Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
En esta semana crucial para determinar la candidatura del Frente Amplio opositor, los reacomodos de coyuntura estarían desplazando al PRI a favor de Movimiento Ciudadano y la senadora panista/no-panista Xóchitl Gálvez Ruiz se está percatando de que se trata de una nominación de estructuras de poder y no de simpatías personales.
La senadora Gálvez no construyó su candidatura como parte de un acuerdo político entre el establishment opositor, sino que fue nominada y consolidada nada menos que por el presidente López Obrador; sin embargo, a punto de resolverse la candidatura opositora, la senadora Gálvez se está dando cuenta de que la nominación tiene que ver con el aparato político de los partidos y la red de grupos de intereses que están en juego ante la posibilidad de que la oposición tenga un candidato con competitividad.
En una entrevista, la senadora Gálvez dijo claramente: “la que decidió estar aquí soy yo, nadie más”, como un grito de autonomía política, pero sin entender que la candidatura presidencial y la propia presidencia de la República no son espacios para ejercicio autónomo, individual o personal de poder, que ella misma ha sido producto de una dinámica mediática que la puso en el centro de la atención política y que de igual manera –como el caso también muy significativo de la senadora Lilly Téllez– podría quedar al margen de la candidatura si es que no entiende que no la tendría y tampoco podría ganar por sí misma.
En este contexto, en círculos cercanos al núcleo de poder del Frente Amplio comienzan a analizar la posibilidad de que la senadora Gálvez aparezca en segundo sitio de votación, sobre todo porque las firmas registradas por los demás precandidatos podrían orientar su voto a otros aspirantes y las de la propia senadora no alcanzarían para alzarse con la nominación. En este contexto, ya comienza a evaluarse la posibilidad de que la “parafernalia Xóchitl” no alcance los votos para la candidatura presidencial, pero sí sea de manera inmediata reorientada a su nominación original: la Jefatura de Gobierno de Ciudad de México.
La senadora Gálvez no supo gestionar el espacio político de su candidatura y creyó que su personalidad antilopezobradorista –forjada a base de declaraciones de rezongonas y contestatarias– sería suficiente para ganar casi como candidata independiente la nominación de un amplio y sólido bloque de poder conservador donde participan grupos de interés que no están buscando solo un candidato con proyecto propio e individual, sino que el abanderado opositor tendría que representar los intereses estratégicos de los grupos de interés del centro-derecha a la ultraderecha.
En su campaña en busca de las firmas, la senadora Gálvez no ha aceptado –más aún: ha rechazado– la participación estructuras de los tres partidos que están gestionando la candidatura, a pesar de que el grupo que controla al bloque opositor le ha impuesto a José Ángel Gurría Treviño, Idelfonso Guajardo y hasta el impresentable Alejandro Murat Hinojosa para que le redacte en el programa de gobierno y, de paso, se posicionen como piezas claves en el próximo gabinete.
La queja el fin de semana de la senadora Gálvez contra los precandidatos del grupo opositor en el sentido de que “no los veo en la calle” consiguiendo firmas tiene el referente inmediato de que las estructuras de poder de los tres partidos se han hecho cargo de conseguir las firmas para Santiago Creel Miranda, Beatriz Paredes Rangel, Enrique de la Madrid Cordero y Miguel Angel Mancera, aspirantes que representan los intereses del PRI, el PAN, el Partido de los Chuchos y de la multitud de membretes ciudadanos que pululan alrededor del activista Claudio x González.
La senadora Gálvez no entendió que el problema no estaba en las firmas, sino en su falta de representatividad de un bloque de poder.
Política para dummies: La política es la lucha por el poder.
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