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Líneas Quadratin
Más grave: crisis del PRI es
crisis de toda la oposición
La crisis derivada de la disputa por la dirigencia política y los recursos económicos
del PRI es quizá el menor de los problemas del partido: lo más grave es que la oposición
unificada no sólo fue aplastada por Morena como organización política del presidente
López Obrador, sino que los tres partidos opositores entraron en modo de colapso
poselectoral terminal.
El problema del PRI, en realidad, no es si Alejandro Moreno Cárdenas Alito se debe
quedar con el partido hasta 2032 y más allá, sino que la verdadera crisis del tricolor radica
en su camino de salida del escenario electoral: de partido-eje del
sistema/régimen/Estado/Constitución a su inexistencia política por la votación
presidencial priista con apenas 9%.
El gran debate que debieron de haber abierto los adversarios de Alito era sobre el
escenario previsible de 2027 y 2030: el PRI como partido-régimen depende su existencia
hoy de la alianza con el PAN e inclusive podría hasta ser el clavo ardiendo de los priistas
que se salieron del partido en 1987 y se hicieron perredistas –pocos, pero votos
constantes y sonantes– hoy errantes.
Esto quiere decir de manera sencilla que la base legislativa del PRI será de
alrededor de 10% en las dos próximas legislaturas y que no tiene ninguna viabilidad de
poner un candidato presidencial propio para darle la pelea a un tercer período
presidencial de morena en 2030.
El colapso de los partidos de oposición no fue motivado por la fuerza político-
partidista del presidente López Obrador, sino por la acumulación de contradicciones
propias: el PRI, el PAN y el PRD fueron construcciones partidistas de grupos políticos muy
determinados, pero cuyos liderazgos duraron poco en la vida política del país y las
organizaciones para la competencia electoral nunca pudieron madurar como partidos.
En 1968, el político priísta y estudioso de la teoría política Mario Ezcurdia publicó
un libro que debiera ser revisado por su actualidad: Análisis teórico del Partido
Revolucionario Institucional (Cista-Amic Editores), un esfuerzo metodológico pero
también curioso al pasar al partido por los diferentes tamices de las explicaciones teóricas
sobre los partidos y concluyó que el PRI no era un partido político sino una estructura de
poder presidencialista.
Las razones de la declinación electoral del PRI a partir de 1988 siguen sin ser
estudiadas desde el interior del propio partido: el PRI de Plutarco Elías Calles como PNR
fue convertido en el partido del Estado revolucionario priista por Cárdenas en 1938, pero
Avila Camacho y Alemán lo convirtieron en el esqueleto sistémico del Estado mexicano.
El modelo PRI nació en 1929 como decisión de los jefes revolucionarios de entrar
en la institucionalización política y terminó su ciclo en 1992, cuando el presidente Salinas
de Gortari y el dirigente priista Luis Donaldo Colosio cancelaron al PRI como el partido del
proyecto histórico de la Revolución Mexicana y culminaron la contrarreforma ideológica
para convertirlo en el aparato de control social para la instauración de un largo ciclo
neoliberal, incluyendo, de modo inevitable, la modificación de los artículos
constitucionales del Estado social para liquidar el consenso posrevolucionario.
El PRI dejó de ser PRI con las reformas de De la Madrid, Salinas, Ernesto Zedillo y el
Pacto por México de Peña Nieto que unió la firma del PRI con la del PAN y el PRD de los
Chuchos en la segunda gran contrarrevolución neoliberal de ese acuerdo.
El PRI nació como apéndice del sistema presidencialista y dejó de funcionar cuando
el PRI fue echado a patadas –según Vicente Fox– del poder presidencial, porque el PRI
que regresó a la presidencia con Peña Nieto no era, ni con mucho, la sombra del PRI
histórico con un proyecto ideológico-económico.
Los opositores de Alito –Dulce María Sauri que perdió la presidencia de la
República en el 2000, Francisco Labastida Ochoa como el candidato aplastado de manera
humillante por Fox y Manlio Fabio Beltrones como el dirigente del PRI que perdió las
gubernaturas a la mitad del sexenio peñista y tuvo la honestidad política de renunciar al
cargo– serían los de menor autoridad política para confrontar al Alito que está
terminando con la fase de liquidación electoral Del PRI.
Al PRI lo mató Zedillo como venganza porque los priístas le impidieron poner
candidato presidencial a Guillermo Ortiz Martínez o José Ángel Gurría Treviño. Lo demás,
para el PRI, ha sido coser y cantar.
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Política para dummies: la política no es política cuando se asume como
justificación.
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