Itinerario político
El enredo político
en Estados Unidos
Carlos Ramírez
Pocos analistas parecen estarse percatando de que algo muy grave está ocurriendo al interior de Estados Unidos: el expresidente Donald Trump encabeza las encuestas del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de noviembre de 2024 y está a punto de ser enjuiciado con miras a un encarcelamiento físico, en tanto que el presidente Joseph Biden lidera las precandidaturas demócratas y también enfrenta acusaciones graves de uso de los recursos del Gobierno para atacar a su adversario y proteger a su hijo de delitos penales.
Hasta hoy, las listas de los precandidatos presidenciales de los dos partidos en EU son demasiado volátiles, en tanto que el proceso formal comenzaría hacia mediados del año próximo; y en este escenario ninguno de los aspirantes de cada uno de los dos partidos se acerca siquiera a la tendencia de Trump y Biden. Y ahí viene el primer problema: si los dos políticos que encabezan las encuestas en sus partidos no pueden llegar a la candidatura por cuestiones judiciales, ninguno de los otros aspirantes que les siguen en las listas respectivas está conmoviendo al electorado.
El expresidente Trump acaba de ser incluido en dos expedientes judiciales muy graves: el uso y manipulación de documentos secretos que encontraron en su casa de Florida y el apoyo que dio a la insurrección de los grupos ultraderechistas estadounidenses en el asalto al capitolio el 6 de enero de 2021. En el peor de los casos existe el riesgo de encarcelamiento, aunque en el mejor pudiera darse sólo la suspensión de derechos políticos para impedirle regresar a la presidencia.
Frente al deterioro de salud del presidente Biden y al caso judicial de su hijo Hunter en tribunales, las posibilidades demócratas todavía colocan a Biden –en caso de ser el candidato– abajo de las expectativas que sigue acumulando el expresidente Trump. Y como para ilustrar la pérdida de poder del supuesto hombre más poderoso del mundo, el juicio contra Hunter Biden tuvo que pasar por un duro golpe de credibilidad que le dio una juez al rechazar el acuerdo de declaración de culpabilidad del junior para evitar físicamente la cárcel y quedarse solo con una sentencia suspendida y trabajo comunitario. La argumentación de la juez fue muy clara: existe el riesgo de que el presidente Biden utilice todo su poder para otorgarle indultar a su hijo y limpiar su expediente, al grado de que por primera vez el poderosísimo presidente de Estados Unidos tuvo que firmar una carta comprometiéndose a no exonerar a su hijo.
Hasta ahora, el proceso de elección presidencial de noviembre de 2024 en Estados Unidos se mueve sólo en las expectativas adelantadas de los presuntos precandidatos por el interés y activismo del expresidente Trump con presencias públicas como pre-precandidato, sin esperar a que el proceso formal se inicie con las convenciones partidistas hacia mediados del próximo año.
El sistema presidencialista estadounidense ha podido resistir los conflictos gravísimos del Watergate de Nixon, el Irán-contra de Reagan, el caso Lewinsky de Clinton, las mentiras de Bush Jr. para ir a una guerra familiar contra Hussein y para invadir Afganistán y la crisis de expectativas sociales de Obama que permitió el tránsito del primer presidente afroamericano a la elección de un Trump investido con el perfil de racista.
Aunque entre Biden y Trump existe una diferencia de edad de solo 4 años, el republicano aparece en actos públicos con la furia de un toro suelto, en tanto que el demócrata sigue acumulando burlas por confusiones que hablan más bien de un deterioro demencial, como fue confundir a Ucrania con Irak y decirle a Putin hace Zelenski y con incidentes registrados por la prensa que señalan ciertas actitudes de acoso sexual con abrazos abusivos o besos exagerados a los niños.
La estrategia política de Donald Trump ha sido exitosa: polarizar a la sociedad entre su posición más vinculada al puritanismo del siglo XVII que al conservadurismo del siglo XXI. La diferenciación ideológica entre demócratas y republicanos se manifestaba internamente sólo en temas de impuestos y aborto y casi no había diferencias en la agenda internacional geopolítica por los perfiles imperiales de dominación entre los dos partidos, llegando inclusive al grado de asumir la existencia de una corriente neoconservadora de política exterior que no diferenciaba a ninguno de los dos partidos. El único que puso una frontera muy precisa en política exterior fue el presidente Carter con el repliegue de la diplomacia agresiva americana en casos como los precios petroleros y la invasión de la embajada de EU en Irán y en América Latina con el repliegue del apoyo a dictaduras, la entrega del Canal de Panamá y la distancia ideológica en Nicaragua que permitió la victoria de la revolución popular sandinista que derivó en una dictadura al estilo de Cuba.
El costo político desde ablandamiento de la llamada diplomacia del garrote estadounidense fue la derrota de Carter en las elecciones presidenciales de 1980 y el ascenso nuevamente de la democracia de las cañoneras del conservador Ronald Reagan.
El tiempo electoral estadounidense de 2024 se ha adelantado en medio de situaciones que requieren posicionamientos de largo plazo: la guerra en Ucrania, la ofensiva de Rusia en Iberoamérica y África, el expansionismo político chino, las provocaciones de Corea del norte y la amenaza nuclear de Irán, entre otros. Pero, sobre todo, el detonador político ha sido el activismo del expresidente Trump para aprovechar los errores de la gestión cotidiana del presidente Biden y potenciar el efecto político de los dos juicios en contra del propio Trump que lo están posicionando en medios con el argumento político de que le quieren ganar la presidencia en tribunales y no en las urnas.
Los tiempos electorales adelantados de Estados Unidos se están convirtiendo en un factor de inestabilidad nacional con repercusiones internacionales y están afectando el liderazgo geopolítico de Washington.