Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
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Por Carlos Ramírez
Si de algo sirvió el rally legislativo de fin del periodo ordinario de sesiones y el contexto de la enfermedad presidencial que puso nerviosa a la oposición, el principal efecto se notó en el proceso de sucesión presidencial y dejó cuando menos una señal estratégica: la decisión estará en manos del presidente de la República y la encuesta será un mero formalismo.
La imagen más importante del proceso sucesorio fue muy reveladora: el presidente de la República rodeado de sus cuatro corcholatas, con el mensaje nada simbólico de que el líder senatorial Ricardo Monreal Avila apareció, modesto y sonriente, al lado del jefe del Ejecutivo y con ello terminó con el juego de lealtades regateadas que hasta hace poco quería alquilarse como candidato de la coalición opositora PRI-PAN-Partido de los Chuchos.
Como para cerrar el círculo de los mensajes políticos subyacentes, Monreal agotó su juego de imágenes de que representaba una dirección política senatorial plural, institucional y ajustada a su autorreiteración de doctor en derecho constitucional y por tanto institucional. Luego de la foto, Monreal se fue al Senado y operó el rally legislativo presidencial al vapor y sin la oposición, inclusive –y es un dato que debe ser procesado en Palacio Nacional– atropellando procedimientos que pudieran ser encauzados por la Suprema Corte para echar abajo algunas de las reformas, como fue el mensaje de las últimas decisiones del tribunal constitucional para tumbar reformas que no cumplieron la mecánica legislativa.
El presidente de la República tuvo un regreso espectacular después de dos días de silencio covidiano, pero no en el tema de su enfermedad, sino el mensaje es muy claro de que tiene el control absoluto del proceso sucesorio y que no habrá sorpresas que pudieran ser guiños a la alianza opositora de quién o quiénes habrían estado coqueteando con una candidatura de Morena que buscaría la “reconciliación nacional” con un sectores opositores marginados de manera ostentosa por el presidente López Obrador.
La lectura que se desprende de la fotografía de senadores, presidente y corcholatas en Palacio Nacional no tiene otra que señalar que la competencia es sólo entre dos aspirantes –Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López Hernández– comprometidos con la continuidad sin dobleces del proyecto presidencial y la firmeza en la instrucción de sacar al vapor reformas ya transexenales del proyecto lopezobradorista de modo natural estaría excluyendo al canciller Marcelo Ebrard y el senador Monreal, quienes han sido bastante claros en señalar que estarían buscando una candidatura más allá de la 4ªT, con algunos coqueteos hacia los sectores sociales inclusive adversos al lopezobradorismo.
El senador Monreal perdió el juego sucesorio el día en que se abstuvo a votar por algunas de las reformas electorales del Plan B, porque dejó el mensaje de que eran más importantes sus convicciones personales que el compromiso con la modificación de la estructura electoral que se había presentado como uno de los objetivos reformistas más importantes del presidente de la República. Al votar por sus convicciones, Monreal mandó el mensaje de que su lopezobradorismo estaba acotado.
El canciller Ebrard jugó de manera pública con imágenes junto a Monreal y con mensajes a la alianza opositora, también implicando el hecho de que pudiera estar considerando, aún en un escenario teórico, con una candidatura independiente o de otro partido y no de Morena.
En el contexto del tropiezo covidiano del presidente y gran elector morenista, el modelo de las encuestas tendrá en los próximos sondeos mensajes también muy claros de que esta presunta consulta sucesoria estará reflejando la influencia presidencial en el voto de las bases morenistas.
Política para dummies: La política es el arte de saber lo que se ignora.
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