Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
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Por Carlos Ramírez
La celebración onomástica y la aparición de un nuevo libro posicionaron al ensayista e historiador Enrique Krauze en el escenario del debate de la coyuntura mexicana actual. Después de la figura intelectual de Octavio Paz fallecido en 1998, Krauze se quedó como la personalidad más acabada para asumir la carga de reflexionar críticamente México, lo cual no ha sido una tarea fácil.
En un texto publicado en una edición especial del periódico Reforma sobre Krauze, el poeta y ensayista Gabriel Zaid aportó la caracterización de nueva categoría para personajes de la reflexión pública: “ciudadanos estadistas”. Aquí proponemos, a partir de Zaid, una caracterización de categoría politológica para entender el papel de pensadores públicos de las realidades: intelectuales estadistas, después de los espejos de Príncipes de las monarquías absolutistas y, desde luego, un paso adelante al papel de los consejeros del poder al estilo del Machiavelli de El Príncipe.
En su larga conversación de 728 páginas con el intelectual español José María Lasalle para el libro Spinoza en el Parque México (Editorial Tusquets), Krauze hace revisión de recuerdos y reflexiones de los acontecimientos públicos a su largo de su vida productiva intelectual –el hombre orteguiano y su circunstancia–, dentro de su propia propuesta como historiador de personajes a partir del modelo historiográfico de las biografías intelectuales.
La lectura del libro último y la revisión de su larga y productiva aportación histórica y política permiten posicionar a Krauze en el tiempo intelectual mexicano. Y en este escenario se puede llegar a una conclusión: Krauze representó una fractura en el pensamiento político mexicano al agotar la validez de las ideas de la Revolución Mexicana –el populismo que precisó Arnaldo Córdova en La ideología de la Revolución Mexicana, Editorial ERA, 1972– y definir un nuevo paradigma ideológico: el liberalismo democrático, bastante distante del conservadurismo religioso que transitó de los fueros católicos del siglo XIX de Benito Juárez, se nutrió de los intereses conservadores contrarios a la Revolución y apenas sobrevivió con los primeros años de funcionamiento del PAN mexicano a la derecha del espectro ideológico.
El liberalismo como nuevo posicionamiento ideológico se alejó de pensamiento dominado por los fueros religiosos y rescató los valores seculares del individuo. La ruptura de Krauze con el pensamiento oficialista de la Revolución Mexicana –pervertido por el PRI y su discurso demagógico– ocurrió en 1972 con la disputa intelectual entre el grupo de Carlos Monsiváis (progresistas a la vera del PRI) en el suplemento La Cultura en México y los escritores agrupados alrededor de Octavio Paz (liberal) en la revista Plural.
La publicación de Monsiváis le puso la etiqueta de liberales –porque no se atrevió a usar el concepto agresivo de conservadores– y la revista de Paz abrió el gran debate sobre los intelectuales y la política en el espacio liberal de mantener –dijo el propio Paz– las distancias del Príncipe y del poder. Krauze había participado de refilón en el suplemento de Monsiváis con un texto escrito al alimón con Héctor Aguilar Camín, pero no tardó mucho en salirse de esa corriente y pasó a ser una de las piezas fundamentales de las publicaciones de Paz hasta su muerte en 1998.
El suplemento de Monsiváis formaba parte de las publicaciones que proyectaban el pensamiento progresista de la Revolución Mexicana, colocándose en un espacio ideológico bastante extraño: la izquierda del PRI, cuando los gobiernos de López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz representaban la derecha autoritaria y represora. Pero el PRI había sabido construir escenarios alternativos totalizadores –la dictadura perfecta que reveló Mario Vargas Llosa– donde se podía ser de izquierda y hasta marxista y al mismo tiempo aceptar al PRI autoritario y empresarial.
El posicionamiento de Krauze como nuevo paradigma ideológico rompió los absurdos de la intelectualidad progresista funcional a la construcción de mayorías priistas. Krauze irrumpió con fuerza en el posicionamiento ideológico en enero de 1984 con su ensayo “Por una democracia sin adjetivos”, en el que planteó la oportunidad del régimen priista de abandonar sus absurdos ideológicos del sistema centralista y presidencialista y necesario y entrar de lleno a la modernidad democrática, tomando como referente la transición de España a la democracia en 1976-1978: atender el resultado de las urnas, sin adjetivos ideológicos. La repuesta institucional a Krauze fue abrumadoramente negativa: permitir que el voto definiera el rumbo ideológico sería entregar el poder a los conservadores (el modelo del veterano líder del control obrero priista Fidel Velázquez: “a balazos ganamos el poder, a balazos nos lo pueden quitar”), aunque Krauze se había preocupado por definir que había una sociedad que quería abandonar el cinturón de castidad de la ideología oficial de la Revolución Mexicana priista.
En 1985 Paz y Zaid publicaron sendos ensayos en Vuelta para construir un escenario de transición terminal de México: La “Hora Cumplida”, del primero, y los “Escenarios sobre el fin del PRI”, del segundo. Paz y Zaid consolidaron la transición liberal mexicana que se salía de la continuidad del priismo corrupto, represor e ineficaz y del conservadurismo religioso y empresarial del PAN, para abrir el camino del liberalismo democrático.
El proceso histórico de México después de 1985 le ha dado la razón a Krauze, Paz y Zaid: el México de la Revolución Mexicana se ha inclinado más al liberalismo y hasta se ha pasado del límite para llegar a un neoliberalismo de mercado autoritario y empobrecedor, mientras los partidos se alejan de la sociedad con el refrendo a doctrinas autoritarias –Morena de López Obrador– o hacia un neoliberalismo de mercado expoliador, y el PAN se alía a sus enemigos históricos, el PRI y el PRD excardenista y ahora neoliberal, con tal de ganar el poder.
El paradigma del liberalismo democrático permea los libros de análisis político de Krauze, alrededor de unos diez, pero sin que partidos, sociedad y grupos opositores se atrevan a explorarlo con decisión.
Política para dummies: La política comienza con las ideas.
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