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Insensato regocijo
Agenda 2024-2030
3.- Más parches al régimen
Cuando decían que el sistema/régimen era inmortal, el veterano líder Fidel
Velázquez afirmó en uno de sus destellos de lucidez que el aparato de poder mexicano
era, más bien, inmorible. Nació revolucionario, se bajó del caballo y se subió a los Cadillac,
creó en el Estado el derecho autoritario del poder, pasó de populista a neoliberal y regresó
al populismo y hoy puede ser tripulado por cualquier grupo político.
El aparato político y de Gobierno de México se construyó sobre cuatro pilares: el
sistema político presidencialista, el régimen centralista, el Estado dominante-
hegemónico-rector y la Constitución como la tabla Sinaí de mandamientos por encima de
gobernantes y ciudadanos.
La propuesta de Cuarta Transformación del presidente López Obrador y su
sucesora Claudia Sheinbaum Pardo sólo está merodeando alrededor de los cuatro pilares
de la estructura del sistema/régimen mexicano y, como se ve en la reforma judicial y otras
19 iniciativas de ley, se sustenta en parches sobre parches que fueron ya parchados, a
partir de la percepción de que ninguno de los gobiernos reformistas tuvieron la capacidad,
la fuerza o el talento para dar por terminado el consenso de la Revolución Mexicana y
propiciar un nuevo acuerdo social que derivará en una nueva Constitución.
La reforma judicial va a tapar un hoyo por el que se fugaban principios elementales
de equidad y de justicia para ciudadanos víctimas de delincuentes, de oficinas públicas y
hasta de la ley, pero abrirá otros hoyos que a su vez tendrán reformas-parches para
taponarlos, y de modo natural se tendrán que abrir muchos otros hoyos en otras partes
del edificio nacional.
El presidente López Obrador lanzó un desafío con su propuesta de 4-T a sabiendas
de que habría que rehacerse toda la estructura de funcionamiento de la República, pero
también con la certeza de que carecía de una propuesta de nuevo consenso para
reconstruir a México como un todo. Su saldo electoral puso a la oposición arriba del 50%,
pero el control del poder legislativo y de las gubernaturas no le alcanza para conducir una
transformación totalizadora de todo el Estado nacional.
Los parches de la 4-T a lo largo de dos sexenios podrán llegar a recuperar parte del
funcionamiento de áreas sensibles de la República, pero el problema central radica en la
existencia de una Constitución que responde a todas las expectativas ideológicas y
operativas –desde el fascismo hasta la República obrera y popular–, pero el consenso
básico de las dos fuerzas productivas determinantes –empresarios y trabajadores– hace
tiempo que se perdió por la existencia de un Estado verticalista, burocratizado, de castas,
unitario y autoritario, por más votos populares que lo hayan fortalecido.
La República nació autonomista, se volvió federalista sin entender el desafío, se
convirtió en centralista para evitar la desintegración territorial, regresó al federalismo
simbólico con capitalismo incipiente, devino en dictadura personal como sucedáneo del
Estado, se sacudió con una rebelión-revolución que ha mantenido la estructura de
funcionamiento a través del binomio Estado-Constitución.
La reforma judicial no moderniza al Poder Judicial sino trata de resolver apenas el
problema del origen político de ministros, jueces y magistrados, dejando de lado la
descomposición del Ministerio Público que pertenece indirectamente al Ejecutivo por su
pertenencia a una Fiscalía presuntamente autónoma y sin tocar la injusticia implícita en
las leyes.
El presidente López Obrador dio en el blanco de lo que había comenzado a
discutirse a mediados de los años sesenta sobre la ineficacia de la República y el Estado, y
todos, absolutamente todos, quedaron convencidos de que la República de la Revolución
Mexicana había llegado en 1982 a su fin, como lo reconoció en 1992 el expresidente López
Portillo: “fui el último presidente de la revolución”. De ese 1982 a la fecha, a lo largo de 42
años hemos padecido el síndrome de régimen parchado, sin que ninguno de los jefes
políticos de ese periodo haya siquiera pensado en una revolución pacífica para construir
un nuevo consenso de república.
Las iniciativas presidenciales de López Obrador y Sheinbaum atienden a la
disfuncionalidad de partes muy localizadas del cuerpo sistémico y podrían tener algunos
efectos positivos, pero al final del día sus alcances serán limitados porque funcionarían
dentro de la caja negra del sistema político donde siguen prevaleciendo intereses
parciales y sobre Constitución y leyes anteriores al espíritu de recuperación de la justicia.
La nueva República tendrá que esperar mejores tiempos.
–30—
Política para dummies: la política también suele ser una coartada.
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