Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
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Sin existir ningún indicio real, las advertencias de un crimen político para resolver la elección presidencial de 2024 se introdujeron como marco referencial de análisis que no responden a la realidad histórica: Francisco I. Madero, Alvaro Obregón y Luis Donaldo Colosio no fueron asesinados por adversarios políticos, sino que sus muertes fueron producto de rupturas en sus propias coaliciones internas.
Madero confió demasiado en el general Victoriano Huerta y le entregó nada menos que la jefatura del Ejército, a pesar de advertencias que ponían en duda su lealtad, y en medio de las insidias criminales de la embajada de Estados Unidos en México. Obregón cayó víctima de un adversario religioso, pero hasta la fecha se siguen acumulando indicios de que su muerte fue programada por aliados que no querían reconstruir otro porfiriato y que estaban en la cúpula del poder. Y a Colosio le quitaron a la mala la candidatura presidencial desde la misma coalición que lo prohijó.
Cuando Cuauhtémoc Cárdenas se convirtió en el gran disidente en 1987-1988, amigos y algunos periodistas le aconsejaron que aumentara su nivel de seguridad personal, pero nunca hubo en toda su campaña ninguna agresión que pusiera en riesgo su vida. Igual ocurrió en las tres candidaturas presidenciales de López Obrador, ante temores de aliados y colaboradores de que pudieran atentar contra su vida.
Los candidatos presidenciales panistas Manuel Clouthier, Diego Fernández de Ceballos y Vicente Fox nunca percibieron que el clima amenazante del sector político priista pusiera en riesgo su seguridad personal y ninguno de los tres temió algún atentado político.
En este contexto, la argumentación sobre la seguridad personal y política de la senadora Xóchitl Gálvez tiene más indicios de construcción de un discurso opositor victimizante para elevar los bonos políticos, pero con el costo desestabilizador de tratar de inducir el miedo como un factor de campaña electoral.
Los crímenes políticos en campañas electorales sí ocurrieron: Ovando y Gil, dos asesores de campaña de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 fueron arteramente asesinados como parte del clima de intimidación de los sectores duros del PRI y luego se han documentado las evidencias de que el gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari aparece como el responsable del asesinato de más de 500 perredistas que confrontaron al poder, aunque hoy ese PRI salinista que reprimió de manera criminal a la disidencia cardenista, aparece aliado, del brazo y por la calle, del PRD poscardenista y chuchista.
La argumentación de advertencia de un posible atentado criminal contra la senadora Gálvez es una estrategia que se le puede regresar a los que la argumentan, sobre todo porque México entró ya una lógica de alternancia muy ajena aquella maldición que lanzó el todopoderoso líder obrero Fidel Velázquez Sánchez en los 90 cuando dijo que “a balazos (revolucionarios) ganamos el poder y a balazos no los tienen que quitar”, porque la alternancia llegó por donde menos la esperaba: el respeto al voto, independientemente de razones estratégicas en el trasfondo.
Madero, Obregón y Colosio fueron víctimas, usando las palabras de Salinas de Gortari referidas al año 1994 y 1995, de una “tremenda lucha por el poder” al interior de sus propias élites de cada uno de los grupos que apoyaban y luego impugnaban a esas tres figuras.
El uso del argumento de un posible magnicidio se está presentando más como argumentación antilopezobradorista que como análisis estratégico de una realidad que todavía no llega a esos niveles. La disputa criminal por el poder, en modo de mafias político-delictivas, es producto de conflictos hacia el interior de las principales corrientes en pugna.
A Madero, Obregón y Colosio le aplicaron decisiones radicales producto de conflictos dentro de sus propias coaliciones políticas. Y hasta ahora, la senadora Gálvez es una de las muchas personas aspirantes a la candidatura presidencial opositora y las encuestas de encuestas todavía no perfilan un riesgo real de que Morena vaya a perder las elecciones.
De ahí que hay que tener cuidado con lo que se desea, sobre cuando parecen ser ideas o sugerencias que buscan potenciar a la oposición.
Política para dummies: La política es una guerra por otros medios.
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