La “súper secretaría”
Sin ningún rumbo propio, finalmente la candidata opositora quedó atrapada en la telaraña de los intereses políticos e ideológicos del PAN, con los nudos gordianos atados con el PRI neoliberal de Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto y el lastre de los perredistas neoliberales comandados por los Chuchos. Rumbo al inicio de la campaña formal, los intereses panistas de Gálvez Ruiz
aplastaron las expectativas de la candidata social Xóchitl. Esta percepción cada vez más consolidada a nivel de opinión pública no es nueva y sólo cumple el pacto secreto del PAN con el PRI y el PRD cuando se repartieron las candidaturas más importantes: la presidencia de la República y la Ciudad de México para el PAN, a cambio de cederle el Estado de México, Coahuila e Hidalgo al PRI y sobre todo a su dirigencia actual y cargar con el membrete del PRD ya desprestigiado incorporando a los chuchistas a las candidaturas de coalición. Gálvez Ruiz fue impuesta como candidata de la coalición opositora, a pesar de que en la competencia interna se habían posicionado de manera sobresaliente los priistas Beatriz Paredes Rangel y Enrique de la Madrid Cordero; pero como un pacto es un acuerdo inviolable, el presidente priísta Alejandro Moreno Cárdenas bajó de la contienda a sus dos figuras importantes y el PAN pudo alzarse con la candidatura. La definición panista de la candidata Gálvez Ruiz volvió a refrendarse en su apoyo entusiasta a la candidatura senatorial plurinominal de Ricardo Anaya Cortés, el candidato panista derrotado en 2018, luego perseguido por el gobierno lopezobradorista por un expediente judicial de corrupción y fugado a Estados Unidos a la espera –que ya le escrituraron– de fuero constitucional implícito en la candidatura al Senado. Y el otro pivote de la candidata Gálvez Ruiz se encuentra en otro panista también exiliado por acusaciones de corrupción, el expresidente Felipe Calderón Hinojosa, quien comparte el exilio dorado en España con el último –ahora sí– presidente priísta de la República, Enrique Peña Nieto.
La popular precandidata Xóchitl había logrado una base social no desdeñable en la clase media marginada por el gobierno del presidente López Obrador y movilizada en torno a la defensa de dos temas muy específicos: las reformas al INE y a la Corte que fueron derrotadas en votaciones legislativas por falta de mayoría calificada de Morena. Pero la popularidad de Xóchitl se fue de deslavando y desinflando con una campaña errática de la candidata Gálvez Ruiz en modo ya panista y por lo tanto con menores posibilidades de definición de un proyecto de gobierno que pudiera atraer el voto de la clase media no partidista que salió en dos ocasiones a la calle en cientos de miles para enfrentar decisiones presidenciales. La clave de la candidatura de Xóchitl estaba en la bandera de un Gobierno de
coalición entre los tres principales partidos de oposición registrados, pero con el arranque formal del proceso electoral abajo en más de 20 puntos porcentuales de la tendencia de Morena y Claudia Sheinbaum Pardo operada por el presidente López Obrador desde Palacio Nacional. En su campaña como precandidata formal de la coalición PRIANREDE, la transformación de Xóchitl en Gálvez Ruiz pasó por el desdén del PRI y el PRD a la candidatura coalicionista a la presidencia, toda vez que para esos dos partidos minoritarios la lucha por su sobrevivencia se dará en el número de diputaciones que
pudiera acumular. Más que un Gobierno de coalición sobre programas de gobierno que no se conocen, el PRIANREDE fue una salida coyuntural que estaría buscando el objetivo final no de ganar algunas de las dos mayorías legislativas –absoluta y calificada–, sino de impedir el 60% de diputaciones para Morena y 10% del curules para sus aliados del Verde y el PT. La alianza legislativa opositora ha dejado en claro ya la distribución del poder: el PAN tratará de que Xóchitl gane las elecciones presidenciales y el PRI y el PRD buscarán la mayoría legislativa. En este juego de reacomodo de poderes políticos y sociales, la candidata Xóchitl dejó escapar el apoyo y la movilización de la clase media e hizo perder el entusiasmo social con su incapacidad para construirse una figura presidenciable y a ello agregó la
entrega de la candidatura en modo de Gálvez Ruiz a los intereses de una de las fracciones más conservadoras del PAN, con el desánimo que estaría generando entre los simpatizantes panistas la apropiación de las candidaturas plurinominales para la élite del partido y los lastres que representan los exiliados/en fuga Calderón y Anaya. La oposición arrancará en febrero con la candidatura formal de Gálvez Ruiz, a quien pocos reconocen como Xóchitl.
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