
Visión Financiera
2024: lucha por la hegemonía
entre empresarios y Estado
La irrupción nada sorpresiva de dos de las grandes cúpulas empresariales que
forman parte de los lazos invisibles del Estado –el Consejo Coordinador Empresarial y el
Consejo Mexicano de Negocios– solo está aclarando el panorama del escenario actual: no
se disputa un nuevo proyecto nacional, sino que se está reconfigurando la hegemonía del
poder para los próximos seis años en un cambio sexenal de un mismo partido y grupo
político.
Se trata de un enfoque que procesó desde 1981 el análisis estratégico de la política
y la economía el entonces académico Miguel Basáñez en su libro La lucha por la
hegemonía en México 1968-1990 (Siglo Veintiuno Editores) y del establecimiento de la
categoría de la lucha por la hegemocracia, donde el gobierno articulado al Estado
representa una hegemonía ideológica con bases sociales.
La primera edición del estudio de Basáñez circuló en el año de 1981 en que
también se estableció otra categoría de interpretación de los conflictos entre empresarios
y gobierno-Estado-masas: México: disputa por la nación. Perspectivas y opciones del
desarrollo (Siglo Veintiuno Editores) de los economistas Carlos Tello Macías y Rolando
Cordera Campos, el primero del sector progresista del Estado y el segundo de la izquierda
universitaria no marxista y sí populista.
El marco referencial de la disputa por la hegemonía en el período 2018-2030 es el
mismo que se dio en 1979-1994 y luego en las reformas del Pacto por México 2012-2014
para redefinir las relaciones de poder entre las clases productivas en el seno de la
economía y del Estado: el neoliberalismo definido por Carlos Salinas de Gortari realizó las
reformas más profundas del Estado para sacarlo de su representatividad social y colocarlo
como el administrador de las decisiones qué tenían que ver con las leyes económicas de
mercado, abandonando el modelo del nacionalismo revolucionario que le confería al
Estado la representación activa de los sectores no propietarios de medios de producción.
En aquel entonces De la Madrid y Salinas aprovecharon su cómoda mayoría
calificada en el Congreso para revertir todos los avances del Estado en el sector social de
la economía y entregarle el dominio del rumbo productivo al mercado y a los empresarios
y luego Enrique Peña Nieto logró el Pacto político con el PAN empresarial y con el bloque
neoliberal del PRD de Los Chuchos. La élite gobernante neoliberal modificó la Constitución
a gusto del mercado y revirtieron el compromiso constitucional del proyecto histórico de
la Revolución Mexicana para imponer decisiones de justicia social sin ahogarse en la lucha
de clases y solo apelando a la hegemonía político-productiva que representaba el bloque
de poder presidente de la República-mayoría calificada del PRI-sindicatos.
El dominio del PRI en decisiones de hegemonía política del Estado de 1934 a 1982
prefiguró primero un Estado fuerte que dominaba al sector empresarial que carecía de
bloque político partidista-legislativo, pero los cambios introducidos en la Constitución por
De la Madrid-Salinas de Gortari replegaron la fuerza social del PRI-Estado y de la ideología
sólida de la Constitución original de 1917 que colocaba el Estado como el eje del poder y
las reformas constitucionales 1982-1994 liquidaron la relación del PRI con la defensa de
los artículos constitucionales de la Revolución Mexicana.
El proyecto popular –que no populista– del presidente López Obrador está
tratando con muchos problemas y sin victorias consistentes de volver a consolidar la
hegemonía del Estado en la conducción del desarrollo, sobre todo porque Morena carece
de los tres pilares sociales-ideológicos-productivos que representaban el poder de facto
de los sectores no propietarios de los medios de producción: los obreros, los campesinos y
los profesionistas comprometidos socialmente. El proyecto de este Estado fracasó porque
las clases productivas las organizó el PRI como masa y no como clase.
Morena es un partido de movimientos, desclasado, en el buen sentido con perfiles
del lumpemproletariado conformado solo por los beneficiarios sin perfil de clase de los
programas sociales, sin una ideología cohesionadora que no ha podido utilizar lo que el
viejo PRI manipuló con eficacia: la educación como aparato ideológico del Estado social.
Las propuestas del proyecto de López Obrador no reconstruyen el viejo Estado
priista, sino apenas reivindican algunas posiciones de dominio político y de masas que no
han llegado todavía a configurarse como hegemonía, es decir como un bloque dominante
y cohesionado.
En este contexto, el activismo empresarial de emergencia contra la mayoría de
Morena no alcanza para imponerse ni construir una hegemonía, sino apenas está
buscando poner en salvaguarda sus intereses ante la pérdida del control del Poder Judicial
a su servicio.
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Política para dummies: la política es el campo de batalla de la lucha de proyectos
de clase.
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