lapso 1989-1991 era el fin de la historia y que vendrían tiempos de un capitalismo dorado; sin embargo, la crisis del régimen estadounidense se ha ido generalizando para convertirse en una crisis de modelo económico y de estructura de desarrollo. Los presidentes del colapso estadounidense –Bill Clinton, George Bush Jr., Barack Obama y Donald Trump– no supieron leer de manera estratégica el agotamiento del modelo estadounidense y el presidente Biden ha acumulado las contradicciones de los últimos 30 años.
Donald Trump vino hacer un revulsivo político y social porque representaba la parte de la vieja clase social puritana que fundó el régimen estadounidense y en las elecciones de mañana podría alzarse con una victoria republicana en los tres sectores en disputa: Cámara de Representantes, Senado y mayoría de gubernaturas, inclusive con una fuerza política activa imparable si acaso perdiera por mínima ventaja.
Los signos de debilidad del régimen estadounidense están a la vista: las corrientes institucionales que siguen conduciendo la vida política parecen tener datos concretos de la subversión de Trump, pero carecen de fuerza política para contenerlo aplicándole todo el peso de la ley y enviándolo a la cárcel. Estos indicios solo estña mostrando que la vieja alianza demócrata-republicana que creó las bases de un consenso bipartidista ya no existe y que Trump se perfila como candidato presidencial para el 2024 con suficientes indicios como para apreciar su ventaja electoral.
Trump es la suma de corrientes radicales conservadoras que nacieron y se consolidaron al interior de las contradicciones de la coalición demócrata-republicana para repartirse el poder sin modificar las bases de la concentración de la riqueza como el pivote de funcionamiento del capitalismo estadounidense. Esta coalición perdió la oportunidad de reconstruir el modelo imperial estadounidense y la alianza Clinton-Bush-Obama malgastó sus referentes de clase dirigente porque no entendió la descomposición del pensamiento social de Estados Unidos, en tanto que Trump percibió el repudio social hacia la élite del poder estadounidense.
Cualquiera que sea el saldo electoral de mañana martes, lo único cierto es que Estados Unidos perdió la base fundamental de su consenso: la cohesión social basada en el confort popular como la justificación para ejercer el poder imperial externo.
Política para dummies: La política es producto de la política, y sin política las tensiones rompen los consensos.
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