Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Por Carlos Ramírez
Por alguna razón diplomática, los gobiernos de México y Canadá están aceptando con pasividad las acusaciones y directrices unidireccionales de la Casa Blanca en materia de fentanilo, sin que quieren utilizar la argumentación central en ese problema: el consumo creciente de esa droga entre estadounidenses y la facilidad con que los cárteles mexicanos que operan dentro de Estados Unidos ingresen el producto y lo vendan en las calles.
El presidente López Obrador se metió en un debate elusivo del problema cuando acusó a China de producir el fentanilo y el gobierno oriental respondió con enojo. Pero se produzca en China o en México, el punto más importante del conflicto radica en que la demanda y el consumo de esa droga determina que el producto se haga en cualquier parte del planeta y se ingrese con facilidad a territorio estadounidense para estar disponible al alcance de la mano de los adictos.
La bancada republicana en el Congreso quiere invadir México con marines o lanzar misiles a través de drones contra los zonas de los cárteles de narcotráfico en el interior de México, pero aquí se ha publicado de manera repetida que la droga es vendida en EU por células de cárteles mexicanos en Estados Unidos que se crearon específicamente para la comercialización del fentanilo y que este producto ha crecido en su comercialización.
La cumbre de seguridad México-EU-Canadá para analizar el problema del fentanilo también eludió las informaciones oficiales estadounidenses que señalan el aumento de consumo de esa droga entre los adictos y el crecimiento en muertes por sobredosis en los últimos tres años.
Las autoridades estadounidenses, por lo tanto, debieran ser más serias y enfrentar el problema como local en tres puntos concretos: la complicidad y corrupción de autoridades migratorias y de seguridad estadunidenses que permiten el contrabando hacia Estados Unidos de drogas y entre ellas el fentanilo, la facilidad con la que los cárteles desparraman los paquetes de droga en todo el territorio estadounidense utilizando las vías de comunicación que carecen de vigilancia y los reportes de la DEA que tienen perfectamente ubicadas las zonas de tráfico de estupefacientes en las calles de las 3,000 principales ciudades de la Unión Americana.
La regla económica de que la demanda determina la oferta se encuentra en el centro mismo de la crisis de fentanilo: el aumento de muertes por sobredosis revela un crecimiento desordenado el consumo de drogas en la comunidad estadounidense, sobre todo en los jóvenes que carecen de información de salud que pudiera alertar la mortalidad de ciertas drogas.
El periódico San Diego Union ha publicado informaciones de zonas urbanas del sur de California donde los consumidores de fentanilo viven y caminan en las calles como zombis, pero hasta la fecha ninguna autoridad estadounidense ha definido y desarrollado programas especiales de combate a las bandas locales que venden la droga en las calles a la vista de todos.
México y Canadá no han podido –más bien: no han querido– exigirle al gobierno estadounidense una mayor criminalización del tráfico y consumo de drogas al menudeo, ni las autoridades americanas han reformulado sus leyes locales para aumentar la penalización en el tráfico y consumo de drogas y hasta la fecha se niegan a definir el consumo de drogas ilícitas como un factor de estímulo al contrabando.
Las últimas cifras de la ONU sobre drogas hablan de la existencia de alrededor de 300 millones de consumidores en el mundo, un mercado que ha permitido la existencia y consolidación de unos de los mercados ilegales que están dinamizando la economía. El Gobierno de Estados Unidos sigue enfocando el consumo de drogas como un derecho individual y con ello estaría facilitando la existencia de cárteles locales que contrabandean el ingreso de droga, la distribuyen sin que ninguna agrupación policiaca lo impida y la venden –por así decirlo– debajo de las narices de las oficinas de la DEA que existen en todo el territorio americano.
En este sentido las cumbres de alto nivel entre los tres países del mercado norteamericano carecen de sentido y solamente son utilizadas como presiones diplomáticas para culpar a otros de sus propias irresponsabilidades con sus habitantes.
Política para dummies: La política es el arte de echarle la culpa a los demás.
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